3 de diciembre de 2010

Secretos a voces

No suelo comentar las noticias de política porque ya se retratan a sí mismas, pero la importancia y sobre todo el tratamiento que están recibiendo los cables de Wikileaks (no sé si vale la pena poner un enlace a su nueva página; puede que no tarde en mudarse de nuevo) me empujan a que suelte algunas obviedades. Y es que no es ninguna novedad que en Estados Unidos haya organizaciones de espías diseminadas por todo el mundo con el propósito de mantener su hegemonía mundial, y que abarcan desde la caída del gobierno chileno de Salvador Allende en 1973 hasta las dos guerras de Irak, por no remontarnos a otras fechas ni a otros episodios, ya que su gran número superaría las dimensiones de este mínimo diario.

Tampoco sorprenden los documentos referidos a otros países. ¿O es que a alguien le extraña que el gobierno de Irán siga trabajando en una bomba atómica; o que Berlusconi, el presidente de Italia, viva entre bacanales; o que el gobierno de España pierda el aliento cada vez que llama el embajador de Estados Unidos? (Nótese que nunca digo "Venezuela apoya a Irán" o "Rusia es una mafia". Los ciudadanos de un país no son los responsables de los devaneos de sus reyes o presidentes, por mucho que los crean haber elegido). Ni siquiera que Cristina Fernández de Kirchner necesite ayuda psicológica sabiendo cómo es la situación política en Argentina. Lo preocupante sería que le produjera indiferencia.

¿Entonces dónde está el problema si todo esto ya lo sabemos?

El problema está en la reacción a esto: no sé, yo siempre creí que hay que juzgar a los corruptos, a los conspiradores, a los asesinos. Y en lugar de hacerlo se persigue a Julian Assange, el fundador de Wikileaks, como a uno de los delincuentes más peligrosos, poniendo precio a su cabeza. Apenas unas leves disculpas, a duras penas unas declaraciones que justifiquen o desmientan las revelaciones. ¿No es para echarse a temblar? Ah, no, que aún estamos en crisis.

Parece ser que Wikileaks aún puede publicar más cables, en este caso sobre los bancos y las multinacionales. Qué raro, ¿verdad? ¿Qué escándalo habrán provocado... que no sepamos?

24 de noviembre de 2010

Gran tamaño

No sé bien por qué, desde hace unos años está de moda publicar unos libros con una gran cantidad de páginas, como los grandes novelones del siglo XIX que escribieron Dostoievski, Tólstoi, Balzac, Dumas, Dickens y compañía. Por desgracia la calidad no es la misma y aunque tienen un cierto mérito las nuevas novelas basta con compararlas con las de estos autores para que parezcan insignificantes. Sólo pongamos unos ejemplos: La caída de los gigantes, de Ken Follett: 1024 páginas; El Palestino, de Antonio Salas: 720 páginas; Inés y la alegría, de Almudena Grandes: 722 páginas; El asedio, de Arturo Pérez Reverte: 720 páginas; Dime quién soy, de Julia Navarro: 1056 páginas. ¿Pero de verdad son necesarias tantas páginas? En un libro de setecientas páginas hay dos (o tres) de doscientas, trescientas; en uno de mil hay cuatro o cinco. ¿Tanto vale la pena ese libro, con la cantidad de libros que existen y que nos gustaría leer, para sacrificar la lectura de otros?

Hace unos meses leí un texto de Juan José Millás en el que se preguntaba por la extensión de los libros al ver que en el metro (o en el subte) los pasajeros leen, "casi sin excepción", novelas de más de 700 páginas. Y aunque entiendo el valor de que te atrape una historia y quieras más, un libro muy voluminoso me sigue pareciendo un gesto egoísta del autor, que nos obliga a soportarlo tanto tiempo, aparte de lo incómodo que es llevar el libro de un lugar a otro en un bolso o una bolsa o un portaequipajes. Está claro que, como de costumbre, importa la calidad, no el tamaño. Cosas de la apariencia.

Por eso recuerdo a Borges, quien dijo sin inmutarse que "la longitud del género novelesco no condice ni con la oscuridad de mis ojos ni con la brevedad de la vida humana. Son contados los libros - las Mil y una noches, diremos, o el Orlando furioso- de cuya esencia misma es inseparable la longitud, porque nos da la certidumbre de que en sus páginas podemos perdernos como en un sueño o una música; las muchas páginas, en general, son promesa de tedio o de mera rutina." En fin, mejor no alargarme más.

3 de noviembre de 2010

Plagio

En lo que vendrán a ser mis últimas clases de profesor (al menos en España) he detectado que muchos de mis alumnos sacaban sus comentarios de internet, a veces introduciendo leves variantes, pero a menudo copiados (o impresos) con absoluta fidelidad. En un principio me pareció hasta gracioso. Pobres - pensaba -, querían copiar y les he pillado. Y les devolvía su trabajo con una sonrisa, casi disculpándome. Luego las copias crecieron y se multiplicaron, a pesar de mis advertencias y el chiste, por repetido, perdió la gracia.
Muchos de ellos se disculpan alegando que habían buscado información sobre el texto, como justificando que existe un esfuerzo. No les falta razón, hay un esfuerzo, pero les pido algo más que asistir a clase o sentarse en la silla o introducir en un buscador el título de la obra que deben analizar. Debo corregir lo que ha hecho otra persona, a menudo de manera muy deficiente, incompleta o errónea, blablabla.
Al margen de disquisiciones académicas y metafísicas, si pensamos que todo está escrito... ¿por qué no es todo un plagio? Quizás porque "todo está dicho, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo". Eso lo dijo André Gide, obvio. Por ahí se le ocurrió esta idea saliendo de una clase alborotada por unos alumnos que sólo se preocupan de la nota. No. No lo creo. Al menos no son alumnos revoltosos.

3 de octubre de 2010

"De Rayuela, capítulo siete"



Bastan esas palabras para que, al instante, se reproduzca en mi mente: "Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, como si por primera vez tu boca se entreabriera", y así seguir hasta que "te siento temblar contra mí como una luna en el agua" con la misma naturalidad que unimos dos azares.

Primero el capítulo 7 de Rayuela, luego la introducción de una lectura de los cronopios para volver a Rayuela. Antes que otros discos elegí el de Gotan Project al leer que el segundo corte se titula como la novela de Cortázar. También "pienso que, realmente, no hay casualidades", como Silvia Monrós-Stojakovic en su correspondencia con los Cronopios que tengo en mi mesita de noche. Esto, más que una alusión al azar, es una constante certeza. Lo raro sería lo contrario, que dejara de buscar, que sucumbiera a lo cotidiano y me desgastara su fealdad, como la tele gasta la vista y acorta la vida de los sentimientos, y quedarnos sin fuego mientras afuera suenan tambores como trenes galopando.

Para llegar al peligro de la satisfacción hay que arriesgarse, no con el riesgo de tomar café y helado, sino al verdadero salto a la realidad. ¿Hasta cuándo vamos a esperar? Godot no vendrá, no se llevó las llaves. Vayamos a buscarlo, no sea que el agua se le enfríe o se nos acabe la yerba. Y sí, hoy es el día en que comienza nuestro retorno prometido al Cielo para los dos.

