28 de diciembre de 2015

Dice George Steiner que los críticos que sobreviven "vierten al exterior algo que va del particular ejemplo literario a los confines de la argumentación moral y política". Y dice Tamara Kamenszain que "siempre hay otra línea de lectura, siempre hay otra". Pero cuando le doy la vuelta a la página y el poema sobre hacer un asado en la Ex Esma queda atrás, en la página de atrás. Y antes de cerrar el libro acierto a leer los primeros versos que siguen: "¿Entonces / el asado sí o no? / Depende". ¿Qué entenderé cuando lo vuelva a abrir? Deberé ir al pasado, el desconocido, apenas reconocido en lo que tiene de pasado, en lo que pasó. Incluso, a pesar de que Vico afirme que sólo podemos conocer lo que hacemos nosotros mismos, ¿qué será de esto que escribo cuando lo vuelva a leer dentro de unos minutos, unos meses, unos años?

27 de diciembre de 2015

Un vacío lleno de ruido

[                                                                                                                                         ]

23 de diciembre de 2015

Fin del día

De otros sueños
a otros surcos
la realidad
me adormece
me repliega
me encoge
y me voy haciendo noche
como una bolita
al brillo de un insecto
hasta la siguiente luz.

4 de diciembre de 2015

La política de mercado, fomentada por los poderes políticos en detrimento de ellos mismos merma el poder del Estado-nación reduciendo sus gobernantes a simples títeres y la democracia a una pantomima. Panto-mimos: el que lo imita todo, el actor de la gran representación, la mimesis universal. El político, lo quiera o no, es ahora un actor al servicio de las grandes empresas. Y lo que representa es lo que el pueblo, cada pueblo quiere ver representado: su propia historia, sus propios mitos seculares. El gobernante conoce las historias y encarna a sus héroes legendarios. Un pueblo necesita historia. Necesita ser contado. En ello se asienta su identidad. Al oírse contar las mismas historias una y otra vez, se reconoce. Por ello, quien gobierna se adueña de los mitos y los cuenta. A su manera. A la manera que más le conviene o que más conviene a quienes le apoyan.

(Chantal Maillard, Contra el arte y otras imposturas)

30 de noviembre de 2015

Por las palabras

¿Por qué se aprecian tan poco las palabras? ¿Por qué a veces creemos que sobran, que están de más? Nos han convencido de que una imagen vale más que mil palabras y también que lo importante son los hechos, no las palabras. Y lo aceptamos así porque también nos han dicho que las palabras se las lleva el viento.

Pero es evidente - es muy evidente - que eso no pasa: no se las lleva el viento porque no vemos las palabras atrapadas en un tornado, en un huracán, ni siquiera en una ráfaga de aire. No, no las vemos, mientras que sí es algo visual un hecho o una imagen y por eso acabamos dando más valor a lo que está frente a nuestros ojos aunque sepamos que las apariencias engañan. Podemos perdonar el engaño de las apariencias pero desconfiamos de las palabras. ¿Por qué?, formulo de nuevo la pregunta. La respuesta no está en el viento.

Usamos las palabras por costumbre, sin saber qué decimos. Nos parecen comunes, vacías. Les falta el sentido porque no las sentimos. Las repetimos como loros ambulantes, reproducimos su esqueleto invisible y sin forma y acaban por sonar con el mismo ruido "hola", "te quiero", "nunca más". Pero las palabras no deben ser ruido. La música tampoco, eso lo asumimos. La música nos conmueve, altera nuestro ánimo, nos suena bien al oído. Las palabras también: son un tipo de música que resuena en nuestra mente. Si les prestamos atención, si fueron ordenadas en una armonía o violentadas en un caos pero en cualquier caso armadas con un sentido tal vez nos alcance ese sentido y se quede en nuestra vida. Eso podría llamarse poesía pero es mejor que cada uno encuentre su nombre.

No está todo dicho: esto sólo es un punto para que lo escrito pueda ser leído.

Y quiero que pueda ser leído para dedicárselo a quienes hoy tienen mis palabras en una carta. Este es el sentido de mis palabras, es el valor que le dan Hilen Lezcano, Hilary Montenegro y Lia Elias. A ellas les debo lo que hoy escribo, por ellas van estas palabras de agradecimiento.

