21 de diciembre de 2016

Improvisación antes de dormir

Es esta la hora que salvar'e del tiempo olvidado, es esta la palabra que quise escribir?

No, no s'e, no puedo saberlo

El calor se apodera de la una y media para hacerlo pareja, de dos en dos, dos manos, dos miradas que escriben y leen y escriben y leen que me desvisto o me desnudo o me reviso o me demudo hacia hacia hacia el amor el color el calor

caer sin caer
caer por creer
cierro los ojos
pero entonces
pero entonces
borroso
borrado
borroneado
ya no
ya no
y ya
ya
ya

1 de octubre de 2016

El río, según Nick Cave

"El río es una arteria palpitante y viva. Tiene nueve cualidades conocidas.

No se avergüenza de sus actos.
Fluye sin resistencia.
Lava nuestra historia.
No tiene memoria.
Pertenece eternamente al presente y está eternamente en el presente.
No depende de los caprichos de la musa.
No necesita ángeles que lo transporten.
No se petrifica ni se obsesiona ni se arruina.
No se fumiga.

Me quito mi apestoso traje de bolsa para el mareo y lo enjuago en el río. Lo lavo y ¡mando todas las toxinas del tinte del Fairmont Hotel Macdonald hasta el Lago Winnipeg!

Y, desnudo, voy a la deriva en una especie de ensueño."

(Nick Cave. La canción para la bolsa del mareo, traducción de Mariano Peyrou)

29 de julio de 2016

Visita con aviso

Puntualidad extrema,
suena el timbre dos minutos antes de la hora
concertada.
Vienen a ver el departamento,
el mismo donde alquilo y vivo.
Dice la inmobiliaria que no me preocupe,
que eso no modifica el contrato.
Friego los platos para no encararlos:
un matrimonio, la hija,
el agente
del dueño del departamento.
Entran exfoliando los rincones,
sacan fotografías, preguntan,
tocan mis libros, los hojean,
miran por las ventanas, las abren.
Me seco las manos, asiento y niego
a cuanto desean averiguar.
Deduzco que buscan casa para su hija
por varios comentarios de lo que es
o no es de la casa. Palabras trabadas.
No logro explicar sin que la lengua
tropiece y se haga torpe.
Cómo explicar. Quería, quise irme
desde el día en que entraron
rompiendo la cerradura,
mezclando ropa y recuerdos,
violando tiempo y espacio.
Cómo explicar que fue en otro orden,
que la casa es casa hasta ser
la propiedad privada
de sentido.

19 de julio de 2016

Repeticiones




El silencio que viene después de la última canción resulta melancólico, como si la última nota aún estuviera suspendida en el aire y nos pidiera más, que la escuchemos, que no dejemos que se vaya, que nos dará más. David Bowie canta "I can't give everything away". Cuando termina la repito. Cuando vuelve a terminar la vuelvo a repetir. La melancolía se vuelve lamento. ¿Hasta dónde las palabras pueden condicionar el sentido de la música? ¿Hasta dónde las palabras conducen a una historia? La muerte de David Bowie me llegó mientras escuchaba su nuevo disco. Durante días me fui acercando poco a poco a Blackstar, como la negra estrella temible que era, con su primera canción, homónima al título, inquietante por la música hipnótica, el vídeo de la imagen de una venda tapando los ojos y mostrando otros ojos botón, la letra que luego describieron como premonitoria. Todavía me acerco con torpeza a ese primer tema. Y luego llegaron otros y se detuvieron en el de este vídeo. Pasó medio año desde entonces como pasaron los cinco minutos de la canción, cinco minutos y medio, más de cinco y medio, más de una vez, de una escucha. Y esa letra impotente sigue dando para más, todavía sigue diciendo que no puede darlo todo pero puede dar más. El silencio que sobreviene luego es insoportable. Por eso los reproductores de música incorporaron la opción repetir. Repetir, repetir de nuevo. En la repetición se puede dar el cambio. Incluso en la repetición se puede dar lo nuevo. Voy a borronear esto y luego sigo con el silencio que viene. Después.

26 de junio de 2016

Patria

Son las nueve y media de la noche.
En los diarios propagan el escrutinio
de los votos de las nuevas elecciones.
Argentina y Chile juegan la final
de la Copa América. Un frío intenso
me deshoja los libros: Celan, Pessoa,
Watanabe, Rilke, Bachmann, Auster, Lorca.
Por primera vez escucho a Niechęć
y también a Jachna, Mazurkiewicz, Buhl.
Me fastidia tener hambre, levantarme,
calentar la sopa, encender la luz.
Elecciones, fútbol, sopa, luz, etcétera.
Qué irreal pensar que si escribo "las diez"
pertenezco al tiempo exacto de cuanto leo
o escucho por gusto y me salvaré de
las noticias de portada y los gritos de
cuanto gol se grite, como si escribir
evitara la derrota. E incluso
la victoria.
Bueno, ya son las once.