26 de septiembre de 2010

Soneto en prosa

En dirección al futuro, el pensamiento es un enjambre que no se detiene aunque tenga que zigzaguear en el aire, sorteando las dudas surgidas del miedo. El futuro es la promesa de revelar el secreto de nuestra existencia. Tenemos que prepararnos para cuando la bruma se ablande y no resistirnos a cumplir nuestras aspiraciones.

Es sobre el pasado cómo uno se hace concreto. Sin embargo el pasado cada vez se emborrona más, se adormece en su consabida inmovilidad. El pasado es el bostezo de contemplar una vela mientras se derrite. Nos pertenece el por qué y el cuándo de las sombras y de las arenas. Nada de lo que llegó ya nos resulta extraño.

Pero debemos desconfiar del azar, no siempre se pone de nuestra parte y sólo nos conduce a no saber nada. Debemos conocer nuestra mano como sabemos qué contiene un puño cerrado. Las posibilidades están ligadas, anudadas, empuñadas.

Y aunque el dolor a veces tenga la razón sólo puede ser intruso quien no anunció su invitación. Uno sabe de qué historias se hablan. Pues el futuro contó los pasos del pasado, le sigue hasta el borde de la huella, como el recipiente que contiene todas las palabras.

18 de septiembre de 2010

Lluvia tras lluvia

Lluvia en Buenos Aires.
Lluvia en Madrid.
Lluvia en Barcelona.

Los viajes de vuelta son tan breves, tan intrascendentes. No importa cuánto tarde el avión o el tren. Es una vuelta que no deseas. Sólo sabes que vas avanzando hacia lo conocido, que es lo de siempre. Y no quieres esa calma, porque en esa calma no pasa nada. Tienes sueño, te mueves por los pasillos como un autómata que no puede resolver la partida jugada. Obedeces todas las órdenes edulcoradas de forzada amabilidad, te dejas conducir por los carteles, no te preguntas si son contradictorios o no. Y entonces acaba la vuelta, porque sabías dónde acabaría, porque vuelves a estar entre vuelta y vuelta. Y no puedes dar marcha atrás.

3 de septiembre de 2010

Las literaturas nacionales en la encrucijada global

Conferencia de Josefina Ludmer y de Dardo Scavino en el MALBA. ¡Felicidad!
Bueno, no tanta cuando para llegar hay que combatir una lluvia de varios días y el colectivo me deja a diez minutos (que son más de quince por gentileza de la orientación). Pero llego justo a tiempo, la puntualidad argentina ya es proverbial y en el momento de entrar en la sala oigo cómo la moderadora presenta a los invitados a la conferencia, que más bien es una charla. Saco un papel y tomo unas notas:

El nombre 'América latina' nace con intención política en 1857 por un artículo del chileno Francisco Bilbao, a propósito de la invasión de Nicaragua por parte de Estados Unidos. Es un claro posicionamiento frente a la denominación 'América sajona', la perteneciente al país invasor.

La palabra 'revolución' no aparece en los actos conmemorativos del Bicentenario cuando precisamente celebran la independencia de Argentina (y de otros países que no participan en los festejos, dándose todos de manera aislada, a nivel nacional).

Se percibe mejor lo latinoamericano desde el exterior porque los europeos no aceptan como iguales a los argentinos y a los de otros países de América latina.

Muy interesante. De acuerdo. Salvo que añado una apreciación a la última nota: los latinoamericanos tampoco aceptan como iguales a los europeos. Ya puedo pasar años en el país que aún se me supone el gashego gritón con aire de boludo que habrá venido a gastar euros en cualquier cosa más anodina que excepcional. El origen es un rastro de piedras como migas de pan que nos delata y nos persigue. No hay manera de que nos libremos de su peso por mucho que liberemos poco a poco.

Acabada la conferencia me acerqué a Josefina Ludmer. Enhorabuena, me encantó, se me hizo muy corta, me parecieron muy cercanas muchas ideas porque también las estudio bla bli blu.

Una sonrisa como respuesta.

Un saludo a alguien que también esperaba. Qué tal, cómo andás. Etcétera.

Una espalda muy hermosa. Vieja chota.

Me fijé en el entorno y percibí un ambiente de falsa camaradería en que todos se conocen y todos se saludan porque forman parte del mismo gueto. Había algo nauseabundo en el falso interés por los otros miembros del grupo, así como en el cierto desinterés por los que no formaban parte de él. De modo que arreglé mi chaqueta y, sin más dilaciones, salí del Malba con paso tranquilo. Qué asco de conferencia, pensé. En cuanto me lea el libro lo regalo.

14 de agosto de 2010

La calle nuestra de cada día

Cómo será que entre uno y el mundo se alcanza algo así como una doble articulación ontológica, es decir que uno lee el periódico y surge lo de todos los días, nada especial, Ricardo Fort asegura que lo "quieren destruir" porque en esto estamos mientras De Narváez admite conversaciones con Cobos, pero también le hace un guiño a Reutemann, como si los nombres con que nos rodean ocultasen una verdad trascendente aunque ya no es ni metafísica cuando Cañizares propone adelantar la edad de la Primera Comunión, como pidió ya Pío X y que, aún así, algunos cráneos privilegiados celebran por todo lo alto, como luz divina, lo que nadie más ha visto y que por eso piensan darnos la revelación, pues Para Duhalde, faltan "cárceles" y "hay que hacer prevención", y además Aguer denunció un "plan progresivo para inducir una mentalidad abortista" aunque nadie se olvida de que Nalbandian debutará ante Ljubicic y hasta habrá lugar para acordarse de que Venecia ya tiene su primera gondolera en 900 años.

¿Y entre tanta retahíla de nombres dónde estamos nosotros?
¿Hay lugar para la novedad - para la noticia - en este eterno retorno?

Y sin embargo hay algo de aterrador y de estúpido conmoverse ante la noticia de que alguien se mató jugando a la ruleta rusa porque haya ocurrido justo enfrente de nuestra casa. Aunque no lo hayamos conocido. Pero reconocemos el lugar en las fotos, en los vídeos. Atónitos frente a lo previsible, expectantes a quien podría cruzarse de fondo o a que la cámara gire en su órbita y encare, como en un espejo, nuestra propia fachada (por suerte no a nosotros mismos, que no nos alcanza lo mórbido). Entonces lo familiar resulta extraño, como si al aplicarle la lente para verlo más de cerca lo estuviésemos alejando; y expresamos un lamento contenido, por lo bajo. Pensamos qué desgracia, pensamos qué absurdo, pensamos qué tarado; salvamos y condenamos al castigado, como si dependiera de nosotros, y antes de ponernos (pero ya es tarde) melodramáticos y retóricos rompemos el sermón, pues no tardan en volver a llamarnos y todo parece seguir igual, embrutecidos por la propia nada de la que sólo se salvará por capricho, casualidad o coincidencia. A fin de cuentas, a Borges ya le pareció que todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia. Lo que importa es lo que se hace con ellas.

