23 de diciembre de 2009

Los mejores libros de 2009

Cuando faltan pocos días para que termine el año son muchos los que se entretienen en hacer un balance de lo bueno y lo malo, de lo mejor y lo peor, en recopilatorios tan exhaustivos como improvisados de lo más destacado, es decir: de lo que más se recuerda. Los libros no se libran (¡arrrgh!) de su propia lista y así ya van apareciendo las antologías de títulos tan subjetivos como es la opinión de cada uno, pues lo que más me ha gustado a mí no tiene por qué haberte gustado a ti, y ni siquiera tienes por qué haberlo leído, y demás asuntos del corazón.


Tratándose de la opinión de escritores y críticos, no sorprendería que tampoco ellos hayan leído todos los libros que se han citado, de manera que tampoco sorprendería que sólo hayan leído tres o cuatro (como máximo) títulos de las otras listas, ya que, por muy adictos a las novedades que sean, no se habrán limitado sólo a leer las publicaciones de este año, sino que bien pueden haber descubierto alguna otra pendiente de hace cinco, diez, cien años. No en vano (es un decir) se publican miles de libros cada año.

De esta manera, el mejor libro de 2009 será el que me guste más de los que estoy leyendo, el que me guste de los que estoy leyendo, el que estoy leyendo.

15 de diciembre de 2009

El maestro y el discípulo

Desde hace tiempo suelo guardar en una carpeta los diversos papeles que me llegan. Primero fueron las notas que tomaba de libros consultados por puro interés o puro capricho (si es que existe alguna pureza en esas actitudes) y que escribía a toda prisa en una hoja. Como pronto me faltaron las hojas enseguida recurrí a cualquier papel con el suficiente espacio en blanco como para escribir en él una cita. Los nuevos papeles podían ser servilletas, folletos publicitarios, informes académicos o administrativos, tarjetas. No tardé en guardar cualquier papel que pudiera albergar una nueva nota, escrita de mente ajena o también desde mi propia atención. A ellos además se le sumaron otros papeles cuya forma y disposición no admitían un nuevo texto además del que ya contenían; pero el texto ya existente significaba el lugar o el momento en que llegó a mis manos, y ese devoción, ya presente en los papeles anteriores, bastó para que el nuevo documento se acoplara a los anteriores. Algunos incluso sobrepasaron la carpeta y la envolvieron en los compartimentos de la bolsa donde la llevo. De esta manera la bolsa pasó ha llamarse la bolsa de Pandora, pues de ahí pueden salir todos los bienes y todos los males de mi mundo.

Un día quise mostrarle el contenido de la bolsa de Pandora a un pupilo siempre curioso de cualquier cosa que le hablara. El alumno enseguida se interesó por esa bolsa que siempre llevo encima y saqué de ella la carpeta, y de la carpeta empezaron a brotar sus papeles con la correspondiente explicación de los más vistosos: éste es un juego que hice un día en un autobús de vuelta a casa, éste es un dibujo de mi Mar Adentro, en éste apunté el nombre de los alumnos que hablaban para bajarles 0,1 puntos. No todos admitían la explicación de su origen, más que nada porque el alumno no querrá comprender ciertas sesudas o arbitrarias notas, de modo que muchos se volteaban como las hojas de un calendario en el que buscamos apenas una fecha, para sólo detenerse en aquel retal que podría destacar justo entonces. El alumno miraba el desfile de papeles escuchando las explicaciones, acompañándolas con algún que otro comentario. De repente, al ver cómo pasaba ese extraño conjunto de garabatos y colores, exclamó "¡sí que llevas mierda!". No lo dijo con ninguna intención peyorativa, más bien lo contrario, por el cariño de que compartiéramos lo que había guardado. Pero no podría faltarle razón. Porque ¿en qué momento un recuerdo se convierte en mierda? ¿Será que ese papel es como la cáscara que nos queda después de habernos comido el fruto? Evidentemente, ningún papel se mudó de casa y menos con este frío, pobres; si no hay nada como el hogar.

