8 de septiembre de 2013

El surgimiento de un poema

Van dando las horas de ayer, mañana, hoy. El tiempo estorba, es un tiempo material. Pasaron las gotas, quedó la humedad. Los miedos afloran, dirimen por salir. El fin de semana fue una lluvia constante. El día fue una cueva, el día fue gris. Final atípico sobre una jornada completa. Uno teme darle forma exacta a lo que siente, más aún de equivocarse en la expresión, incluso más de hacer una confesión. Porque a veces, no siempre porque la realidad es una fiera represora que dicta lo correcto y no admite réplica. Pero a veces, aunque no sea siempre, los árboles se despiertan, las nubes sobrevuelan los ríos y es natural que todo encaje, una mano en otra mano, una cara en su reflejo, un asiento junto al otro, la cuchara en la boca, el saludo de despedida, todo encajando en un puzzle que se completa para volcar las piezas, vuelta y vuelta y vuelta a empezar; y así también dibujamos monstruos gruñones, dragones alados, hormigas gigantes, ratones disfrazados de conejos de Pascua, repartiendo colores mientras giran en el aire, doblándose, doblándonos en quiénes somos, dónde estamos, descubriéndonos la verdad sin reverso de nuestra amarga dulzura, niños jugando a ser niños y luego juntando unas palabras que no fueron necesarias; las palabras que no dijimos, Greta; las palabras que no nos importan, Ian; el poema que no entenderemos porque está lleno de palabras.