12 de septiembre de 2015

Calle Constitución, 7:30

Se asoma a un falso balcón, a pie de calle. Mira hacia ambos lados, se aposenta en la barandilla. Da la sensación de que está en la calle misma, sobre la vereda, reclinado, como si surgiera de un portal. Viste una bata blanca, recién levantado, recién salido de la ducha.

Sentado, apoyando la espalda contra la pared, estirando las piernas sobre la mugre del suelo, sostiene una botella de vidrio verde, casi vacía. No tiene la mirada perdida, pierde la mirada entre la indiferencia de su entorno, que le trae sin cuidado.

Lleva un chaleco rojo de cuero satinado, muy ceñido. Se le acerca un hombre que mide alrededor de dos metros como si fuera a contarle una confidencia. A su lado ella parece una niña. Quién sabe hasta qué punto sigue siéndolo. Ella mira hacia lo disperso. Sólo alcanzo a escuchar tres diálogos: - ¿Y veinte? - También.
- ¿Y adónde podemos ir?

Descansa en el cordón de la vereda, con el carro lleno de cartones enfrente. - Capo, eh, capo - me grita cuando paso por su lado. Me hace un gesto con la mano que no entiendo. - No, lo siento, no fumo. - Pará, que no te pido un pucho, la concha de la lora, lo que quiero es que me ayudes. Ha girado la cabeza, creo que me sigue mirando sin levantarse. Para entonces ya me he alejado de la conversación.

Una madre lleva a su hijo al colegio. De la mano, lo lleva de la mano, marcando el paso con dureza. La mochila es pesada y el niño, con sus cortas piernas, es casi arrastrado por la madre, moviéndose como un tren de mercancías. Sólo se detienen en los semáforos. Sincronizados, el verde y el rojo miden las respiraciones.

Camina solo, con pasos rápidos, pelo corto, casi al ras. No mira a nadie, se diría que anda perdido si no fuera por el gesto mecánico y preciso con que levanta una mano y se lleva a la nariz un plástico. Aspira el plástico, baja la mano. Está sin estar. Pero ya se fue hacia donde no vino.

La música revienta en la calle. Salsa. Alegres trompetas que se entremezclan con las voces del interior y del exterior. Vienen de una casa de planta baja, unas puertas negras, metálicas, con los ventanales tapiados con papel. Se congrega allí la comunidad dominicana. O parte de ella. O quienes pasan la noche de fiesta y por la mañana se mezclan con los que empiezan a trabajar, mientras siguen en su microcosmos.

Cruza la vereda a mi altura. En una mano tiene varios paquetes de pañuelos descartables, levanta la otra para que se la choque a modo de saludo. Como sigo caminando me empuja con su cuerpo contra la pared pero no logra detenerme del todo. - Para cualquier momento no me comprarías es una oferta tres por diez pesos. Habla rápido, es un discurso apenas murmurado con una voz dormida. - No, tengo que trabajar, ¡que voy a trabajar! Insiste con las mismas palabras u otras similares, lo que dice se me vuelve incomprensible hasta que logro franquear su traba. Ninguno de los dos retrocede, seguimos de largo en direcciones opuestas.

El tramo que desemboca en la avenida Entre Ríos está cortado por la policía. Va a desalojar una casa ocupada. Ha parapetado los accesos con vallas enormes y negras, como las usadas para contener las manifestaciones. Algunos uniformados deambulan con languidez alrededor de las vallas, de uno y otro lado. Otros uniformados conversan con el desafecto de tomar un café.

27 de julio de 2015

Sobre la selva negra (a dos voces)

Con tres puntos
Sombras
Tres puntos sombras volaban
El aire los jalaba
Eran succionados
Algo quería comerlos
Y la columna vertebral salía
Era un vómito de puntos negros
Qué visceral
Qué visceral dijiste
Y los puntos giraron de nuevo
Qué nuevo giro formaron
Por dónde entraron
Si salieron de la columna

No, ya no podían entrar
Se juntaron y empezaron a volar saltando
Tres puntos no podían ser negros
Formaban sonidos como de agua goteras
Y empezó a llover

Ahí se juntaron
Se volvieron agua tinta
Tenía que quedar en blanco y los puntos seguir
No, era negra
Y sobre la nieve caían
Si había mucha nieve
La nieve se derretía con ellos
Allá el cuerpo era un punto
Allá se hería en el aire
Y ahora es una sola nota
Extendida sobre la nieve mortal del tiempo.