12 de agosto de 2010

Un cadáver exquisitamente nocturno y musical

Lentamente la música comenzaba a desprender
suaves intermitencias que yo no vi pero
tú. Contigo. Conmigo. Siempre igual que
la música no cesa aunque se empeñen
las rocas perfectas, definidas encontraste
con un cielo suspirado. Es decir que las ausencias
nunca son reales, se evaporan al mirarlas por
primera vez, o no sé, quizás también de vez en
cuando esa roca y ese cielo azul se conocieron
y encontraron a la velocidad de la intriga,
que nadie sabe porque cómo sigue pero
pronto se hará de noche, si es que
las horas nunca fueron iguales, para siempre
detenidas en el tiempo, a su manera
la clase de persona que la noche quiso ser.

2 de agosto de 2010

Placeres

La primera mirada por la ventana al levantarse,
el reencuentro con el viejo libro,
el nuevo capítulo de la serie que sigues,
el periódico,
los diálogos,
la gata mirando fijamente en posición de estatua,
la primera canción del día,
el mate y las medialunas,
los viajes urbanos,
los saludos casuales,
una cerveza sin tiempo,
comprender sin hablar,
comprender hablando,
escribir,
caminar,
ser amable;
reconocerse en un poema de Brecht
en un mal día
y que entonces todo esté bien.

23 de junio de 2010

La vida en celeste


Ha pasado todo un año de espera y por fin los Habitantes volverán a hablar en plural. Hoy el viaje a la Tierra Plateada tiene fecha, una fecha tan próxima como que bastará que pasen dos semanas para que llegue y disfrutar las doce horas de vuelo, el catering, el sueño... para regresar a la tierra prometida. No hay fatiga que valga para tan alto premio.

Durante estos años muchos me han preguntado por qué me gusta tanto Argentina, qué pasa, si no me siento a gusto en España, que estoy loco por querer irme allá cuando todos quieron salir, etc. Y sí, soy consciente de todo eso y también de la corrupcion, de la inseguridad, de las abismales diferencias sociales, de la inestabilidad económica (hoy generalizada en todo el mundo), de Tinelli, de Rial, de Patti, de Videla y mucho más. Pero también de los helados, los capuccinos, las medialunas, los asados, la música, los libros, la filosofía, la oportunidad de hacer todo cuanto deseas.

Aunque este viaje sea por poco tiempo sin duda será el mejor tiempo del año.

18 de junio de 2010

A José Saramago, vivo

El Ensayo sobre la lucidez viene encabezado con la dedicatoria "A Manuel Vázquez Montalbán, vivo". Es para creer que hoy también a José Saramago hay que dedicarle unas palabras por estar vivo y no por haber muerto. Así dijo en una ocasión: "Escribo para comprender, y desearía que el lector hiciera lo mismo, es decir, que leyera para comprender. ¿Comprender qué? No para comprender en la línea que yo estoy tratando de hacerlo; él tiene sus propios motivos y razones para comprender algo, pero ese algo lo determina él." Y la frase contiene tanta verdad que enseguida se convirtió en célebre. Esto es algo que siempre me ha llamado la atención en él: la profunda verdad de sus juicios, tan meditados e incuestionables como la sabiduría de los ancianos, aunque nunca lo he visto como un anciano de pelo blanco. A José Saramago, vivo. Lo vi una vez en persona y apenas intercambiamos unas palabras. Le di la mano diciéndole que le saludaba entonces, ya que no quedaban entradas para asistir a su conferencia. Y él me contestó con vaguedad: "lo siento, qué puedo hacer yo". No insistí. Era absurdo forzar una conversación. Quién soy yo. Qué podría haberle dicho que no sonara repetido, por improvisado que fuera. En una entrevista sostuvo que para él los tres escritores fundamentales del siglo XX son Pessoa, Kafka y Borges. De entre los escritores vivos, José Saramago es uno de mis escritores más admirados, junto con Enrique Vila-Matas y Herta Müller. Las preferencias se crean su lugar, aunque nunca las hayamos formulado. De José Saramago he leído una considerable cantidad de libros y en todos ellos me he dejado acompañar por la anécdota con que se inician. Como Kafka y Borges y Pessoa, José Saramago está hecho de literatura porque no podría ser otra cosa. No seré yo quien me ponga retórico con obituarios. Yo también necesito comprender. Y hay tantas cosas a los que no les encuentro el sentido.

12 de junio de 2010

La eternidad día a día

Primera página abierta por primera vez. La excitación de comenzar llena la mente de luz blanca. La espalda se arquea para que los ojos abandonen la soledad. Entre las manos hay un aleteo. La imagen de líneas obedientes, una bajo la otra, se refleja por todo el cuerpo. El cuerpo se llena de tatuajes. El hilo de la conversación se enreda en un dedo y va creando una madeja a medida que pasan las páginas. Las notas se repiten y ya no son las mismas.

1 de junio de 2010

Maria Coma



Pueden ser notas de primavera que no caben en un manoteo, pero la necesidad impone escribir cuando el aire se remueve con tal fuerza que no sabes si está dentro o fuera de ti, cuando una presencia se hace mil ojos y mil orejas, de entre ochenta y seis mil, ochenta y seis mil cuatrocientas oportunidades para que el azar se conjugue y seamos conscientes de esa excepción que mueve la cola y que se iría en silencio de no fijarnos en ella (pero cómo no verte, panza arriba, gatos indefensos, movimiento circular, la mano), si siguiéramos durmiendo hechos un ovillo blanco, y el ovillo azul seguiría de largo, buscando un mejor oído que lo desenrede y lo adopte y lo haga bailar bajo el agua, y también lo haga cielo en lugar de figura de barro, secándose al sol, cansada de todo, como podía haber ocurrido de no habernos parado a jugar con el agua y la tierra junto a aquel oso hormiguero que aspira las lágrimas hasta hacernos reír sin reservas, y que así nos den ganas de perdernos por sendas escondidas, de visitar la cueva del agua, paso a paso, sin prisa alguna, los ojos abiertos, rojo, amarillo, blanco, ecos, dulces postres, líneas verticales, líneas horizontales, palabras, palabras, palabras, y la música de Maria Coma.

29 de mayo de 2010

Insomnio

...La mente, llena de...
realidad, no logra descansar...
Las horas zumban y...
aletean al oído....
Sin sentido...
con todo el sentido...
Las huellas entre...
los puntos...
El preludio de...
la noche hoy parece...
un sueño...
si no fuera porque la mente...
llena de realidad...

28 de mayo de 2010

Las afinidades electivas

Alguna vez me he preguntado por qué no tengo buena relación con ciertas personas. No porque me lleve particularmente mal con ellas, sino porque no tenemos conversación o porque se comporta de una manera distinta a la mía con la que no me siento particularmente cómodo. A menudo lo he atribuido a diferencias de carácter y no le he dado más vueltas. No congeniamos, no hay química. Ni mucho menos empatía. Pero hoy, con una compañera de trabajo, lo he visto tan claro que no hay duda de cuál es el motivo.

