26 de julio de 2020

Un mundo mejor

"La verdadera crisis de nuestro tiempo, la de mi generación, no es que no estemos bien, ni siquiera que más adelante podríamos estar peor.
No, la verdadera crisis es que no se nos ocurre nada mejor."

Rutger Bregman escribió este manifiesto extremadamente optimista en 2013, Utopía para realistas. ¿Por qué hoy parece tan lejano? ¿Tanto ha cambiado nuestro tiempo? Quizás sea demasiado pronto hacer una valoración de lo que está pasando porque todavía está en proceso, pero una frase como ésa no sólo hoy es impensable, sino que parece inconcebible cualquier optimismo. Poco antes de esa declaración se refería a la enfermedad en términos parecidos:

¿Y qué ocurre con la enfermedad? El asesino en masa número uno de la historia, la temida viruela, ha sido erradicado. La polio prácticamente ha desaparecido, cobrándose un 99% menos de víctimas en 2013 que en 1988. Entretanto, cada vez se vacuna a más niños contra enfermedades que en otros
tiempos fueron comunes. El índice mundial de vacunación contra el sarampión, por ejemplo, ha subido desde el 16% en 1980 al 85% hoy, mientras que el número de muertes se ha reducido en más de tres cuartas partes entre 2000 y 2014. Desde 1990, la tasa de mortalidad por tuberculosis ha bajado casi a la mitad. Desde 2000, el número de personas fallecidas por malaria se ha reducido en una cuarta parte, y lo mismo ha ocurrido con el número de muertes por sida desde 2005.

Y en ese momento era cierto, sin ninguna duda. Los datos son irrefutables. Pero la pandemia actual ha demostrado que la vida aún puede ser "tosca, embrutecida y breve". Por temor a un contagio que no puede prevenirse del todo, se declara la cuarentena como medida más efectiva. Los contagiados se relegan a un aislamiento absoluto, ya que ni siquiera puede haber un contacto posible para entregar cualquier alimento u objeto. Y los fallecidos ni siquiera pueden recibir una despedida, los allegados tampoco pueden ver los cuerpos.

Cuando el ser humano parecía controlar el mundo sin pretender mejorarlo porque no se le ocurría nada mejor, de repente el mundo le demuestra qué vulnerable es todavía, cuánto le falta por aprender. Por ejemplo, que un cambio no significa evolución. Y que evolución no significa progreso.

El día que esta pandemia pase habrá un deseo de regresar a la anterior utopía, la imperfecta, fastidiosa, supuestamente perfecta aunque nadie lo considere así. Muchos ya están forzando las circunstancias para acelerar esa vuelta a la falsa normalidad. Sin entender que habrá una nueva falsa normalidad, un nuevo deseo de volver a estar bien, sin saber cómo estar mejor.

25 de julio de 2020

Y punto

Las reacciones a este periodo de cuarentena, prolongada o reducida, son, no sé, no sé cómo se dice, algo como que si es lo que hizo quédate tranquilo o tranquila con tus gatos y los demás también dormirán tranquilos. Aunque a veces necesitan pasar algo como esto para darse cuenta. De qué. Qué. Eh, nada, es terrible lo que está pasando. Y con este frío más. Es que es verdad, Óscar. Y me dijo algo peor. No me lo nombres más. A mí me dio la sensación de que era el dueño de todos los documentos. Ah, porque sabes cuál es el problema. Qué. Es mala mi mamá, no me gusta que sea tan mala. Pero en realidad hay cosas que tiene razón, eh. Ujum ejem. Todos tosemos.

22 de mayo de 2020

Orden y caos

Los problemas y los días quedan apartados en el confinamiento de la cuarentena. Hay estupor, una sensación irreal de no entender del todo lo que está pasando.

 ¿Qué?
 ¿Por qué?
 ¿Hasta cuándo?

De repente las formas domésticas adquieren el relieve de una prisión. El límite es el hogar, no está permitido ir más allá. Pero esa frontera es palpable. Y también porosa. Las ventanas se orientan a los vecinos, que se ejercitan en el arte de lo cotidiano: hacen ejercicios físicos, pintan una pared, riegan las plantas, se sientan al sol. Uno es testigo de lo que pasa. Y lo observa en su mudo estatismo, como si fuera una película de todos los días que vendrán.