20 de julio de 2015

Compartir el sentido, repetirlo

El sentido consiste en que lo que yo digo no sea simplemente «dicho», sino que para ser dicho, en verdad, me vuelva repetido. Pero al volverme así – desde el otro – ello también se vuelve otro origen de sentido. El sentido es el paso y la participación de origen en origen, singular plural. El sentido es la exhibición del fondo sin fondo, que no es un abismo, sino simplemente el con de las cosas que son, en tanto que son. El logos es diálogo, pero el diálogo no tiene por fin superarse en «consenso» sino que su razón es tender, y solamente tender, dándole tono e intensidad el cum-, el con del sentido, la pluralidad de su surgimiento.

(Jean-Luc Nancy: Ser singular plural)

18 de julio de 2015

6 de julio de 2015

Pausa

Reviso este diario después de muchos, demasiados días para la presencia que debería tener. Y justo lo hago cuando estoy enfermo, con un malestar general después de una noche sin dormir. Hago una pausa por enfermedad, me visito por enfermedad. Cuánto he hecho, en qué tiempo he estado. Me dejo arrastrar por las miserias cotidianas y eso es lo que me enferma, no este resultado de escuchar, por ejemplo, a Rachmaninoff cuando me levanto de la cama y me acerco al diario. Dudo, me entorpezco por darme la vuelta hacia el camino de la habitación. Evgeny Kissin tocando a Rachmaninoff. Antes lo he escuchado en un concierto de Chopin dirigido por Zubin Mehta. Cuánto tiempo sin una pausa. Y cuántas pausas se habrán tomado ellos, estos músicos que ahora escucho y me sanan. De todas las vidas cuál me enferma, cuál me repite: ¿Me vuelvo a la cama? Me adormezco. Las pausas son breves.

2 de mayo de 2015

Lluvia punto rojo (a dos voces)



Hoy es miércoles y sigo por aquí
Como si nada y como si todo hubiera pasado
Punto cero
Punto abierto
Ruleta rusa
Donde tienes todos los números
Y el ocho es azul rey
Con visos agua marina
Azul ocho
Ola girando en círculos
Ruleta de mar
Salpicando
Burbujas y letras
Las frases caen como lluvia fina
Son mantras
Golpean las nubes
Generan ritmos de agua
¿Quién los escucha?
Dios
Que es otro de tus nombres
Cuando te llamo y me escribes

29 de abril de 2015

Dar forma a una idea

Sí.
Tenemos una idea.
Sí.
¿Tenemos?
¿Sí?
¿Tenemos una idea?
Sí. Sin duda.
¿Pero qué dudas tuvimos?
¿Qué entrevimos para dudar?
Tanta duda entre vaguedades.
Al final sí.
¿Al final qué?
¿Al final?
Bueno, dejémoslo.
Las ideas son preguntas
cuya respuesta
será una pregunta reformulada.
Y una pregunta no se contesta,
sólo se aplaza hasta nuevo aviso.

13 de abril de 2015

Pequeño recordatorio de Eduardo Galeano

Las muertes están de más, siempre sobran, son oportunistas y molestas. Y trágicas, porque detienen el tiempo y quieren condenar al olvido. Por eso ahora me detengo, me enfrento al olvido y pienso quién es Eduardo Galeano. Quién es para mí y quién fue, ya que no sé quién será. Y lo primero que pienso es que Eduardo Galeano era muchos Eduardos Galeanos, porque buscó una voz colectiva que denunciara y condenara cualquier injusticia, cualquier miseria moral, para devolver a los humanos su condición de humanos, ya que otros se niegan a devolverles sus derechos.

Cuento mi propia experiencia, para que al contarla se haga colectiva y siga animando esa memoria. Hace ya muchos años, cuando todavía estaba germinando mi primer viaje a Argentina (aunque pudo haber sido Perú, Chile, Colombia), me regalaron El libro de los abrazos. Por entonces no conocía ni el nombre del autor, así que le pregunté a mi profesor de Literatura Latinoamericana qué le parecía Eduardo Galeano. Mi profesor siempre habla conmigo en tono distendido y con cierta ironía. Pero al escuchar su nombre se puso mi serio y me dijo: "¿qué voy a pensar de él? Es un gran escritor". Nunca lo he visto tan serio como entonces.