Con todo lo que he escrito aquí es evidente que me gusta la literatura, la buena literatura, aquélla que desde la primera página te hechiza, te despierta todos los sentidos y de la que no sales indemne de ella porque ha cambiado tu vida para siempre. En cambio, esa compañera ha dejado muy claro lo que opina de la literatura: "yo quiero que un libro me entretenga, no que me haga pensar, que ya suficientes problemas hay en la vida y ya es demasiado complicada". Bueno, que la vida va en serio no se lo discuto a nadie, pero sí que un libro sea un problema. Que lo sea escribir de acuerdo porque requiere mucho esfuerzo. ¿Pero leer? Al contrario. Si lo que hace es aliviar todos los problemas, y hasta puede que nos los haga ver de otra manera. Incluso puede que la vida sea demasiado complicada por no haber leído los libros adecuados. No porque busquemos la salvación en los libros, sino porque éstos nos permiten desarrollar nuestra capacidad de razonar y de advertir que las cosas pueden ser de una manera muy distinta de cómo imaginamos.

Pero esa compañera siguió con su discurso convencida de tener toda la razón: "Yo no leo poesía, ésa no es mi sensibilidad, es la de otra persona y no la puedo compartir. Para mí la poesía siempre está escrita en 3ª persona. Sólo es sensibilidad y no hacen falta tantas páginas para expresar un sentimiento que además no es el mío"; "yo prefiero leer traducciones. A los originales les sobran muchos adjetivos que en la traducción se eliminan de un plumazo"; "yo quiero que me cuenten una historia, no lo que piensan"; "los clásicos son un tostón. Los que me leí cuando estudiaba me los aprendí por obligación, pero no me gustaron nada"; "hay que enseñar lo básico, eso los alumnos se lo tienen que aprender y si les gusta o no da igual"; "me vienen algunos con lo que tendría que haber leído, como si lo supiera todo el mundo, pero yo no tengo por qué leer eso"; "a mí la cultura no me interesa. Para mí leer es un ocio como dar un paseo. Y qué obras más feas tiene el museo de El Prado. A cualquier cosa le llaman arte".

A todo esto apenas he contestado alguna que otra palabra. Tendría una fácil réplica pero sé que a ella no le interesa. Como tampoco le interesará este diario, que tiene muchas de las características que ella condena. Así que contestaré aquí, sabiendo que aquí a alguien podría interesarle, con breves respuestas: para leer poesía se requiere una sensibilidad que no se puede entender más que en la propia poesía; las traducciones a menudo son una mala copia del original, las malas traducciones siempre son un mal resumen del original; "para contar una historia hay que pensar"; es difícil disfrutar un libro leído por obligación. Si no te gusta un libro déjalo: ya volverá a ti cuando lo necesites; yo quiero formar lectores, no alumnos brillantes...y huecos; me gusta recomendar lecturas a quien creo que pueden interesarle por sus gustos, nunca las impongo; a borrico regalado no le mires el hocico.

Qué gusto no sentirse solo en el mundo.

25 de mayo de 2010

Héroes






El momento en que la idea nace para la historia es cuando carece de dudas y se convierte en verdad.

Cuánto habremos aprendido sin ser conscientes de que lo estábamos aprendiendo. El conocimiento inmanente sobreviene como una promesa cumplida. Y no me refiero a doctrinas ni predicaciones sino a las historias que animaron nuestra imaginación mientras nos mostraban cómo era el Imperio Romano, el Congo, la Luna, el valor, el asombro, la compañía. La imagen simbólica del mundo trasciende a las líneas perfiladas de unos trazos reconocibles, y nos reconocemos en ellos, en su inmediata identificación.

En otra palabras y para que esto no sea un salto brusco: todo es tan simple como reconocerse en los pensamientos y en las acciones de estos dibujos. De tantas lecturas como hemos tenido y de algunas no alteramos en absoluto su recuerdo. Leíamos como devorando las palabras, una tras otra, y esperábamos la siguiente entrega como si de ella dependiera el futuro. La realidad no podía ser más optimista que esa sonrisa dibujada, y el enigma de la portada de qué aventuras se relatarían tras ella. Todo sería mucho más sencillo, todo entonces se explicaría en una acción o un gesto que no admite dobles sentidos.
Aquellos personajes nunca pueden engañarnos, nunca nos han traicionado. Siempre están a la altura de sus expectativas. Son los héroes de nuestra vida. Y quién no sabrá su nombre. Hubo muchos otros y muchos más vinieron después. Pero cuando se trata de héroes la primera imagen dibujada y perfilada que se nos viene es la de los que han derrotado hasta el tiempo de este mundo loco de insensatos.

23 de mayo de 2010

De tiempos posibles

En apenas dos semanas el pasado se ha hecho presente por dos encuentros memorables, tanto que se imponen por sí mismos y me obligan a transcribirlos de la manera en que este lugar lo permite. A fin de cuentas, ¿a quien pueden importar las cosas de uno mismo si no es a uno mismo? A muchos, parece ser, por las noticias de cotilleos y otros agujeros intrascendentes. Pero como a alguien le interesará, aunque sólo sea a uno mismo, debo consignar que, después de diez años, me reencontré con mis compañeros del colegio y con mis primos.

Fueron diez tanto en un caso como en el otro: diez de la última cena con algunos de los compañeros y diez de la visita a mis primos. Y, en apenas unas horas, fue volver al punto en que lo dejamos, con apenas unas arrugas que nos llevaran la contraria pero el mismo afecto, las mismas bromas, los mismos recuerdos. No soy muy amigo de las nostalgias, prefiero construir el presente y el futuro, pero es que justamente allí había presente, no sólo una colección de fotos y de anécdotas. Si digo que volví a sentirme el niño que no pensaba más que en jugar con los de la clase es que hasta las palabras se vuelven con la misma estructura, la misma ingenuidad. Tan sólo la conciencia no me permite serlo del todo, esa conciencia de hilar una palabras otra y del cómo y del cuándo. Y así fue también con mis primos, de quienes aún estoy asimilando que los volviera a ver después de tanto tiempo y de tanto cariño, pues cada vez que nos veíamos era un acontecimiento, siempre, sin excepción, y tan cruel la despedida como arrancarse las uñas.

¿Por qué, pues, dejamos que pase tanto tiempo? ¿Por qué no hacemos posible el tiempo? ¿Por qué hay que terminar con preguntas, como si sólo pudiéramos remitirnos a la duda de un nuevo e incierto encuentro? ¿Por qué me quedo con la sensación de que aún no he dicho nada?

4 de mayo de 2010

Apócrifo. Atribuido a mí

Uno piensa que es de su gusto lo que lee o ve o escucha porque se identifica con el texto o la imagen o el sonido. Se crea una empatía certera entre la percepción y la experiencia de ser uno mismo. Y entonces uno sustituye la anécdota ajena por su recuerdo.

Qué complicado pensarlo así. A ver qué tal se ve con luz natural.

Si pongamos que leo:

"Vengo de la calle. Día agitado. Chl me llevó a ver una silla especial para computadora, bastante cara pero que según ella resolverá todos los problemas de mi vida. La silla que estoy usando está por hacerme caer de espaldas. De todos modos tengo que esperar alrededor de una semana para que me entreguen la nueva - que, entre otras cosas, permite regular la altura del asiento -."

Enseguida este párrafo de La novela luminosa me evocará una situación muy parecida a la que cuenta Mario Levrero, y podría transformar el texto así:

"Vengo de la calle. Día agitado. Con Mar fui a ver una silla especial para el ordenador, bastante cara pero que según ella resolverá los problemas de nuestra espalda, que se está arruinando de tanto usarla frente a un monitor. La silla que estuvimos usando se balanceaba como una cobra negra, y ya parecía estar a punto de picarnos. De todos modos tuvimos que pasar alrededor de una mañana para que nos entregasen la nueva - que, entre otras cosas, pusimos a prueba con nuestros vaivenes en la tienda-."