8 de diciembre de 2009

Silencio

Las condiciones objetivas necesarias para la realización de una obra artística son un fenómeno, como todos sabemos, muy complicado: intervienen un determinado círculo de destinatarios, la intensidad del contacto con ellos, un ambiente adecuado y lo más importante: la liberación respecto del control interior, involuntario.


Estas palabras de Czeslaw Milosz fueron pensadas en alusión a las trampas de expresión de la Polonia marxista, pero, como todas las palabras verdaderas, qué fácil es pensarlas en otros ámbitos, entre ellos el privado.

La sociedad irracionalmente capitalista que nos rodea, basada en la producción, no contempla la figura del artista más que como entretenimiento. La obra artística sólo adquiere sentido en su utilidad, y ésta se entiende que se cumple cuando da un placer momentáneo y, ay, estéril al considerado verdadero trabajador, es decir, al que produce. Claro, este uso banaliza al artista e irrita al intelectual, quienes intentan oponerse a la estupidez global para no formar parte de ella, aunque eso implique no formar parte del progreso. La estupidez progresa, el arte no (ya sabemos que la obra de Ludovico Einaudi no mejora la obra de Mozart ni la obra Czeslaw Milosz la de Joseph Conrad, sino que tan sólo son distintas expresiones, ni mejores ni peores). ¿La estupidez progresa? ¿Eso quiere decir que es más estúpido un individuo del siglo XXI que uno del siglo XVII? No necesariamente. Pero lo que sí parece más seguro es que es más refinada; quiero decir que, hoy en día, en nuestro mundo opulento, ingenuo, occidental y en crisis tenemos a nuestro abasto tantos medios y tanta información que irremediablemente desperdiciamos nuestras posibilidades, y tendemos a repetir las mismas soluciones.

¿Qué significa esto? ¿Qué se pretende decir?

Estas preguntas pueden parecer tan básicas como el párrafo anterior. Podrían contestarse a sí mismas, bastaría con formularlas para saber de dónde vienen, o quizás a dónde nos llevan. El resultado no debería ser indiferente, no puede ser casual.

28 de octubre de 2009

¿Por qué los abuelos siempre están en el campo?

Lectura al azar, libro abierto por un dictado de lo que viene a la vista, un texto del tamaño de un cassette o de un paquete de tabaco, el hormigón suficiente para ser diluido en un papel. Viene a ser algo así. Entonces leo y dicto y la historia es tan aburrida como la hora en que el tipo la copió, así que debo improvisar algunos detalles para que no se duerma la lengua. Pero no los suficientes como para que uno de los comensales levante la vista y pregunte con aire infantil la frase que da título a esta sopa de letras. ¿Que por qué los abuelos siempre están en el campo? Trágico silencio. Oh, turpitudine, oh deformitas. ¿Cómo podrá alimentar la pasta cuando le falta sustancia? Démosle forma a la cosa, pues, para no repetir siempre lo mismo, para cuando importe el significado, cuando ya todo lo demás importe:

O C A S O S C O S R
S O R C S R C S O A
C O C A R O S C A S
S C S R R C A C S S
CU R A R S C R O R
S A Z L O G S R C S
R S C R C O S C O S
C S R S C S R C S C
S A C S C R A C R S
C A S C A A C S C A

23 de septiembre de 2009

El día se descubre sin harapos

Los inicios son principios, postulados de poder, voluntad de verdades, realidad realizable. Cuando todo está por empezar es porque cortamos la cadena anterior y ahora la nueva serpea como la cadena de un ADN, cuyo proceso de replicación se explicará con su propia estructura. El sol es el sol y no es el sol, la montaña será el nuevo mundo. Así también las palabras, versión temporal del pensamiento.

31 de agosto de 2009

Consejos zen para expresarse

Leyendo sobre el haiku brillan esta cita del investigador Suzuki:

"Dibuja bambúes por diez años, hazte un bambú; después olvida todo lo que sepas de bambúes mientras estás dibujando."

Y ésta otra del poeta Chikamatsu:

"Es esencial que uno no diga de algo que es triste, sino que sea triste de por sí".

Pocos métodos de creación habrá más honestos. Ésta es la esencia de la originalidad, donde el arte y la vida se expresan con plenitud, sin que deban formularse, sin que nadie deba decirnos lo que son.