De todos modos me habría maravillado El libro de los abrazos. Desde su título invitaba a entrar en él, a ser acogido y llevarte con una mano en el hombro por todos los vericuetos de la historia y de la literatura que se escondían solapados por la versión oficial y los discursos programáticos. Les tomé cariño enseguida, al libro y al autor. Qué buen regalo. Qué buen regalo. Qué buen regalo. Luego siguieron otros libros de Galeano, de una manera lógica y necesaria: Días y noches de amor y de guerra me estremeció, tanta violencia dolía; y aún me cuesta digerir lo que se cuenta en Las venas abiertas de América Latina y Memoria del fuego. Y luego vi, hojeé, leí muchos otros, de cuantos ha publicado en estos años. El año pasado Espejos me acompañó durante muchos viajes de transporte público y apretado.

Dos años atrás lo vi. Fue a la entrada de una librería y me costó creer que era él. Pero era él y estaba hojeando unos libros suyos, mientras esperaba a su compañía. Se dio cuenta de que lo había reconocido y me miró a mí. ¿Como un espejo? No, sería soberbia de mi parte. Como desconcierto de no saber qué hacer: él sorprendido, extraído del anonimato; yo sorprendido, extraído de la corriente común. Pensé en hablarle pero quería encontrar las palabras que fueran algo más que un balbuceo de admiración pero la cotidianidad fue más rápida que mi aturdimiento: llegó su compañía y se lo llevaron, sugiriéndole un bar, una silla, algo así. Yo me quedé como una estatua. En esos momentos toda palabra parecía vulgar. Quizás también lo sea en este momento. Y sin embargo hay que hacer algo, perdura esa sensación de no resignarse más a lo que viene, a lo que te dicen, a lo que pasa.

24 de marzo de 2015

Herberto Hélder

Hoy ha muerto Herberto Hélder. Nunca celebro la muerte. Pero siempre celebro las palabras.
Por eso hoy leo. Y mañana seguiré leyéndolo.
Y todos los tiempos en que la muerte sea un olvido y sigan quedando las palabras.
Palabras imperfectas, traducidas, improvisadas.




"Mi cabeza tiembla"

Mi cabeza tiembla con todo el olvido.
Yo intento decir cómo todo es otra cosa.
Hablo, pienso.
Sueño sobre los enormes huesos de los pies.
Y siempre otra cosa,
una sola cosa cubierta de nombres.
Y la muerte pasa de boca en boca
con la leve saliva,
con el terror que hay siempre
en el fondo innombrado de una vida.

Sé que los campos imaginan sus
propias rosas.
Las personas imaginan sus propios campos
de rosas. Y a veces estoy frente a los campos
como si muriera;
otras, como si ahora solamente
yo pudiera despertar.
A veces todo se ilumina.
A veces canta y sangra.
Yo digo que nadie se perdona en el tiempo.
Que la locura tiene espinas como una garganta.
Yo digo: rueda a lo largo del otoño,
¿y qué es el otoño?
Los párpados baten contra el gran día masculino
del pensamiento.

Finjo cosas vivas y muertas en el espíritu de la obra.
Mi vida se extasía como una cámara de antorchas.

- Era una cosa - ¿cómo diré? - absoluta.

Yo juego, yo juro.
Era una casinfancia.
Sé que era una casa loca.
Yo metía las manos en el agua: me adormecía,
recordaba.
Los espejos se reflejaban en nuestra juventud.

Empujo ahora el girar de las brutales,
las líricas ruedas de la vida.
Hay en el olvido, o en el recuerdo
total de las cosas,
una rosa como una alta cabeza,
un pez como un movimiento
rápido y severo.
Una rosapez dentro de mi idea
desvanecida.
Hay copos, agujas desnhebradas dentro de mí.
- Porque el amor de las cosas en su
tiempo futuro
es terriblemente profundo, es suave,
devastador.

Las sillas ardían en los lugares.
Mis hermanas habitaban en la cumbre del movimiento
como seres pasmados.
A veces reían alto. Se tejían
en su oscuridad terrible.
La menstruación soñaba dentro de ellas,
en la boca de la noche.
Cantaba muy bajo.
Parecía fluir.
Rodear las mesas, las penumbras iluminadas.
Llovía en las noches terrestres.
Yo quiero gritar más allá de la locura terrestre.
- Era húmedo, destilado, inspirado.
Había rigor. Oh, ejemplo extremo.
Había una esencia de oficina.
Una materia sensacional en el secreto de las frutas,
con sus manzanas centrípetas
y sus uvas pendidas sobre la madurez.
Había la magnolia caliente de un gato.
Gato que entraba por las manos, o magnolia
que salía de la mano para la cara
de una madre sombríamente pura.
Ah, madre loca de nuevo, sentadamente
completa.
Las manos tocaban sobre el ardor
la carne como un pedazo extasiado.

