29 de agosto de 2011

¿Reunirse, reconocerse?

La soledad es un árbol sin raíces que no perdona el destierro: yo solo no puedo avanzar, dudo, tiemblo al borde del precipicio, mantengo la tensión, no quiero saber más.

25 de agosto de 2011

Variante de un final



La bahía refleja el agua oscilante,
el agua contra el espigón,
el agua instante refluyendo.
La bahía luminosa,
la bahía abierta como el libro,
desplegada ante a mis ojos,
tú vienes,
la espuma seca la orilla.

16 de agosto de 2011

Una semana en Merlo

Hace unos días participé en un proyecto extraño, ajeno a mis costumbres; aunque cuanto más lo conocía más me acercaba a mí mismo. Se entendía como las encuestas de un partido político. Yo lo viví como una experiencia social, porque a quien me abría la puerta de su casa le pedía que me contara sus problemas para que entre unos y otros políticos los solucionaran cuanto antes, aunque sólo fuera para ganarse el voto. Y los vecinos confiaban en mis palabras, me daban su nombre, me contaban que les faltaba agua corriente, gas, cloacas, asfalto, luces en la calle. Otros me rehuían con miedo de que se enterase el intendente y mandase una patrulla a golpearlos en su propia casa, y la falta de moral se unía a las otras carencias.

El tercer mundo no era una postal televisiva, sino que estaba a mi alrededor, en Merlo, a poco más de una hora de Buenos Aires. Allí abundan las historias de niñas violadas, cadáveres descuartizados, cuerpos empalados. Los que salen a la calle comprenden en su boca que el sudor es un bien ajeno y que deberán volver antes de que las criaturas de la noche invadan las aristas de barro; y no hay más esperanza que la paciencia. Y sin embargo yo vi un instante azul. Entre zanjas podridas de animales verdes, entre campos yermos sobrevolados por aves rapiñas, entre las amenazas de los punteros. Yo me vi abrazado, me invitaron a beber, compartieron conmigo un precario sandwich, lloraron en mi despedida. Con mis compañeros formé un grupo heterogéneo que se unió por una generosidad extraordinaria, como sólo es posible si no se finge, si es tan sincera que te incita a redoblar tu espejo en la verdadera igualdad. Hubo excepciones de avaricia y soberbia pero fueron mínimas y se perdieron en su propia distancia. A medida que pasaron los días se agolparon el sueño, el frío, el cansancio, el hambre, el calor. Los chicos se drogaban en las esquinas. Los mosquitos taladraban las veredas. Los perros sarnosos seguían las piernas vacilantes. La hierba gemía de sol y excrementos. Los timbres sonaban a palmas. Es curioso que en un páramo tan desolado yo fui, sobre todo, feliz.