26 de septiembre de 2010

Soneto en prosa

En dirección al futuro, el pensamiento es un enjambre que no se detiene aunque tenga que zigzaguear en el aire, sorteando las dudas surgidas del miedo. El futuro es la promesa de revelar el secreto de nuestra existencia. Tenemos que prepararnos para cuando la bruma se ablande y no resistirnos a cumplir nuestras aspiraciones.

Es sobre el pasado cómo uno se hace concreto. Sin embargo el pasado cada vez se emborrona más, se adormece en su consabida inmovilidad. El pasado es el bostezo de contemplar una vela mientras se derrite. Nos pertenece el por qué y el cuándo de las sombras y de las arenas. Nada de lo que llegó ya nos resulta extraño.

Pero debemos desconfiar del azar, no siempre se pone de nuestra parte y sólo nos conduce a no saber nada. Debemos conocer nuestra mano como sabemos qué contiene un puño cerrado. Las posibilidades están ligadas, anudadas, empuñadas.

Y aunque el dolor a veces tenga la razón sólo puede ser intruso quien no anunció su invitación. Uno sabe de qué historias se hablan. Pues el futuro contó los pasos del pasado, le sigue hasta el borde de la huella, como el recipiente que contiene todas las palabras.

18 de septiembre de 2010

Lluvia tras lluvia

Lluvia en Buenos Aires.
Lluvia en Madrid.
Lluvia en Barcelona.

Los viajes de vuelta son tan breves, tan intrascendentes. No importa cuánto tarde el avión o el tren. Es una vuelta que no deseas. Sólo sabes que vas avanzando hacia lo conocido, que es lo de siempre. Y no quieres esa calma, porque en esa calma no pasa nada. Tienes sueño, te mueves por los pasillos como un autómata que no puede resolver la partida jugada. Obedeces todas las órdenes edulcoradas de forzada amabilidad, te dejas conducir por los carteles, no te preguntas si son contradictorios o no. Y entonces acaba la vuelta, porque sabías dónde acabaría, porque vuelves a estar entre vuelta y vuelta. Y no puedes dar marcha atrás.

3 de septiembre de 2010

Las literaturas nacionales en la encrucijada global

Conferencia de Josefina Ludmer y de Dardo Scavino en el MALBA. ¡Felicidad!
Bueno, no tanta cuando para llegar hay que combatir una lluvia de varios días y el colectivo me deja a diez minutos (que son más de quince por gentileza de la orientación). Pero llego justo a tiempo, la puntualidad argentina ya es proverbial y en el momento de entrar en la sala oigo cómo la moderadora presenta a los invitados a la conferencia, que más bien es una charla. Saco un papel y tomo unas notas:

El nombre 'América latina' nace con intención política en 1857 por un artículo del chileno Francisco Bilbao, a propósito de la invasión de Nicaragua por parte de Estados Unidos. Es un claro posicionamiento frente a la denominación 'América sajona', la perteneciente al país invasor.

La palabra 'revolución' no aparece en los actos conmemorativos del Bicentenario cuando precisamente celebran la independencia de Argentina (y de otros países que no participan en los festejos, dándose todos de manera aislada, a nivel nacional).

Se percibe mejor lo latinoamericano desde el exterior porque los europeos no aceptan como iguales a los argentinos y a los de otros países de América latina.

Muy interesante. De acuerdo. Salvo que añado una apreciación a la última nota: los latinoamericanos tampoco aceptan como iguales a los europeos. Ya puedo pasar años en el país que aún se me supone el gashego gritón con aire de boludo que habrá venido a gastar euros en cualquier cosa más anodina que excepcional. El origen es un rastro de piedras como migas de pan que nos delata y nos persigue. No hay manera de que nos libremos de su peso por mucho que liberemos poco a poco.

Acabada la conferencia me acerqué a Josefina Ludmer. Enhorabuena, me encantó, se me hizo muy corta, me parecieron muy cercanas muchas ideas porque también las estudio bla bli blu.

Una sonrisa como respuesta.

Un saludo a alguien que también esperaba. Qué tal, cómo andás. Etcétera.

Una espalda muy hermosa. Vieja chota.

Me fijé en el entorno y percibí un ambiente de falsa camaradería en que todos se conocen y todos se saludan porque forman parte del mismo gueto. Había algo nauseabundo en el falso interés por los otros miembros del grupo, así como en el cierto desinterés por los que no formaban parte de él. De modo que arreglé mi chaqueta y, sin más dilaciones, salí del Malba con paso tranquilo. Qué asco de conferencia, pensé. En cuanto me lea el libro lo regalo.