Era una casabsoluta - ¿cómo
diré? - un
sentimiento donde algunas personas morirían.
Demencia para sonreír elevadamente.
Tener amores, hojas verdes, espinas
con la pequeña oscuridad por todos los cantos.
Nombre en el espíritu como un rosapez.
- Prefiero enloquecer en los corredores arqueados
ahora en las palabras.
Prefiero cantar en los balcones interiores.
Porque había escaleras y mujeres que se detenían
minadas de inteligencia.
El cuerpo sin rosetas, el lenguaje
para amar y rumiar.
La leche cantante.

Yo ahora me hundo y asciendo como un copo.
Trago para la superficie esa imagen de agua interna.
- Pluma del poema disuelta en el sentido
primario del poema.
O el poema subiendo por la pluma,
atravesando su propio impulso,
poema regresando.
Todo se levanta como un clavo,
un cuchillo levantado.
Todo muere su nombre en otro nombre.

Poema no saliendo del poder de la locura.
Poema como base inconcreta de la creación.
Ah, pensar con delicadeza,
imaginar con ferocidad.
Porque yo soy una vida con furibunda
melancolía,
con furibunda concepción. Con
alguna ironía furibunda.

Soy una devastación inteligente.
Con caléndulas fabulosas.
Oro por cima.
La madrugada o la noche triste tocadas
en trompeta. Soy
alguna cosa audible, sensible.
Un movimiento.
Silla combándose en la curva,
hecha al sentarse.
O flores bebiendo la jarra.
El silencio estructural de las flores.
Y la mesa por lo bajo.
El soñar.






"Minha cabeça estremece"

Minha cabeça estremece com todo o esquecimento.
Eu procuro dizer como tudo é outra coisa.
Falo, penso.
Sonho sobre os tremendos ossos dos pés.
É sempre outra coisa, uma
só coisa coberta de nomes.
E a morte passa de boca em boca
com a leve saliva,
com o terror que há sempre
no fundo informulado de uma vida.

Sei que os campos imaginam as suas
próprias rosas.
As pessoas imaginam os seus próprios campos
de rosas. E às vezes estou na frente dos campos
como se morresse;
outras, como se agora somente
eu pudesse acordar.

Por vezes tudo se ilumina.
Por vezes canta e sangra.
Eu digo que ninguém se perdoa no tempo.
Que a loucura tem espinhos como uma garganta.
Eu digo: roda ao longe o outono,
e o que é o outono?
As pálpebras batem contra o grande dia masculino
do pensamento.

Deito coisas vivas e mortas no espírito da obra.
Minha vida extasia-se como uma câmara de tochas.

- Era uma casa - como direi? - absoluta.

Eu jogo, eu juro.
Era uma casinfância.
Sei como era uma casa louca.
Eu metias as mãos na água: adormecia,
relembrava.
Os espelhos rachavam-se contra a nossa mocidade.

Apalpo agora o girar das brutais,
líricas rodas da vida.
Há no esquecimento, ou na lembrança
total das coisas,
uma rosa como uma alta cabeça,
um peixe como um movimento
rápido e severo.
Uma rosapeixe dentro da minha ideia
desvairada.
Há copos, garfos inebriados dentro de mim.
- Porque o amor das coisas no seu
tempo futuro
é terrivelmente profundo, é suave,
devastador.

As cadeiras ardiam nos lugares.
Minhas irmãs habitavam ao cimo do movimento
como seres pasmados.
Às vezes riam alto. Teciam-se
em seu escuro terrífico.
A menstruação sonhava podre dentro delas,
à boca da noite.
Cantava muito baixo.
Parecia fluir.
Rodear as mesas, as penumbras fulminadas.
Chovia nas noites terrestres.
Eu quero gritar paralém da loucura terrestre.
- Era húmido, destilado, inspirado.
Havia rigor. Oh, exemplo extremo.
Havia uma essência de oficina.
Uma matéria sensacional no segredo das fruteiras,
com as suas maçãs centrípetas
e as uvas pendidas sobre a maturidade.
Havia a magnólia quente de um gato.
Gato que entrava pelas mãos, ou magnólia
que saía da mão para o rosto
da mãe sombriamente pura.
Ah, mãe louca à volta, sentadamente
completa.
As mãos tocavam por cima do ardor
a carne como um pedaço extasiado.