Luego puede suceder que escuche por primera vez una canción como Wake Up de Arcade Fire:



Y su impacto emocional sea tan enorme que me obligue a escucharla una y otra vez,



y la multiplique en mi conciencia y me despierte algo como si la canción hubiese sido compuesta para mí. Y aunque en ningún momento lo crea de ese modo ya hablo de despertares y siento ganas de cantar como si de esto dependiera la salvación del mundo.

Por ahí, sin que se explique del todo, esté el significado de escribir, componer o pintar. Como una muestra de agradecimiento, puede ser la manera de devolver el favor, de entender qué es un espejo. Si uno estuviera solo el arte carecería de sentido. Y siempre faltaría una frase más que completara los puntos.

23 de abril de 2010

Sant Jordi

De todas las fiestas, de todas las fechas hay una especialmente señalada en rojo, aunque los calendarios la tiñan de negro o de gris y la rodeen de discreción y de intrascendencia. Éste es el día de Sant Jordi, el día del libro y de la rosa en Cataluña y el mejor motivo para sentirse catalán. Al margen de las listas mercantiles y de las alharacas ornamentales que quieren convertir este día en una especie de Navidad, hoy no existe más compromiso que el de regalar a quien te apetezca, sea tu pareja, tu familia o tu amistad. Y además es un libro. Y además puede ser un libro y una rosa.

La historia de Sant Jordi, como la conté hace tiempo, trata de un caballero al que le dio por matar a un dragón y así casarse con la princesa. El caballero tuvo una buena idea porque se ganó el amor de la princesa y además, como era muy culto y letrado, inspiró la buena costumbre de regalar libros que contaran su historia y muchas otras. No está mal pensado. Aunque no me extrañaría que estuviera compinchado con el dragón, quien podría haberle dicho algo así como: "mira, estoy cansado de aterrorizar a los humanos y de que éstos me sacrifiquen sus vírgenes. Si en el fondo me caen bien, tan débiles y sumisos. Pero no sé cómo hacer para no darles miedo. ¿Qué te parece si tú me clavas una lanza? No te preocupes, no me va a doler mucho. Yo luego me transformaré en un rosal de los de rosas rojas y así todos se alegrarán de verme". Y colorín colorado, este cuento ha terminado. Luego vino la leyenda, pero eso es otra historia. Hoy me quedo con la rosa, con los libros, con los premios (¡Amira ganó el de literatura!) y regalo estas pocas palabras antes de perderme en la nostalgia.

6 de abril de 2010

La casa del bosque

Sucedió como un azar premeditado. Y no por eso dejó de ser menor la sorpresa. Cuando supe que iba a pasar el día de la Mona en el cercano pueblo de Áger advertí, ya en camino, que el sol me quemaría sin una crema protectora, que aquellas zapatillas eran endebles para las piedras del camino y que mis piernas y el resto del andamiaje acabaría molido a golpes como una guitarra en un concierto neurótico. Sorteamos en una Renault Express los baches, las rocas movedizas, los resaltos y las pendientes; y la dejamos junto a una ermita en ruinas que contaba con inscripciones memorialistas ("por aquí pasó...") de hasta 1976. A pesar de los anchos caminos y de todas las personas con las que nos cruzamos en bicicleta, en otro coche o en parapente, de repente estábamos solos en medio de un bosque. Serían más de las tres de la tarde. Habíamos comido con tanta abundancia que el sol aprovechó para cumplir su amenaza mientras descorría el velo de sombra de una encina, bajo la que nos habíamos tumbado. Yo probé una de las bellotas que teníamos como colchón y su dulzura me llevó que guardara otras en la bolsa. Entonces sugirieron: "vamos a ver la casa de un amigo de mi tío, no está lejos". Y, como aún había que bajar la comida, subimos a pie por el camino que nos había traído. "Debería haber alguna senda hacia la derecha". La tierra, blanda y seca como arena, aún mostraba las huellas de un jabalí que, dócil, había elegido los márgenes, como acostumbrado a las carreteras. "Ah, mirad, podríamos ir por aquí, parece que se puede pasar". Uno tras otro, caminábamos al paso de las hormigas, haciendo crujir las hojas caídas de los árboles. Romeros y tomillos, y el canto de un pájaro. Parecía una estampa sacada de un cuento fantástico, alguno de esos cuentos románticos que escribió Bécquer en los que el aire es azul o verde y parece que en cualquier momento pudiera aparecer una ninfa o un lago encantado, en medio de nuestro rutilante paso, como si pasara nada. Y entonces pasó.

Llegamos a donde se alzaba la casa, toda una casa con su jardín, su corral, su entrada, sus ventanas enrejadas y su cartel delatando su nombre: La cova d'en Rossell. Estaba construida en la oquedad de la roca, de tal manera que se hallaba incrustada a ella. El agua se filtraba por la pared agreste e incluso goteaba en algunas curvas.
Entramos por la puerta principal, miramos por las ventanas y rodeamos la fachada hasta dar con una puerta entreabierta. Una escalera. Subimos y nos encontramos con un pequeño dormitorio, con dos colchones, un espejo, dos perchas, una silla plegable y una mesita, con una pesada maleta. Y dentro de la maleta, un enorme libro de tapas metálicas que había dejado el dueño de la casa como libro de visitas para que los visitantes dejaran su propia huella. Leímos algunas historias sobre Villena, Aragón y otros lugares, y decidimos dejar la nuestra: "somos los últimos supervivientes de la civilización maya o de sus premoniciones, aún no lo sabemos", etc. Al terminar cada uno dejó un garabato y dejamos el libro, la habitación y la casa tal como nos lo habíamos encontrado. Como buenos viajeros de paso, enriquecidos de recuerdos, llenos de vida.

30 de marzo de 2010

La luz por la mañana







Edward Hopper: Morning Sun.


¿Cómo será levantarse en los lugares donde nunca he estado? ¿Será la misma luz, la misma ventana? ¿O, aunque en apariencia el despertar y el sol sean los mismos, serán distintos la mirada y el reflejo?

A pesar de los numerosos viajes que he hecho soy de los que no pueden dormir a gusto si no es en mi cama. Ya pueden darme una muy cómoda, mullida, arropada, caliente, silenciosa: hay un temblor dentro de mí que me impide caer en el sueño profundo, como si de repente sorprendiera a una visita intempestiva en la casa de mis anfitriones o alguien fuera a abordar la habitación de mi hotel.

Durante mucho tiempo esa sensación fue mórbidamente intensa. Tanto si me hubiera acostado temprano como si acabara de meterme entre las sábanas, me despertaba a las seis en punto. Sin posibilidad de retrasarme ni adelantarme ni un solo minuto. No podía evitarlo ni cambiando la hora del reloj. Esto que podría parecer una ventaja para nunca llegar tarde era un verdadero fastidio cuando me esperaban dos o tres horas después. Y yo, que nunca he sido de madrugar, no tenía más opción que de encontrarme con mis pensamientos a falta de poder salir de la habitación o de recurrir a los libros o la música.

