27 de julio de 2011

Literatura y rock

Muy interesante la jornada sobre literatura y rock argentino organizada en el Ecunhi de Madres de Plaza de Mayo, en la antigua Escuela de la Mecánica de la Armada. Lo que puede cambiar el sentido de un lugar por el uso que se le da: de escuela militar a centro clandestino de detención y tortura, de centro clandestino de detención y tortura a espacio cultural. Y la evolución ha sido tan completa que yo, siendo ajeno a lo militar y a las torturas, me he sentido muy cómodo en un lugar donde la cultura era lo que más importaba.

Primero, un documental sobre los 30 años del rock argentino. Muy útil para tener una visión global de lo que ha sido esa música en Argentina y ver que por ejemplo Gustavo Santaolalla, antes de tocar tango electrónico y componer bandas sonoras, tenía un grupo llamado Arco Iris, cuyo nombre ya delata su estética.

Segundo, una lectura poética de Juan Desiderio y Marisa Negri. Vale la pena conocer a una poeta como Marisa Negri y explorar con ella esa región porteña tan inaudita como es el delta del Río de la Plata. Y además organiza algo tan bello como un proyecto de llevar la poesía a las escuelas (http://poesiaenlaescuela.blogspot.com/).

Y de postre, Miguel Cantilo, toda una eminencia en la música argentina. Y la charla que conllevó para confirmar: que la música argentina de las radios sólo es la puramente comercial sin fondo ni riesgo; que los productores musicales son meros empleados de las discográficas sin que apenas intervengan en los discos; que en las radios comunitarias se pueden escuchar los grupos más atractivos; que el rock sustituyó al tango por la decadencia de las orquestas y eso a los tangueros les llevó sentir animadversión por los rockeros; que si Miguel Cantilo va a publicar un nuevo disco de temas inéditos es porque aún tiene mucho que decir; y que la situación musical argentina es, en definitiva, la misma que la española.

26 de julio de 2011

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Como si fuera una historia, un avestruz no puede ver la solución porque los problemas son la tierra que tapa su cabeza, pero no por cobardía sino por su propio peso. Entonces el avestruz, angustiado, no tiene más remedio que inclinar su cuello y perder su verticalidad para ser un ridículo emplumado. Habría que removerle la tierra, correrla a un lado para que levante cabeza y recupere su velocidad. Por ahí el poeta ya no es un albatros ni un cisne sino un avestruz que ya no vuela ni nada, sino que debe correr a ras del suelo para eludir los nuevos árboles y crear su velocidad de las cosas. Algo así podría ser.

22 de julio de 2011

Indecisiones

Esta huella que voy dejando puede ser recogida por quien venga de paso, siempre y cuando no sea interrumpida. Cuando nos interrumpen nos quedamos incompletos... ¿pero si hubiéramos seguido habríamos llegado a completarnos? No sé, esto parece una manera de divagar de la nada, nadando en la nada. Nada. Ilegible. Por ahí no se puede leer porque no se quiere leer. Y ahí surge un poema. De Paul Celan. Que dice (nos dice, nos da):

Ilegibilidad de este
mundo. Todo doble

Los relojes fuertes
dan la razón a la hora escindida,
roncamente.

Tú, enclavado en lo más profundo de ti,
te resurges
para siempre


De Parte de nieve, seguiré su rastro en la nieve antes de que vuelva a detenerme una interrupción.

14 de julio de 2011

Leer, releer

Leo un haiku de Bashō:

El sonido del remo
en el agua
en la noche
en las tripas heladas.

Y enseguida tengo la sensación de que algo no está bien. Lo pienso por unos instantes y se me ocurre una variante:

Eco del remo
en las tripas heladas
de la noche.