20 de junio de 2016

Catálogo incompleto de objetos imposibles o inhallables

Una cama terapeuta.
Un espejo narcisista.
Un contador de lágrimas.
Un medidor de sonrisas.
Dos anotaciones idénticas.
Un sistema epistemológico verificado.
Un reloj que ordene el caos.
Una mesa que no cojee.
Un arma que ataque y no defienda.
Un ahuyentador de sombras.
Un libro transparente.
Un pañuelo musical.
Una almohada elocuente.
Un vaso de agua.
Una libreta de ahorros.
Un dado psicótico.
Un teléfono responsable.
Una lista completa.

7 de mayo de 2016

Tiempo iluminado

A veces sucede. Es una sensación extraña, pues cuesta discernirla entre el miasma cotidiano de ruido que nos ensucia: el sueño, los horarios pautados y pactados, la inquietud de las prisas que nos empuja y nos precipita al vacío de no sentir ni pensar ni hablar. Pero entonces sucede. A veces. A veces sucede que un signo nos llama y su luz nos enfoca. Qué es, apenas articulamos confundidos. Los destellos nos deslumbran, las palabras ruedan cuesta abajo, grises como una bola de nieve que arrastró cuanto halló a su paso. Qué es. La bola irradia entre los escombros y se detiene al borde del olvido. Otras bolas vienen detrás y la empujan con la exigencia de imponerse. Ah pero es sábado. El tiempo cambia su dinámica, se arremolina en un meandro, ronronea y descubre el signo en su esplendor.

El primer día de las clases de este curso anuncié algunas de las actividades que haremos. No tengas más ideas, me dijeron algunos compañeros más tarde (pero a ellos sólo les llegaron las salpicaduras). Entre esas actividades está un blog y como en su momento no pude enseñarlo como quería apenas lo mostré. Entonces dejé que se embruteciera y yo me llené de hojas, verdes o secas, verdes o blancas pero hojas de un lugar muy lejano. Hasta ayer, que quise recuperarlo. El tiempo se recupera, sí. Nuestra memoria es el instrumento para recuperar el tiempo y darle sentido, el original, el renovado. Así que ayer recuperé el tiempo del blog, sus secciones y el enlace al video de presentación donde lo incluí. Comenté el fragmento que puse de la novela Lo que mueve del mundo, de Kirmen Uribe, en donde los personajes hablan de qué nos hace vivir y el protagonista considera que es el amor. Puse un ejemplo inmediato cuando le pedí a una alumna que cerrara la página de un juego y les dije que si me obedecía no era por mi poder nietzscheano de ser el profesor sino por el amor freudiano de que ella me aprecia (luego otro profesor me dijo que me consideran su padre). La clase terminó con el vídeo que les había preparado, el timbre del recreo sonó pero nadie se movió porque no estaba en el vídeo ni en la clase. Y cuando por fin terminaron sonó un aplauso. A veces sucede. Quise dar una luz y ellos le dieron brillo.

Pero cuando recibí el foco del tiempo iluminado fue cuando ya volvía a casa y fui a buscar un libro que había prestado, y en el libro una alumna (por favor, que nadie embrutezca el sentido) me había dejado un mensaje por el día del trabajador: "El trabajo es aquel que con sus actos demuestre honra y que brote admiración desde sus próceres de su esfuerzo estudiando y trabajando. No importa su origen sino su comportamiento. ¿Es constante? - me pregunto - ¿Es humilde? Pues sí. Su humildad me inspira cada día para luchar por mis sueños con tan solo estar presente siendo usted mismo. Enseñándonos a su manera...su trabajo."

24 de abril de 2016

El capital cultural

Silencio.
Tan prohibido en la ciudad
que si escucho por casualidad
el silencio en el título
de una canción de Madredeus
me parece una especie
de anuncio desconocido
a través del tiempo necesario
para que el eco sea ensoñación
de sonidos distendidos.
La calma.
Silencio.
Repito:
silencio.
Me molesta la propiedad
material de romper el silencio
si lo nombro. No está roto
entonces sino corrompido.
El vecino y aquella máquina
zumbadora por la mañana,
el teléfono, los timbrazos
en la puerta del edificio,
los parlantes o altavoces
en las fiestas o en la calle,
la bocina de los coches,
el teléfono, otra vez,
lo vulgar y lo común,
las palabras, voces, etcétera.
Por estar ligado al tiempo
económico que preciso
lo llamamos publicidad.
Anuncio.
Silencio.
Silencio.
Un silencio tan precario
que no sé cómo salvarlo.
O quizás lo adivino
y por eso me callo,
que ya digo demasiado
y no quiero engañarme.