24 de marzo de 2015

Herberto Hélder

Hoy ha muerto Herberto Hélder. Nunca celebro la muerte. Pero siempre celebro las palabras.
Por eso hoy leo. Y mañana seguiré leyéndolo.
Y todos los tiempos en que la muerte sea un olvido y sigan quedando las palabras.
Palabras imperfectas, traducidas, improvisadas.




"Mi cabeza tiembla"

Mi cabeza tiembla con todo el olvido.
Yo intento decir cómo todo es otra cosa.
Hablo, pienso.
Sueño sobre los enormes huesos de los pies.
Y siempre otra cosa,
una sola cosa cubierta de nombres.
Y la muerte pasa de boca en boca
con la leve saliva,
con el terror que hay siempre
en el fondo innombrado de una vida.

Sé que los campos imaginan sus
propias rosas.
Las personas imaginan sus propios campos
de rosas. Y a veces estoy frente a los campos
como si muriera;
otras, como si ahora solamente
yo pudiera despertar.
A veces todo se ilumina.
A veces canta y sangra.
Yo digo que nadie se perdona en el tiempo.
Que la locura tiene espinas como una garganta.
Yo digo: rueda a lo largo del otoño,
¿y qué es el otoño?
Los párpados baten contra el gran día masculino
del pensamiento.

Finjo cosas vivas y muertas en el espíritu de la obra.
Mi vida se extasía como una cámara de antorchas.

- Era una cosa - ¿cómo diré? - absoluta.

Yo juego, yo juro.
Era una casinfancia.
Sé que era una casa loca.
Yo metía las manos en el agua: me adormecía,
recordaba.
Los espejos se reflejaban en nuestra juventud.

Empujo ahora el girar de las brutales,
las líricas ruedas de la vida.
Hay en el olvido, o en el recuerdo
total de las cosas,
una rosa como una alta cabeza,
un pez como un movimiento
rápido y severo.
Una rosapez dentro de mi idea
desvanecida.
Hay copos, agujas desnhebradas dentro de mí.
- Porque el amor de las cosas en su
tiempo futuro
es terriblemente profundo, es suave,
devastador.

Las sillas ardían en los lugares.
Mis hermanas habitaban en la cumbre del movimiento
como seres pasmados.
A veces reían alto. Se tejían
en su oscuridad terrible.
La menstruación soñaba dentro de ellas,
en la boca de la noche.
Cantaba muy bajo.
Parecía fluir.
Rodear las mesas, las penumbras iluminadas.
Llovía en las noches terrestres.
Yo quiero gritar más allá de la locura terrestre.
- Era húmedo, destilado, inspirado.
Había rigor. Oh, ejemplo extremo.
Había una esencia de oficina.
Una materia sensacional en el secreto de las frutas,
con sus manzanas centrípetas
y sus uvas pendidas sobre la madurez.
Había la magnolia caliente de un gato.
Gato que entraba por las manos, o magnolia
que salía de la mano para la cara
de una madre sombríamente pura.
Ah, madre loca de nuevo, sentadamente
completa.
Las manos tocaban sobre el ardor
la carne como un pedazo extasiado.

Era una casabsoluta - ¿cómo
diré? - un
sentimiento donde algunas personas morirían.
Demencia para sonreír elevadamente.
Tener amores, hojas verdes, espinas
con la pequeña oscuridad por todos los cantos.
Nombre en el espíritu como un rosapez.
- Prefiero enloquecer en los corredores arqueados
ahora en las palabras.
Prefiero cantar en los balcones interiores.
Porque había escaleras y mujeres que se detenían
minadas de inteligencia.
El cuerpo sin rosetas, el lenguaje
para amar y rumiar.
La leche cantante.

Yo ahora me hundo y asciendo como un copo.
Trago para la superficie esa imagen de agua interna.
- Pluma del poema disuelta en el sentido
primario del poema.
O el poema subiendo por la pluma,
atravesando su propio impulso,
poema regresando.
Todo se levanta como un clavo,
un cuchillo levantado.
Todo muere su nombre en otro nombre.

Poema no saliendo del poder de la locura.
Poema como base inconcreta de la creación.
Ah, pensar con delicadeza,
imaginar con ferocidad.
Porque yo soy una vida con furibunda
melancolía,
con furibunda concepción. Con
alguna ironía furibunda.