30 de agosto de 2009

Notas sobre la identidad

Domingo por la mañana, desayuno con leche y un bizcocho de queso, Love Of Lesbian y Radiohead, Chantal Maillard y Jacques Derrida.

¿Qué tienen en común todas estas particularidades para que se reúnan en el mismo tiempo y lugar? Sólo se me ocurre una respuesta: yo. Soy yo mismo, éstos son los elementos que aquí y ahora convergen en mí; y al mismo tiempo son los elementos que aquí y ahora me identifican más que mis propias uñas, porque a ellos los elijo, mientras que de las uñas me desprendo.

En cualquier caso, se ha hablado tantas veces de la identidad que cualquier intento de definirla está condenado al fracaso.

La identidad es por esencia mutable, permutable, inasible. Definir, entendido como fijar límites, es algo imposible de aplicar a la identidad. De ahí surge la aporía. La identidad admite muchos caminos y ninguno es transitable, es un no-camino que no puede atravesarse por mucho que se empeñe el ser, uno y diverso, el ser físico o el ser verbal que repta hacia sus llamados complementos, yo soy, esto es, es decir.

Y sin embargo la experiencia de pensar la identidad es necesaria. Tenemos que preguntar por ella. Como la voluntad de realizar nuestro futuro. Como el deseo de cumplirlo.

5 de agosto de 2009

Machuca

En la tele, con su desparpajo habitual, han mostrado en las noticias una de las numerosas escenas violentas con que nos acribillan cada día; y como colofón han añadido al finalizar el vídeo: "algo para reflexionar". ¿Pero qué reflexión se puede extraer de la sinrazón? La violencia, pura y llana, sólo provoca el deseo de huir de ella, al menos para quien no disfrute viéndola o practicándola. Pensamiento y sensibilidad están fuera de lugar.

En cambio, hemos visto una película que tiene mucho para reflexionar. Eso sucede porque en ella la violencia nunca es el motivo principal. No existen morbosos primeros planos de agresiones, secuestros o asesinatos. Y no por eso va a ser menos expresiva ni va a impresionar menos porque deja lugar precisamente a la emoción. Cuando la violencia lo llena todo, aparte de malsana, no puede transmitir nada porque no contiene nada. Así, gracias a la película entendemos qué pasa, aunque en el fondo no lo entendamos pero lo entendemos, de manera increíble aprehendemos la lógica de la sinrazón. Por eso vale la pena poner un vídeo aunque sólo sea el trailer, que sin apenas mostrar algún detalle muy incompleto, nos permita entrar por un momento en el Chile de 1973, tan sutilmente actual:

3 de agosto de 2009

Formas breves

Una vez más, surge la noticia de un escritor que anuncia la publicación del que será su último libro. En este caso se trata Cees Noteboom y como siempre que sobreviene una noticia así uno se pregunta: ¿cómo un escritor puede dejar de escribir? Y en cada nuevo replanteo de la pregunta nos vamos acercando a la respuesta: un escritor deja de escribir antes de que los demás descubran que es idiota. La desidia, el ya haber dicho todo lo que tenía que decir o el preferir dedicarse a otros asuntos no son más que excusas amables.

31 de julio de 2009

El espantapájaros - Oliverio Girondo

Aunque con algunos errores en la parte final de la lectura, es una manera muy visual de leer a Girondo, ya que hoy ha asomado la cabeza por las páginas de alcance personal, disparatado, espantado y con todos los pájaros en la cabeza:


30 de julio de 2009

Durante el breve tiempo que te robe su lectura

Corro el riesgo de que al escribir algo se pierda o que todos los lectores lo ignoren. Pero le daré una excepción al olvido. Si todo esto no me importara no le daría ni una palabra. No engaño. Que jueguen la memoria y el olvido, que gane el mejor. De todos modos tengo que apostar y ya lo he hecho, aunque me arruine y me consuma y pierda todo mi tiempo.