Así nacieron muchas páginas que ya no recuerdo. O sólo las recuerdo en los sueños. O sólo en las vigilias.

Por suerte creo que ya cambié esa costumbre tan desagradable. Pero quizás haya que agotar las mañanas de los lugares que aún me esperan para que me reciban, para que me hagan sentir como en casa, como en mi cama.

20 de marzo de 2010

Primavera

Una semana y media sin añadir ni una coma, y el resultado ha sido tan drástico que si la entrada anterior estaba en medio del invierno hoy comienza la primavera. En otras circunstancia este hecho sería irrelevante. Es raro el año que celebre esta fecha o incluso que sea un día señalado, porque a menudo no corresponde al tiempo físico y ni siquiera meteorológico. Esta semana amaneció en invierno, luego fue abriendo poco a poco sus flores, se entrecerró en un oscuro frío y por fin hoy la percibimos tan contemporánea que se trajo la cálida luz de las Azores.

En esta parte del mundo, en Mantua, en Corinto, en Nantes, en Ljubliana, en Pernik, en Constantinopla, en Damasco, en Alejandría, en Orán, en Sintra, nos asomamos a la ventana y vemos a las abejas y a su familia zumbando de flor en flor, y recordamos ese haikú de Issa Kobayashi:

Bajo el cerezo en flor
nadie es
tan extranjero.


Que nos acompaña y nos hace sentir como en casa. Y de alguna manera también estamos en Portugal, en Argelia, en Egipto, en Siria, en Turquía, en Bulgaria, en Eslovenia, en Francia, en Grecia o en Italia.

Esto es una falacia, claro, pero quizás no lo sea menos que hoy comienza la primavera porque de repente el cielo se ha vuelto blanco de lluviergüenza y amenaza con oscurecer la poca luz que ya entra por la ventana. Sí, dan ganas de pasear en bicicleta, de escuchar a Vivaldi, de decirle a Issa que no estará solo porque los árboles ya han florecido. Pero qué ganas, realmente qué ganas dejarse llevar por los buenos aires y estar en el otro cabo del mundo.

9 de marzo de 2010

En medio del invierno

En medio del invierno los días se aceleran y ya quieren hablarnos de primavera. Sol negro por la mañana, sol gris por la tarde. Y de repente nieve. Las penas de los contratiempos distan de atraparnos, el futuro se viene como un soplo constante, hay una extraña alegría solazada en los rincones que se levanta sin sombra y zumba a nuestro alrededor. Ya no hay retiradas, salimos a jugar y tiramos la llave. Todo ayer se vuelve ahora. El aire es frío y no importa, porque el azar se conjura a nuestro favor, el azar es una pluma blanca que se balancea, gira y se multiplica en miles de plumas. Las nubes pestañean, la luz deriva su rumbo pero no se aleja, pronto iniciará el amanecer. Aunque la vida se simule a sí misma y se recate en los calendarios, los caminos convergen en nuestras manos. El tiempo rueda como una llama. Y simplemente nieva.

7 de marzo de 2010

Los premios

Nunca me han convencido los premios. Muchas veces me han parecido injustos y arbitrarios, dependientes de unos criterios tan subjetivos como son el estado de ánimo de quien premia, la simpatía, el amiguismo y otros más que poco (por no decir nada) tienen que ver con el objeto premiado. ¿Quién puede decidir, en última instancia, que esto o aquello está bien o es mejor que lo demás?

Podría haber pensado esto a propósito de la entrega de los Oscar, aunque no sea el caso. La edición de este año se ha presentado como un duelo entre Avatar y En tierra hostil (había escrito "hostial" y no quedaba mal, no), animado además por el hecho de que los directores de las respectivas películas hayan estado casados. Lo cierto es que no puedo decir nada de esas películas porque aún no las he visto, pero sí en cambio de Inglorious Basterds y Precious, y me han gustado hasta el punto de que las consideraría más dignas de ser premiadas, al menos entre las que han entrado en la nominación ya que no lo están ni La carretera ni Celda 211. Pero claro, esto también sería sólo según mi propio criterio.

En cuanto a música, poco se puede decir, cuando ha primado más la comercialidad que la calidad.

Y de la literatura, algún que otro premiado habrá sido meritorio, pero no deja de llamarme la atención que mis autores preferidos (Paul Celan, Fernando Pessoa, Jorge Luis Borges, Franz Kafka, Julio Cortázar) no hayan recibido el Nobel, y sin embargo sí se lo otorgaron a, por ejemplo, Winston Churchill.

Siempre he pensado que el mayor premio es que haga disfrutar con lo que hago (a pesar de que esta entrada sea muy discreta). Y el que pido también, obvio. El resto (dotaciones económicas, honorarios comerciales, fenómenos de masas, etc.) es algo ajeno, como de otro mundo, como si no tuviera que ver con nosotros.

(prometo esforzarme más la próxima vez)

2 de marzo de 2010

Si viviera...

Volviendo a casa esta mañana no sé por qué he recordado una frase que me llamó la atención en la reciente entrega de los Goya dicha (no sé cuál de los tres directores) por el que recogió el premio a la mejor película de animación. La película era Planet 51 y la frase en cuestión era "Si Goya hubiera vivido hoy, hubiera hecho animación", y así como en estas pocas líneas he convocado muchas rimas que me causan emoción también esta mañana he recordado esta otra frase atribuida a DJ Chamiito y copiada en muchas firmas: "Si Mozart hubiese nacido a finales del siglo xx hubiese sido DJ". No quiero ser petulante con las correcciones (debería ser 'Si tal hubiera o hubiese... habría' y no repetir 'hubiera... hubiera', 'hubiese... hubiese', etc.), sino que me ha dado por pensar en la moda ésta de atribuir a muertos ilustres una nueva dedicación de seguir vivos. Puede que sea por caminar bajo la lluvia, por volver a casa o por escuchar la música de Emir Kusturica, pero me sorprende la familiaridad que tienen algunos con famosos cuya vida y pensamientos conocen tan profundamente que saben incluso qué harían si resucitasen siglos después de haber muerto. Así que, puestos a divagar, pensemos otros ejemplos, los que vayan surgiendo, así como quien no quiere la cosa.

Si hoy viviera Cervantes sería adicto a internet pero no chatearía.
Si hoy viviera Catulo se llamaría Catalina y trabajaría de corista en Las Vegas.
Si hoy viviera Simón Bolívar le daría collejas a Hugo Chávez hasta que le doliera la mano.
Si hoy viviera Van Gogh se cortaría las dos orejas y el rabo.
Si hoy viviera Berlusconi sería actor de películas de serie B (ah, no, que aún no ha muerto).
Si hoy viviera Beethoven rompería su audífono.
Si hoy viviera Hitler tendría un despacho en el Fondo Monetario Internacional.
Si hoy viviera Franco suspenderían su programa de monólogos por falta de audiencia.
Si hoy viviera Kafka seguiría trabajando en su oficina de correos.
Si hoy viviera Bukowski rodaría películas porno.
Si hoy viviera Homero sería cronista de guerra en África.
Si hoy viviera Colón viajaría a Marte para descubrir vida inteligente y descubriría agua en la Luna.
Si hoy viviera Hipócrates sería cirujano plástico.
Si hoy viviera Petronio frecuentaría todas las noches las discotecas de Barcelona.
Si hoy viviera Eróstrato participaría en Gran Hermano.
Si hoy viviera Rimbaud sería pirata informático.
Si hoy viviera El Greco sería fotógrafo publicitario.
Si hoy viviera Leonardo da Vinci sería arquitecto y además pintor, grabador...