Que mantiene la estructura típica del haiku de tres versos con 5-7-5 sílabas. 'Sonido' me parece una palabra obvia porque hasta el silencio suena y en cambio el eco tiene sonido de ida y vuelta y admite que participemos en él. Por otro lado 'agua' es una palabra que se sobreentiende porque se suele remar en el agua (lo raro sería remar en otro líquido). Un haiku es (parece) simple pero no debe ser obvio. Claro que esta interpretación del poema es la mía y puede que sea errónea o tan inexacta como la anterior. A fin de cuentas yo no sé japonés (el original es Ro no koe nami wo utte harawata kôru yo ya namida) y todas las lecturas son traducciones de lo que quiso decir el autor a lo que entendemos nosotros. El hecho de que el poema esté en una lengua distinta a la mía es sólo otra clase de traducción. Luego ya veremos si lo aceptamos o lo dejamos pasar de largo.

11 de julio de 2011

Por leer a destiempo

A pesar de los alientos por lo que escribo aún me cuesta creer que importen mis textos, salvo la crítica de textos ajenos porque puedo mandárselos al autor y compartirlo con él, ese otro tipo de comunicación que de alguna manera también hallamos en los blogs pero en una escala menor porque no hay tanto que decir. Así que mientras me complico dándole vueltas a mis ideas personales comento las ajenas. Lo que en ningún momento puedo dejar es la lectura, y ahora estoy leyendo a Susan Sontag y a Roland Barthes, unos libros que se publicaron en los años '60 y que entonces no leí por mi edad y porque otro libro les ganó la partida.

Sontag y Barthes siguen siendo dos escritores muy interesantes. Quizás algunos de sus pensamientos han envejecido porque la literatura de hoy no es la misma que la de hace cincuenta años pero lo que ha perdido valor literario (y tiene de histórico) no es de los temas que tratan sino de los libros que analizan. Porque, ¿quién lee hoy a Robbe-Grillett, Max Frisch o Natalie Sarraute? ¿Quién ve las películas de Robert Bresson o de René Clair? Los nombres aún pueden ser conocidos y alguna de sus obras se encontrará en las bibliotecas pero ahora sólo se ven como antigüedades. Ya no son novedad y al perder su efecto sorpresivo es como si tuviéramos que hacer el esfuerzo de conocerlas. Claro que en esto tienen que ver las modas y si de repente a alguien se le ocurre reeditar a la Sarraute y ponerla en el escaparate de todas las librerías, quién no nos dice que no vuelva a ser atractiva. ¿Pero por qué tiene que hacerlo alguien? ¿Y por qué si veo una película de Antonioni automáticamente soy un intelectual(oide), si veo una de Kieslowski soy un cinéfilo y si veo una de Edgar Wright soy una especie de nerd? ¿Por qué sólo veo confusión entre tanta palabra? ¿Y por qué las explicaciones dan más preguntas que respuestas?

8 de julio de 2011

Historias de la escritura

Alguna vez me he preguntado por qué escribo. La última, apenas unos días atrás. Me lo pregunto porque nadie lo hace en mi lugar. Los que se animan a leerme me dicen está bueno esto o no me gusta esa parte o se quedan en silencio, como si no se pudiera añadir nada más tras mi punto final. Yo creo, para empezar, que escribo para continuar el punto de lo que leo. Que primero fue la lectura no es ningún enigma. En cambio la escritura es el resto, el desecho, lo que queda del pensamiento cuando quiere ser forma. No tengo la desgracia de escribir bajo presión porque mi vida corra peligro, esté preso, deba denunciar algo que está pasando o cualquier otra urgencia. Mi única presión es el impulso de convertir en palabras lo que estaba pensando. Pero las palabras no pueden quedar sólo en un texto. Escribo sobre todo para acompañar y ser acompañado. Si no fuera así no sentiría ese impulso. Qué podría significar escribir para uno mismo si no fuera recluirse en la soledad. Y yo no quiero estar solo, quiero irme contigo y que te vengas conmigo. La soledad es aquella sensación que no admite la pureza. Sería como la música sin oído. También escribo para escuchar. Entonces, como no se me lee, como no importa leerme, no escribo, no tiene sentido escribir.