27 de julio de 2009

Inventario de lluvia

Un vaso de agua
dos canciones
tres bocetos
cuatro paredes
un refugio
un cristal

un poema de Prévert

una docena de encuentros
un bostezo
una primera vez
seis dobles nacimientos
una sombra iluminada
un saludo

otro poema de Prévert

un placer
las olas en el aire
dos deseos imantados
un amargo
un sueño dócil
una verdad desfigurada
un exilio en la propia tierra
una calma seca
un silencio

Y unos poemas de Prévert

25 de julio de 2009

El pequeño vals

Cuando la llave no coincide con la cerradura no puede cerrarse la puerta. Aunque haya sido creada y moldeada con ese fin, tras fatigosas transformaciones. La llave puede encajar e incluso girar, pero la puerta sigue quedando indefectiblemente abierta. Porque el calado de la llave será profunda hojalata sin fe ni olvido. Porque siempre habrá un fragmento de la mañana para bailar el vals, este vals, este vals, este vals con la boca cerrada y cuatro espejos donde jugarán tu boca y los ecos.

23 de julio de 2009

Dolor

Uno no sabe cuánto dolor puede soportar un culpable. Lo acepta como consecuencia de su crimen o de su error y así va acumulando una culpa intensiva y extensiva que va aumentando hasta que el castigador puede sentirse también culpable, y entonces no queda más que el dolor. Que se apodera de todo. Que no entiende de motivos. Que castiga sin remordimientos.

28 de junio de 2009

Muertes paralelas

Con la diferencia de apenas una semana en este tiempo ha habido dos muertes que me han afectado como hacía mucho tiempo no sentía una muerte. Se trata de Vicente Ferrer y de Michael Jackson.

No supe de Vicente Ferrer hasta apenas un año atrás, quizás dos. Recuerdo que una presentadora de televisión pidió ayuda para su fundación y lo hizo con los ojos llorosos. Su emoción era verdadera y eso es algo cada vez más extraño ver en la televisión, donde cada está estipulada cada respiración por el rating, el marketing y el zapping. He olvidado el nombre de la presentadora, el programa y la fecha en que lo vi. Pero era tan inusitada esa reacción que sólo podía referirse a una persona extraordinaria.

Vicente Ferrer murió los 89 años. Dedicó gran parte de su vida a ayudar a los más pobres. Sólo pidió ayuda para ese fin. No quería ser famoso, dijo que la fama es lo peor que le podía pasar a alguien. Pero cualquier palabra está de más. Basta con poner como ejemplo este vídeo, donde se cuenta quién fue y qué hizo. Aunque el mejor ejemplo es el suyo propio, pues es lo más parecido a un ángel que podamos conocer. Si en el mundo no existiera la bondad, si no hubiera nadie que pudiera manifestar esta bondad el mundo, sin más, no existiría. Él mismo lo decir de una manera insuperable en este vídeo: "Si no existiera la compasión y la solidaridad en este mundo, entonces la humanidad no tendría el derecho a la existencia".





A Michael Jackson lo conozco desde que tengo uso de razón. Puedo decir que lo conozco porque crecí escuchando el Thriller y el Bad. Fue el músico que más veces escuché en los '80 y gran parte de los '90. Las primeras cintas de cassette que compré (que me compraron) las usé para grabarlo. Luego vinieron los conciertos de ojos llorosos, de fans histéricos, desmayándose con sólo verlo. Él colmó todas las televisiones, todas las portadas de los diarios antes y ahora. No era sólo cuestión de vender una estrella, como bien supieron (y de nuevo saben) aprovecharse las discográficas. Es que me resulta imaginar mi infancia y mi adolescencia sin Michal Jackson. Sin la primera máquina recreativa a la que jugué, Moonwalker, en la que disparabas rayos y te transformabas en robot al ritmo de Smooth Criminal o de Beat It; y reservaba escrupulosamente una moneda de cien pesetas para usarla en esa máquina. Ni tampoco podría imaginarme las carpetas forrads con su silueta, en las más diversas posturas. Ni las horas viendo Thriller, asustándome, impresionándome ante un vídeo como ése, o el Bad, que miraba a cámara lenta y marcha atrás para percibir con detalle cada paso de baile.