25 de febrero de 2010

No preguntes por qué

Cuenta Alberto Manguel en La biblioteca de noche que "en abril de 2003, el ejército angloestadounidense permaneció de brazos cruzados mientras que los Archivos Nacionales, el Museo Arqueológico y la Biblioteca Nacional de Bagdad eran saqueados. En unas cuantas horas, gran parte de los testimonios de la historia más antigua de la humanidad se hundió en el olvido. Las primeras muestras conocidas de escritura, fechadas hace seis mil años, crónicas medievales que habían escapado al pillaje de los secuaces de Sadam Hussein, numerosos volúmenes de la exquisita colección de ejemplares del Corán conservada en el Ministerio de Asuntos Religiosos, todo se perdió, probablemente para siempre". Ante esto, ¿qué puede decirse que no sea obvio? ¿Que hay que seguir luchando contra el olvido? ¿Que la cultura y la sabiduría no deben sucumbir ante el fanatismo y la ignorancia? ¿Que no está de moda pensar y que cuanto más idiota pareces mejor te van las cosas? Yo sólo sé que contigo me siento menos extraño en este mundo.

23 de febrero de 2010

Lo que no escribo

Lo que no escribo es más de lo que escribo. En la paradójica condición de escribir o vivir, con sus variaciones de escribir sobre lo vivido o la incierta de vivir sobre lo escrito, da como síntesis escrivivir, que viene a ser la experiencia de sentir en la escritura un apéndice imposible de hallar en el resto de la vida. Pero lo escrito sale perdiendo. Lo escrito debe luchar contra las interrupciones, contra las postergaciones y contra todos esos hálitos de la realidad que nos piden que les hagamos caso, que qué cosa es juntar palabras, qué pérdida de tiempo es ésa si hay tantas cosas por hacer y tenemos el horario lleno.

El único sentido posible de la escritura es la lectura, que es su respuesta.

Mientras tanto seguirá habiendo retóricas que nos llenen los bolsillos de silencio.

Pero lo que no escribo no es el silencio sino el olvido.

Y, a veces, lo que escribo no es lo que quería escribir y acaba derivando a algo muy distinto de lo original, cuya sutil relación apenas entreveo. Por eso ahora recuerdo las historias que nadie pensaba escribir pero se escribieron, aquellas historias extraordinarias que brillan por un tiempo en las noticias y que luego desaparecen por completo, como si nunca hubiesen existido; pero fueron escritas y volvieron a nacer, bajo otros ropajes, con otra vida, completamente nuevas. Eso mismo han hecho Michael Nyman y David McAlmont, de los que he encontrado este único tema en directo. Por lo demás la realidad se impone. Me voy con la música a otra parte.

20 de febrero de 2010

Sobre principios

En el inicio todo es confuso. Una amalgama de impresiones lucha por imponerse y triunfar sobre el blanco del papel, como el iris deja su impronta sobre el blanco del ojo y le pone su punto final en la retina, el centro, la negra tinta que fijará nuestra atención.

Pero el inicio es una pequeña explosión que salpicará según la intensidad con que caiga, y si falla siempre podremos hacer borrón y cuenta nueva, y empezar una vez más, siempre que tengamos el suficiente aliento de volver a intentarlo y que no nos lo impida el miedo de volver a equivocarnos.

Alguna vez he concebido el mundo como una hoja de papel que se arrugó y se hizo una bola por haber salido mal el esbozo; pero se postergó la nueva hoja y sólo quedó el borrón, con sus garabatos, sus relieves, sus accidentes. Y si George Steiner dijo que "no nos quedan más comienzos" tal vez haya que creerle, tal vez haya que convertir los inicios que tenemos en principios, mejorando lo presente, evitando las demoras. En el fondo todo es más claro.

16 de febrero de 2010

De lo espiritual en el arte

Asta su abuelo,
de Los caprichos. Francisco de Goya y Lucientes





Me levanto del sofá después de haber visto Perdidos (o Lost) en la tele y quiero salvar el día tomándome un té. Sería exagerado afirmar que con sólo escribirlo ya lo habré logrado, pero algo de cierto hay en esto, algo que se me escapa porque no guardo el pensamiento en mi interior ni el texto en una carpeta; y entonces texto y pensamiento adquieren el significado de un presente continuo o más bien de un pasado continuo. Aquí todo ya pasó, todo ya se hizo. La próxima vez que entre será un salto al vacío y tendré que volver a tejerme la red donde podré aterrizar. Me costará reconocerme, seré otro, de una estupidez aterradora o de una inteligencia inverosímil, pero ya no seré yo porque en ese momento seré incapaz de reproducir las mismas palabras. Y si encajan en su lugar no será por mi pericia o mi torpeza, sino por ese azar que es aplicar lo aprendido. Cada día debo reconocerme en lo trivial y en lo extraño. Entonces me demoro en el detalle, pienso en las vaguedades, las ausencias, las palabras compartidas. Y así me siento más yo siendo otro, me acuerdo de los amigos a los que no veo desde hace tiempo y me imagino acompañándolos por los cafés del mundo, con la esperanza de que el sueño venza la sinrazón.

11 de febrero de 2010

Cacofonías

Recién vista la película "El erizo", basada en la novela "La elegancia del erizo", retumba valiente, entre tantos parlamentos, la frase que los personajes leen en uno de los libros que consultan tan a menudo como comezón o como coletilla a modo de estribillo. La frase es «Las familias felices son todas iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera» y está extraída de Ana Karenina, Tolstoi. Y a fuerza de repetirse nos sentamos a pensarla para preguntarnos si nuestra familia es feliz (y que sea como las demás) o si es infeliz (y entonces habría que pensar en sus particularidades). En cualquier caso, como quien no quiere la cosa, se nos ve el plumero que no tenemos ni idea de familias porque vemos todas las familias felices y la que no, no nos parece una familia. Al margen de familias, la película-novela es un alegato por la felicidad. Que lo logre es pedirle que se ocupe de lo que es nuestra responsabilidad, pero sin duda nos acompaña, nos entretiene, nos contiene y nos hastatiene de principio a fin, y que el discurso moralizante sea lo que se sobreentiende. Para entonces habremos pasado hora y media de una compañía que sólo será ficticia en su temporalidad, y el punto final vendrá abrupto, casi como puntos suspensivos.

7 de febrero de 2010

Campo abierto


(Closer)



Tiempo atrás, el mundo parecía mejor, todo estaba por estrenar y lo nuevo tenía un sabor delicioso. Lo que ellos decían a menudo correspondía con una cadencia propia. El ritmo se encontraba con la realidad y aunque a algunos no les gustaban los futuros (les sonaba a vieja retórica) los futuros seguían insistiendo con sus llamadas al timbre hasta ser atendidos. Hoy esto puede sonar a discurso vago, vano, hueco. No sabemos quiénes son ellos ni qué hicieron. Nos parecen tan desconocidos que los llamamos ellos cuando somos nosotros mismos.

