3 de octubre de 2010

"De Rayuela, capítulo siete"



Bastan esas palabras para que, al instante, se reproduzca en mi mente: "Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, como si por primera vez tu boca se entreabriera", y así seguir hasta que "te siento temblar contra mí como una luna en el agua" con la misma naturalidad que unimos dos azares.

Primero el capítulo 7 de Rayuela, luego la introducción de una lectura de los cronopios para volver a Rayuela. Antes que otros discos elegí el de Gotan Project al leer que el segundo corte se titula como la novela de Cortázar. También "pienso que, realmente, no hay casualidades", como Silvia Monrós-Stojakovic en su correspondencia con los Cronopios que tengo en mi mesita de noche. Esto, más que una alusión al azar, es una constante certeza. Lo raro sería lo contrario, que dejara de buscar, que sucumbiera a lo cotidiano y me desgastara su fealdad, como la tele gasta la vista y acorta la vida de los sentimientos, y quedarnos sin fuego mientras afuera suenan tambores como trenes galopando.

Para llegar al peligro de la satisfacción hay que arriesgarse, no con el riesgo de tomar café y helado, sino al verdadero salto a la realidad. ¿Hasta cuándo vamos a esperar? Godot no vendrá, no se llevó las llaves. Vayamos a buscarlo, no sea que el agua se le enfríe o se nos acabe la yerba. Y sí, hoy es el día en que comienza nuestro retorno prometido al Cielo para los dos.