Era uma casabsoluta - como
direi? - um
sentimento onde algumas pessoas morreriam.
Demência para sorrir elevadamente.
Ter amoras, folhas verdes, espinhos
com pequena treva por todos os cantos.
Nome no espírito como uma rosapeixe.

- Prefiro enlouquecer nos corredores arqueados
agora nas palavras.
Prefiro cantar nas varandas interiores.
Porque havia escadas e mulheres que paravam
minadas de inteligência.
O corpo sem rosáceas, a linguagem
para amar e ruminar.
O leite cantante.

Eu agora mergulho e ascendo como um copo.
Trago para cima essa imagem de água interna.
- Caneta do poema dissolvida no sentido
primacial do poema.
Ou o poema subindo pela caneta,
atravessando seu próprio impulso,
poema regressando.
Tudo se levanta como um cravo,
uma faca levantada.
Tudo morre o seu nome noutro nome.

Poema não saindo do poder da loucura.
Poema como base inconcreta de criação.
Ah, pensar com delicadeza,
imaginar com ferocidade.
Porque eu sou uma vida com furibunda
melancolia,
com furibunda concepção. Com
alguma ironia furibunda.

Sou uma devastação inteligente.
Com malmequeres fabulosos.
Ouro por cima.
A madrugada ou a noite triste tocadas
em trompete. Sou
alguma coisa audível, sensível.
Um movimento.
Cadeira congeminando-se na bacia,
feita o sentar-se.
Ou flores bebendo a jarra.
O silêncio estrutural das flores.
E a mesa por baixo.
A sonhar.

24 de enero de 2015

Puertas

Una puerta siempre está abierta. Por mucho que la ajustes, por mucho que la selles, una puerta nunca puede cerrarse del todo. Se construyó para abrirse.

23 de enero de 2015

Poema es poema

Cuando el miedo flotara sin sueños
ese espacio partiría el oleaje subonírico
de la infancia que deambula por caminos del hogar.
Era la parte de mensajes cifrados
para conjurar fobias, traumas, plegarias.
De noche la voz recordó como eco.
Por aquí bajaba desde gran altura
sobre la confusión nocturna
donde acechaba el azogue.
Entonces el  libro en el cuerpo
el labio hecho alambrada
el tendón abombado
los ojos entre los escombros.

13 de enero de 2015

La lógica de los hoteles

"Y una vez que pedimos que nos despertasen, la víspera del día en que fuimos a ver a Daga, entre el schweitzer (este es el nombre ruso de los empleados de hotel) y Reich tuvo lugar una conversación shakespeariana sobre el tema «despertar». A la pregunta
de si nos podrían despertar, el hombre respondió: «Si pensamos en ello, les despertaremos. Pero si no pensamos en ello, no les despertaremos. La verdad es que, por lo general, solemos pensar en ello; y entonces despertamos. Pero claro, a veces nos olvidamos; cuando no pensamos en ello. Y entonces no despertamos. No tenemos obligación de hacerlo, pero si nos acordamos a tiempo, pues lo hacemos. ¿Cuándo quieren que les despertemos? A las siete. Lo apuntaremos. Aquí dejo la nota, como pueden ver; ¿la verá él? Porque, si no la ve, lógicamente no le despertará. Pero la mayoría de las veces despertamos.). Al final, lógicamente, no nos despertaron, diciéndonos después: «Es que como ya estaban Vds. despiertos, ¿cómo les íbamos a despertar?». Parece que en el hotel hay un montón de «suizos» así."

(Walter Benjamin: Diario de Moscú)

6 de enero de 2015

El fondo, en el fondo

En el fondo está el vacío.
En la ausencia me construyo
pues en torno a la ausencia
se construye lo que hay.
En el fondo. Dentro de nada.
En ese instante no vivo,
sobrevivo al instante,
a mí mismo, en el borde
de mí, sin poder caer
en otros ecos vacíos
ni esperar más abismos.