28 de julio de 2008

Fin de partida




Síntesis de una crónica: Fin de partida, de Samuel Beckett.

Tras el fin del mundo, Hamm, ciego y postrado en una silla, vive ordenando a Clov una serie de actos cíclicos y tormentosos que sólo conducen a la desolación, mientras sus padres viven en cubos de basura, esperando también su fin, el fin de la partida. El resto es la propia experiencia, confundida con la del autor.

Hay un camino que se recorre al escribirlo. Avanzamos pero hacia dónde. Porque afuera está la muerte y nosotros seguimos aquí, aquí permanecemos. "Tengo que matar esa rata o se morirá". La obra se escribe, nace y muere en nuestras manos y este teclear es la pulsión que quiere ser leída para ganar el mundo, para ganar el mutis por el foro. Cuánta arruga, cuánto silencio tras interpelar a las palabras mañana, tarde. Pero sabemos que nos reímos y la obra se sigue creando, vamos avanzando.

Vamos avanzando, el olvido parece imposible, pues siempre habrá una escalera a la que subirse y mirar por la ventana, y la ventana muestra el exterior, lo que hay afuera, que está la muerte y está la tierra y el mar. Si no lo veo no lo creo. Pero créeme, ten fe en mí, fe en misericordia, felicidad porque sigue habiendo tierra y mar y cuando llueve la tierra se moja y es mar dulcemente distante que enseguida se filtra y se va para volver, y así vamos avanzando.

Vamos avanzando en cada párrafo. Lo que antes dijimos ya está dicho y aún queda mucho por hacer. Vamos, hay una historia que tiene que crearse y no se hará sola. Solamente hay que mirar las palabras y ahí salen, ya asomó la cabeza con sus ojos y mira y la palabra boca, que a veces se hace la remolona y no quiere abrirse, pues en boca cerrada no entran moscas y ya sabemos lo molestas que pueden ser las moscas. ¿Alguien se ha fijado en lo imposible que es acabar con las moscas? El mundo acabaría y las moscas seguirían, zumbarían y se estrellarían contra los vidrios y las luces bz bz.

Si no lo empiezo no lo acabo.

Tengo que hacer.

El qué.

Mirar la pared, donde hay una luz bz bz y anda mira, si ahora puedo ser una mosca, ya puestos. ¿Y adónde voy? No lo sé, pero las posibilidades son múltiples y desembocan. ¿Qué pasa? Nada.

En fin, mejor callar. Pero sólo por un rato, no sea que nos acostumbremos y nos perdamos en la costumbre. Y hay que seguir avanzando.

25 de julio de 2008

Sol y frío

Este título más bien parece adecuado a un mensaje, un título conciliador dirigido a alguien a quien hace tiempo que no ves, de quien apenas tienes noticia, salvo los mensajes de correo, que vendrían a ser como éste si fuera éste un mensaje.

Sol y frío esta mañana. Me levanté tarde y al mirar por la ventana vi el habitual tráfico fluido y desordenado. Vino primero el frío, puro, vestido de inocencia. Se demoró unos días pero por fin apareció y se trajo la lluvia, intensa, inmensa como una inundación. Luego vino el sol sin esperarlo y rizó la tarde. Etcétera. El mensaje vendría a ser algo así.

Pero claro, esto no es un mensaje sino una anotación de entretiempo que tiene que ver con un momento de calma, y si además es de reflexión mejor aún.

Así que vamos a ver. Pongamos que, ya que hablamos de mensajes y de sol y frío, ensayamos un haikú. Recordamos la estructura 5-7-5 del haikú tradicional, la adaptamos al pensamiento actual de naturaleza urbana y así surgiría el primer verso, "sol y frío", si no fuera porque tiene cuatro sílabas y no cinco: sol/y/frí/o. Entonces la sílaba que falta debe ser una sola palabra, quizás un artículo o una preposición o una forma verbal.

