"Los poemas vienen de otro mundo. ¿De cuál? De donde reside la vida espiritual.
¿Dónde está ese mundo? No os lo puedo decir. Las ideas, las metáforas y los
estados de ánimo vienen de otro mundo. A veces rebosan de sublime confianza,
a veces rezuman escarnio o ironía. Se presentan a horas intempestivas sin
invitación, sin anunciar su llegada. En cambio, cuando se les llama, optan por no
dar señales de vida.
En las calles de París, a menudo actúan unos mimos que entretienen a la
multitud siguiendo los pasos de una persona, de un transeúnte serio y ajetreado
que lleva una sólida cartera en la mano y unos sólidos pensamientos en la
cabeza. Siguen a alguien así, imitando en cada detalle sus andares, su semblante,
su postura, su seriedad, sus prisas y su ensimismamiento. En cuanto el transeúnte
se da cuenta de estar escoltado por un mono de repetición, el juego termina, el
corro de mirones se echa a reír, la víctima de la broma acelera el paso para
desaparecer en una travesía, y el mimo saluda al público y recoge el dinero.
La vida espiritual trata de igual manera al mundo sensato de la política, la
historia y la economía. Camina medio paso por detrás, triste o alegre. Va en pos
del mundo real como un ángel de la guarda pelirrojo y delirante, y llora o suelta
una carcajada, toca el violín o recita poesías. Después, cuando la realidad se
percata de que no está sola, su sombra fantasmal saluda al público y desaparece.
Los poemas vienen de otro mundo. ¿De dónde? No lo sé."
Adam Zagajewski: Dos ciudades.
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