¿Y eso es todo? No, claro que no. Una situación extraordinaria debería facilitar los actos extraordinarios. ¿Cuándo pudo extenderse el tiempo de tal modo que perdió toda medida, sin que importen los horarios de levantarse, de comer, de acostarse? Aquello de nuestra casa que siempre se postergó por falta de tiempo podría tenerlo esta vez, o reconocer que nunca lo tuvo porque nunca lo tendrá. No debemos confundirlo con las vacaciones, que son un descanso del trabajo y de los estudios y un deseo de hacer lo que nos divierta. Se trata de encontrar un tiempo nuevo que resignifique lo convencionalmente establecido. Un fin de semana ya no es un fin de semana. Ni tampoco un lunes. Ni tampoco un viernes. Ni tampoco un puente. Habría que pensar entonces qué significa mañana, antes, durante, después. Existe esa posibilidad. ¿Por qué no aprovecharla en lugar de anclarse en la angustia de intentar volver a una normalidad, aquélla que no volverá más porque habrá una normalidad distinta? Ya que el espacio está delimitado a nuestro entorno inmediato, ¿sería posible delimitar el tiempo a la música con que nos gustaría percibirlo?

16 de marzo de 2020

Los poemas vienen de otro mundo

"Los poemas vienen de otro mundo. ¿De cuál? De donde reside la vida espiritual.
¿Dónde está ese mundo? No os lo puedo decir. Las ideas, las metáforas y los
estados de ánimo vienen de otro mundo. A veces rebosan de sublime confianza,
a veces rezuman escarnio o ironía. Se presentan a horas intempestivas sin
invitación, sin anunciar su llegada. En cambio, cuando se les llama, optan por no
dar señales de vida.
En las calles de París, a menudo actúan unos mimos que entretienen a la
multitud siguiendo los pasos de una persona, de un transeúnte serio y ajetreado
que lleva una sólida cartera en la mano y unos sólidos pensamientos en la
cabeza. Siguen a alguien así, imitando en cada detalle sus andares, su semblante,
su postura, su seriedad, sus prisas y su ensimismamiento. En cuanto el transeúnte
se da cuenta de estar escoltado por un mono de repetición, el juego termina, el
corro de mirones se echa a reír, la víctima de la broma acelera el paso para
desaparecer en una travesía, y el mimo saluda al público y recoge el dinero.
La vida espiritual trata de igual manera al mundo sensato de la política, la
historia y la economía. Camina medio paso por detrás, triste o alegre. Va en pos
del mundo real como un ángel de la guarda pelirrojo y delirante, y llora o suelta
una carcajada, toca el violín o recita poesías. Después, cuando la realidad se
percata de que no está sola, su sombra fantasmal saluda al público y desaparece.
Los poemas vienen de otro mundo. ¿De dónde? No lo sé."

Adam Zagajewski: Dos ciudades.

14 de marzo de 2020

Coronavirus: se sumaron nuevos casos

Casi al azar
abrir dos libros
dos que llamen la atención
como para abrirlos
y leer
casi al azar
dos oraciones
o dos fragmentos:
 "De pronto vi las regiones pobladas de intensidad"
"Es inútil distinguir las costumbres de una nación de los objetos de su estima"
y maravillarse
de cómo resultan
(Neruda y Rousseau)
casi al azar
la sentencia de nuestro mundo actual
dominado por el caos estúpido
de una histeria ante un virus
del que se protege
con pasta fresca y papel higiénico
o
al que se desprecia
con palmeos y toses fingidas
de tal modo que me lleva
casi al azar
a otra cita de McEwan
como para entendernos entre líneas:
"Cuando se pone nerviosa por alguna cosa
y suelta su risa
noto que la consideran una enferma mental,
lo noto por la forma en que apartan la vista".


7 de marzo de 2020

Fin del trabajo

Acabo de dejar mi (principal) trabajo.
Aunque no sea oficial ya no seguiré en mi trabajo.
Renuncio. No quiero más.
Uno se deja engañar para seguir diciéndose que no es para tanto, que hay lugares peores, que no será fácil encontrar otro, que los gastos se convertirán en deudas, que después de todo alguien o algo bueno tiene.
Pero ya no me repetiré esas mentiras.
La directiva quiere que me vaya y yo quiero irme. En eso sí estamos de acuerdo. Sólo en eso. Por lo demás la directiva es tan mediocre que vuelve mediocre a todos, a todo. Ya me estaba volviendo mediocre a mí por ser quien no quería ser, por hacer lo que no quería hacer. El buen director no debe decir "síganme" para que lo sigan ni ordenar para que lo obedezcan ni gritar para ser escuchado. Pero ésa es la directiva que me encontré y que me quitó cualquier motivación, cualquier ánimo para afrontar nuevos proyectos, a riesgo de que me echaran en cara lo malo y que se apropiaran de lo bueno. 
Mis sentimientos se volvieron una bola de nieve: por cometer un error mínimo recibía un castigo y a cada error la bronca y el reproche aumentaban y me llevaban a un nuevo error, a un mayor error, a un mayor castigo.
No son necesarios más detalles ni revolcarse en el barro para desahogarse o quedarse en el rencor.
Donde no te quieran no te quedes.
Me queda el alivio de no estar más allí.