29 de julio de 2016

Visita con aviso

Puntualidad extrema,
suena el timbre dos minutos antes de la hora
concertada.
Vienen a ver el departamento,
el mismo donde alquilo y vivo.
Dice la inmobiliaria que no me preocupe,
que eso no modifica el contrato.
Friego los platos para no encararlos:
un matrimonio, la hija,
el agente
del dueño del departamento.
Entran exfoliando los rincones,
sacan fotografías, preguntan,
tocan mis libros, los hojean,
miran por las ventanas, las abren.
Me seco las manos, asiento y niego
a cuanto desean averiguar.
Deduzco que buscan casa para su hija
por varios comentarios de lo que es
o no es de la casa. Palabras trabadas.
No logro explicar sin que la lengua
tropiece y se haga torpe.
Cómo explicar. Quería, quise irme
desde el día en que entraron
rompiendo la cerradura,
mezclando ropa y recuerdos,
violando tiempo y espacio.
Cómo explicar que fue en otro orden,
que la casa es casa hasta ser
la propiedad privada
de sentido.

19 de julio de 2016

Repeticiones




El silencio que viene después de la última canción resulta melancólico, como si la última nota aún estuviera suspendida en el aire y nos pidiera más, que la escuchemos, que no dejemos que se vaya, que nos dará más. David Bowie canta "I can't give everything away". Cuando termina la repito. Cuando vuelve a terminar la vuelvo a repetir. La melancolía se vuelve lamento. ¿Hasta dónde las palabras pueden condicionar el sentido de la música? ¿Hasta dónde las palabras conducen a una historia? La muerte de David Bowie me llegó mientras escuchaba su nuevo disco. Durante días me fui acercando poco a poco a Blackstar, como la negra estrella temible que era, con su primera canción, homónima al título, inquietante por la música hipnótica, el vídeo de la imagen de una venda tapando los ojos y mostrando otros ojos botón, la letra que luego describieron como premonitoria. Todavía me acerco con torpeza a ese primer tema. Y luego llegaron otros y se detuvieron en el de este vídeo. Pasó medio año desde entonces como pasaron los cinco minutos de la canción, cinco minutos y medio, más de cinco y medio, más de una vez, de una escucha. Y esa letra impotente sigue dando para más, todavía sigue diciendo que no puede darlo todo pero puede dar más. El silencio que sobreviene luego es insoportable. Por eso los reproductores de música incorporaron la opción repetir. Repetir, repetir de nuevo. En la repetición se puede dar el cambio. Incluso en la repetición se puede dar lo nuevo. Voy a borronear esto y luego sigo con el silencio que viene. Después.