Soy una devastación inteligente.
Con caléndulas fabulosas.
Oro por cima.
La madrugada o la noche triste tocadas
en trompeta. Soy
alguna cosa audible, sensible.
Un movimiento.
Silla combándose en la curva,
hecha al sentarse.
O flores bebiendo la jarra.
El silencio estructural de las flores.
Y la mesa por lo bajo.
El soñar.






"Minha cabeça estremece"

Minha cabeça estremece com todo o esquecimento.
Eu procuro dizer como tudo é outra coisa.
Falo, penso.
Sonho sobre os tremendos ossos dos pés.
É sempre outra coisa, uma
só coisa coberta de nomes.
E a morte passa de boca em boca
com a leve saliva,
com o terror que há sempre
no fundo informulado de uma vida.

Sei que os campos imaginam as suas
próprias rosas.
As pessoas imaginam os seus próprios campos
de rosas. E às vezes estou na frente dos campos
como se morresse;
outras, como se agora somente
eu pudesse acordar.

Por vezes tudo se ilumina.
Por vezes canta e sangra.
Eu digo que ninguém se perdoa no tempo.
Que a loucura tem espinhos como uma garganta.
Eu digo: roda ao longe o outono,
e o que é o outono?
As pálpebras batem contra o grande dia masculino
do pensamento.

Deito coisas vivas e mortas no espírito da obra.
Minha vida extasia-se como uma câmara de tochas.

- Era uma casa - como direi? - absoluta.

Eu jogo, eu juro.
Era uma casinfância.
Sei como era uma casa louca.
Eu metias as mãos na água: adormecia,
relembrava.
Os espelhos rachavam-se contra a nossa mocidade.

Apalpo agora o girar das brutais,
líricas rodas da vida.
Há no esquecimento, ou na lembrança
total das coisas,
uma rosa como uma alta cabeça,
um peixe como um movimento
rápido e severo.
Uma rosapeixe dentro da minha ideia
desvairada.
Há copos, garfos inebriados dentro de mim.
- Porque o amor das coisas no seu
tempo futuro
é terrivelmente profundo, é suave,
devastador.

As cadeiras ardiam nos lugares.
Minhas irmãs habitavam ao cimo do movimento
como seres pasmados.
Às vezes riam alto. Teciam-se
em seu escuro terrífico.
A menstruação sonhava podre dentro delas,
à boca da noite.
Cantava muito baixo.
Parecia fluir.
Rodear as mesas, as penumbras fulminadas.
Chovia nas noites terrestres.
Eu quero gritar paralém da loucura terrestre.
- Era húmido, destilado, inspirado.
Havia rigor. Oh, exemplo extremo.
Havia uma essência de oficina.
Uma matéria sensacional no segredo das fruteiras,
com as suas maçãs centrípetas
e as uvas pendidas sobre a maturidade.
Havia a magnólia quente de um gato.
Gato que entrava pelas mãos, ou magnólia
que saía da mão para o rosto
da mãe sombriamente pura.
Ah, mãe louca à volta, sentadamente
completa.
As mãos tocavam por cima do ardor
a carne como um pedaço extasiado.

Era uma casabsoluta - como
direi? - um
sentimento onde algumas pessoas morreriam.
Demência para sorrir elevadamente.
Ter amoras, folhas verdes, espinhos
com pequena treva por todos os cantos.
Nome no espírito como uma rosapeixe.

- Prefiro enlouquecer nos corredores arqueados
agora nas palavras.
Prefiro cantar nas varandas interiores.
Porque havia escadas e mulheres que paravam
minadas de inteligência.
O corpo sem rosáceas, a linguagem
para amar e ruminar.
O leite cantante.

Eu agora mergulho e ascendo como um copo.
Trago para cima essa imagem de água interna.
- Caneta do poema dissolvida no sentido
primacial do poema.
Ou o poema subindo pela caneta,
atravessando seu próprio impulso,
poema regressando.
Tudo se levanta como um cravo,
uma faca levantada.
Tudo morre o seu nome noutro nome.

Poema não saindo do poder da loucura.
Poema como base inconcreta de criação.
Ah, pensar com delicadeza,
imaginar com ferocidade.
Porque eu sou uma vida com furibunda
melancolia,
com furibunda concepção. Com
alguma ironia furibunda.

Sou uma devastação inteligente.
Com malmequeres fabulosos.
Ouro por cima.
A madrugada ou a noite triste tocadas
em trompete. Sou
alguma coisa audível, sensível.
Um movimento.
Cadeira congeminando-se na bacia,
feita o sentar-se.
Ou flores bebendo a jarra.
O silêncio estrutural das flores.
E a mesa por baixo.
A sonhar.