Artículos: un, el, dos, mi... No, no corresponden.
Preposiciones: de, con, tras, sin... Suena un poco mejor pero habría que pensar cómo sigue.
Formas verbales: es, hay, fui... Viene a ser como las preposiciones, depende del segundo verso.

Primera sugerencia: "compongo la mañana". Por tanto pongamos:

De sol y frío
compongo la mañana

Es salvable el resultado. Pero falta el tercer verso y de él ahora dependen los dos anteriores, que parecen formar una frase cerrada. Por tanto, el tercer verso podría ser otra frase de (recordemos) cinco sílabas. Y además debe ser una frase que provoque un cierto efecto de sorpresa, como es propio del haikú, pues hasta ahora nos movemos en lo previsible. ¿Qué podría romper este ritmo cansino? Una acción, lejos del sentido descriptivo. Una acción de lo que podría venir después. ¿Sugerencias?

La primera, un contraste con la mañana: "no anochece" o "no anochezco". No, no resulta.

La segunda, una combinación de nombre y adjetivo del mismo sintagma: "mundo vacío". Ésta tiene la ventaja de que rima con el primer verso, que también es el de cinco sílabas, aunque la rima es innecesaria en el haikú, pero si ayuda no hay que despreciarla.

No está mal el nuevo sentido que le da esta opción, como si reforzara el sentido de componer (hay una ligera oposición) y uno pudiera hacer lo que quisiera, sin atener a las previsiones, pues el día nace y uno lo hace. Y bueno, así parece que, después de todo, hemos salvado el poema y la mañana. Y ahora podemos seguir.

14 de julio de 2008

Lo nuevo y lo viejo

Y así, como era de prever, los habitantes coincidieron una vez más en la capital de la Tierra Plateada. Siendo una vez más admite que vayan entendiéndose lo que ha pasado con lo que está por pasar. ¿Qué hay de nuevo, viejo? Pues no sé, para empezar hay un nuevo diseño del monoambiente, con esa pieza de puzzle que a algunos les quema la cabeza y luego también esos colores que quizás convendría cambiar para descansar la vista. Pero eso es lo de menos.

Todo es igual. Todo es diferente. Esta contradicción tan manida salta a la vista cuando uno regresa al lugar donde estuvo y entonces hay que hacer el esfuerzo de no caer en el eterno retorno.

Es como esta misma entrada, que se comenzó en la fecha que constará de publicación, pero se ha terminado días después.

En fin, buen día, buenos días.

4 de julio de 2008

Tristezas



Parece mentira que sea más fácil escribir bajo la tristeza. Lo he pensado a menudo y lo recordé de nuevo al leer, hace poco, la misma idea en un texto de Augusto Monterroso. ¿Por que esa reivindicación de estar triste? ¿Es que, como nos dan a entender, nos sacaremos un peso de encima y nos quedará un alivio de habernos desahogado? No sé, es posible que sea así, que aquello que vertemos en el papel lo expulsemos como si lo hubiéramos vomitado y de esa purga saldremos fortalecidos tras ese estallido de debilidad. El problema es que, en un acto masoquista sin piedad, no tiramos el texto, sino que lo guardamos como una memoria (con lo asqueroso que sería guardar un vómito en un frasco) y de vez en cuando nos regodeamos al contemplarlo, nos enorgullecemos de que eso vino de nosotros (ya no, pensamos) e incluso algunos hasta nos atrevemos a otorgarle una calidad a ese desperdicio del que quisimos deshacernos.

En fin, que así como no evité librarme de los desahogos, también me impuse la condición de que no fueran los únicos, pues las tristezas, si bien a veces puede ser bueno recordarlas, no son motivo de vida; y las alegrías de algún modo contienen un rastro de belleza que hay que descubrir.

Se avecinan cambios para el monoambiente y su diario. Y todo cambio debe tener su trasfondo propicio, al margen de que un cambio suponga la despedida de lo que se deja atrás.