Un regalo. Una mujer cargaba con su hija de un año mientras hablaba con una amiga. A su lado, otra hija, de unos tres años. La menor miraba a su hermana por encima del hombro de la madre. No necesitaban hablar, la conversación de su madre les traía sin cuidado. Tenían un asunto más importante del que ocuparse. La hermana mayor se acercó a la menor y ésta se agachó hasta la altura de sus labios. Y se besaron. Los labios y la lengua en armonía. Sin reserva ni medida. Un brillo mojado y fugaz. Al separarse la hermana menor rió de placer y la mayor obedeció el gesto de la madre, que se acomodó mejor.

Aun con retraso, hay que recoger en un diario el haz de luces y de sombras que nos rodean. Así, puede que entre sus oscuros fragmentos volteemos la horizontal rigidez de tumbarnos en la línea y despertar del olvido.

Las palabras siguen crujiendo como secas, son como una indigestión que no acaba. Aún somos la madre que habla hasta el cansancio. Y su conversación, surgida de un encuentro casual, será tan profunda como las veces que haya que repetirla, que quién sabe qué se dijo, qué se dejó de decir, que nos vemos, que hasta otra, que cuanto tiempo, cómo estás, qué es de tu vida, has sabido lo de, yo bien, todo bien, tienes prisa, y cómo llevas lo de, tenía que contarte algo, no sé qué pasaba, este dolor me está matando, y digo, qué bueno, ya está, en fin.

25 de enero de 2010

Los versos desafinados

Sientes el dolor de la noche
Las horas filamentos
La luz torre de cera
Quisieras estar con los verbos
Y no hallas más que nombres
Como velos superpuestos
Suelo sucio y mojado
Tus ojos en los viejos tiempos
Polvo sueño ausente
Las malas traducciones
El orden desordenado
Las fotos también salieron
Veladas, las rimas son impares
El ritmo no tiene cuerpo
Y no hay antologías
Que incluyan tus palabras.

20 de enero de 2010

Apuntes sobre la estética de la recepción mientras se limpia el teclado

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RECONSTRUCCIÓN
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CUANDO YA NO SE CONCRETAN CUALIDADES METAFÍSICAS DADAS SINO NUEVOS OBJETOS ESTÉTICOS QUE SÓLO APARECEN HISTÓRICAMENTE APARECE EL PROBLEMA DE LA RELEVANCIA DE UNA CONCRECIÓN CUYA ACCIÓN CONSTITUTIVA ES ASÍ RESPONSABILIDAD DEL LECTORptrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrkjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjnbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbhg7bhjnnnh

9 de enero de 2010

Prosa, poesía

Después de una entrada de año tan celebrada ahora viene un tema prosaico. O poético, según se mire. La cuestión es que una mañana los habitantes se desperezan, desayunan, salen a dar una vuelta, hacen unas compras, visitan la biblioteca y allí hojean un artículo poético titulado "De la improvisación a la conciencia poética: pasaje de ida y vuelta"; y en medio de esa verborrea los habitantes también encuentran la suya, cuando parecía que se había quedado entre las sábanas, y no se les ocurre otra cosa que preguntarse qué diferencia la prosa de la poesía, esa interrelación que tantas veces se ha abordado como prosa poética, poesía narrativa y demás torpezas.

¿Pero a quién puede interesarle este tema? Si dicen que hoy nadie lee poesía (o, como se cuenta en el artículo hojeado, los poetas se leen unos otros, el público de la poesía son los propios poetas). Bueno, también dicen que hoy sólo leen unos pocos, pero se ve que la palabra más buscada en la categoría Compras es precisamente 'libros'. Al menos en ese estudio porque éste otro tiene pinta de ser más exacto y el tema por el que giran todas esas palabras no podía ser otro que el sexo, que no está relacionado directamente con la poesía. Y por si fuera poco estamos en crisis. Y "nadie quiere oír hablar de principios, sean poéticos o de cualquier otra índole". En fin. Como se trata de animarnos un poco diremos, sin corrernos, que así como hoy se lee más que en ningún otro tiempo porque los libros están más al alcance de la mano y de la vista también es de suponer que hoy se lee poesía más que nunca, aunque no venga firmada por Shakira, Sandra Bullock o Kobe Bryant, al menos hasta que no publiquen sus poemas. Así que ya que se ha lanzado el tema que aterrice.

La extensión, la disposición,
el ritmo, la rima
de frases y versos.
Todo eso viene muy bien
como ayuda
y sin duda es muy valioso.
Pero esto no convierte
estas líneas en poema.
Esto es prosa.
¿Por qué?
Pues sobre todo
porque está escrito
pensado como prosa.
Pero no es imprescindible.

Lo que es determinante para distinguir el verso y la prosa es el resultado:

Cuando nos admiramos del lenguaje en que está escrita una obra estamos hablando de poesía; cuando nos admiramos de cómo está construida una obra para que liguen todas sus partes y se desarrollen de tal manera que capten nuestra atención, eso es prosa.

Claro, se podrá decir enseguida que no, que no es así, que la poesía necesita que todas sus partes se liguen y que es importante todo el lenguaje. Eso es porque ambas obras son literatura.

También se dirá que algo hay de verdad, pero habría que matizar, acotar, explicar. Bueno, lo importante es plantar el germen, la semilla. Luego cada uno lo hará crecer a su gusto, podándolo, guiándolo con cuerdas y bastones, hasta llegar, una vez más, a la literatura. Y por ahí también hasta llegamos a la poesía.

1 de enero de 2010

¡Por fin 2010!



¡Sí, por fin veinte diez! Qué ganas de poner las dos cifras redondas y que huela a año nuevo. La tierra ya está mojada, lista para que crezcan deprisa nuevas semillas. Hay un nuevo espíritu o una nueva alma o una nueva voluntad de superar el crack del siglo XXI y que los Nuevos Aires se reúnan hasta que muestren todas las virtudes dispersas. Hasta el blog tiene un nuevo aspecto, ya que el anterior era el de la imagen.

Esta manera tan alambicada de comenzar es para balancearse suavemente al son del Danubio Azul en el concierto de Año Nuevo. Despertemos sin hacer ruido y quedémosnos para siempre. Vamos, un leve cabeceo, el sonido de la ventana mecida por un aire. La cama gime al darnos la vuelta. El suelo es blando. La piel es fría, se estremece, pero apenas. Y ya los dos pies en paralelo, en media vuelta, en vuelta entera, ya estamos, ya nos incorporamos. Hoy sí, hoy sí, hoy es el día, hoy sí, hoy sí, hoy sí es el día, hoy sí, hoy sí, hoy sí es el día del inicio. Abrimos las manos blandas como el sueño de anoche. Un dolor de cabeza se aparta como una mampara al primer paso. Y con cara de tontos podemos sonreír. Y creernos nuestras verdades, pues la luz del buen año ya está bailando, entusiasta, frente a nuestros ojos, y bien podemos pensar que atrás queden las penas, que ya saldaron su cuenta, y que las próximas no sean penalidades sino banalidades de lo que ya fue.

Por una vez los deseos van a ser los mejores.