Michael Jackson murió a los 50 años. Dedicó gran parte de su vida a hacer felices a los demás con sus canciones entusiastas e irrepetibles. Era famoso casi desde que aprendió a hablar y adonde fuera reunía multitudes enfervorizadas por la posibilidad de su presencia. Luego vino lo que llamaron el escándolo de ser acusado de pederasta, aunque era imposible admitirlo, pues él tenía otra concepción del mundo, ajena a lo que se entiende habitualmente. Él entendía que a los niños les falta cariño y es lo que quiso darles. Si no lo hizo de la mejor manera nadie puede culparle porque nadie puede dudar de su cariño, al margen de lo legal o lo moral. Fue un persona extraordinaria y si no hubiera nadie que pudiera expresar lo que hizo él con la música qué existencia tendríamos.

Estas dos vidas parecen contrarias. Y sin embargo se pueden aunar. En este texto. En esta canción:

12 de junio de 2009

Moscas

Ahora resulta que el espacio donde hoy se mueven los habitantes ha cambiado tanto que se ha llenado de calor, y como no resulta muy cómodo llevar la piel emparrillada abren las ventanas para que el aire de la habitación se hermane con el del exterior. Ese gesto lo celebran las moscas, pues ellas no desean más que invadir los espacios prohibidos y hacer todo lo que se supone que no se debería hacer. La alegría de la mosca es inconmensurable al fertilizar de zumbidos el aire cúbico de la habitación. Hay muchos objetos donde posarse y muchos relieves cuya dimensión secreta habrá que recorrer con todas las patas. Lástima que no todos opinen lo mismo y así un ser inanimado, de formidables dimensiones y prodigiosa velocidad, las persigue y como un latigazo cae sobre ellas una y otra vez. Pero, como es bien sabido, es imposible acabar con ellas, pues en realidad son pequeños diablillos negros que reviven en cuanto han caído, y si por casualidad no parecen levantarse pronto vendrán con otro cuerpo y otra sonrisa zumbadora a bailar alrededor de su verdugo. Ni siquiera las inquieta la araña Mafalda, que cada año las espera en la ventana, oteando el horizonte.

No todos son tan beneficiados por el calor. Los habitantes por momentos se vuelven pesados y espesos y por eso se ven obligados a mantener la boca cerrada y a no malgastar sudor tras las moscas, que vuelan con más fervor, excitadas por ese olor seductor. De modo que por si las moscas mejor damos por terminado el acto oficial de bienvenida al verano y nos vamos con el punto final, minúsculo y negro, que ya llegó, que ya se asoma, que aquí está.

9 de junio de 2009

Schibboleth

Como si aquél mismo que invita o recibe, como si el habitante residiese siempre, él mismo, en casa del habitante, ese huésped al que cree dar hospitalidad cuando, en verdad, él es quien empieza por recibirla de éste. Como si, en verdad, fuese recibido por aquél que él cree recibir.


Esta reflexión de Jacques Derrida viene que ni pintada para agradecer a los pocos que se acercan a este lugar semianónimo, que a veces es un cactus en el desierto y otras un bosque tupido, e incluso se atreven a regalar su tiempo al que escribió esto, como él mismo hizo una vez bajo un discreto anuncio de "Regalo tiempo" y que pocos entendieron porque quién regala el tiempo si es inasible y si además es gratis. Y lo gratis no se regala, cómo no.

A veces, de todos modos, el silencio, que pesa como el verano, tiene que recorrerse hasta el fin del camino y abrirse en una ventana y echar a volar batiendo sus hojas hasta ser árbol y llegar hasta las raíces cuadradas que de moverse se han hecho ruedas y se [interrupciónporfuerzamayor]

4 de junio de 2009

El somiatruites

Un somiatruites es lo que con torpeza traducimos del catalán al castellano como visionario, por no dar la traducción literal de sueñatruchas o sueñatortillas, aunque éstas sean mucho más sugerentes y evocadoras que el simple 'visionario'. Así que para perdernos lo mínimo de esta canción soñadora-truchera-tortillera de Albert Pla (interpretada por Lídia Pujol y acompañada por Dolo Beltran y por el propio Albert Pla) vendrá una canción aproximadamente literal, oníricamente evocadora que nos permita soñar por la mañana, al salir de la cama y recibir la literal realidad:




Hay una escuela perdida
allá, en medio del Montseny,
donde sólo estudian los niños
donde sólo estudian los niños
que sueñan con tortillas (o truchas, pero hoy mejor tortillas)
Es la escuela de los sueñatortillas
es la escuela de los sueñatortillas
donde sólo estudian los niños
que sueñan con tortillas.
Allí está Joan que soñaba
que su cama tenía alas
y por la noche despegaba
y volaba y volaba y volaba
y Lídia que soñaba que su novio era un lobo
y se pasaba toda la noche
aullando bajo la luna llena
Y lo hacían así
au au au au au au au
au au au au au auuuuu
auuu au au au au auuuuuu
auuuu auuuuuu auuuuuu
auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu uuuuuuuuuuuuuuuu uuuuuuuuuuuuuuuuuu
Y Fina soñaba
que respiraba bajo el agua
y nunca se ahogaba
y se hacía unos pendientes con perlas marinas
Ah, y además era íntima amiga de los delfines, los tiburones y las gambas
Y Marta soñaba
que la tierra era cuadrada
y que se iba de vacaciones a otra galaaaxiaa
Y Fidel que soñaba
que le metía una pedrada al rey de Espaaañaaa
Y Gerard que soñaba
que era Gerard que soñaba
que era Gerard que soñaba
- sí, yo lo entiendo eh - sí - sí, yo lo entiendo -
Y Joana soñaba
que su padre nunca le pegaba
- ¿ah, no? - No - ¿Y de Roser sabes algo? - Sí - que su madre nunca la reñía - Ah, qué chulo
Y Cristina
se iba chin, chin a la China
y hablaba chino de la China chin chin chino chao chin
- ah, yo también, chun chao - ah, che nai tse - aaai
ai cho ni jai ni joi
dejosele nole nijole nipoile
ai dejole sole nipoi
ta gurusepai chin nichone coregatepoi
nochele tale nipoi (transcripción en catalán occidental)
GOOOOOOOOOOOOOOOOOONG
Y Albert
que soñaba y soñaba y soñaba
y cde tanto que soñaba, claro,
a la escuela nunca se presentaba
pero la maestra nunca le ponía una falta
y... siempre le aprobaba
¿Sabéis por qué? Es que...
Y es que Albert de estudiar de no estudiaba
pero de soñar...¡joder si soñaba!
Y la señorita que simpática que era
que cantaba en las noches de luna llena
así, como una gitanita
Espera que te enseño... Un, dos, tres y...
lailolololoai ole olelele
lailolololai oooooooolelele
lailo lailoo lailo lailooo
Y es que hasta el conserje soñaba
con escuelas
que pintaba así
sin rejas, sin clases
sin murallas ni tonterías de ésas
Sólo soñaba escuelas
donde hacían carreras
los sueños
de los niños y las niñas
Ah, y por cierto,
mientras tanto,
la Fina nadaba entre sirenas
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglugluglu glugluglu
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu
glugluglu gluglu
¿Cantamos más? Es muy chulo el gluglu, mira
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu
everybody yeah
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu
Yeeeeeah yeeah
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu
Enciende las luces, enciende las luces
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu
Glugluglu gluglu glugluuuuu
glugluglu gluglu glugluglu

Y la despedida, los agradecimientos. Y ya me voy a casa que ya tengo bastante.

22 de mayo de 2009

Los géneros

Entre muchas de las maneras de distinguir los géneros literarios hay una práctica y suficiente: la lectura. Cuando uno lee un libro enseguida percibe si se trata de poesía, ensayo, cuento, novela, teatro. No entra en las elucubraciones de si se trata de una biografía, una parábola o una prosa poética. Sencillamente uno lo lee y no necesita nada más. La lectura ya tiene sus normas.

La novela se lee cuando queremos pensar sin pensar, es decir cuando queremos tener la impresión de tener un libro a la altura de nuestros ojos y creemos que en cualquier momento puede surgir un imprevisto (nuestra parada de autobús, la llegada de la persona a la que esperábamos, un bostezo) y la lectura quede momentáneamente interrumpida.

Esto también puede ocurrir con los ensayos si no son muy sesudos, pero un ensayo requiere un mayor grado de concentración para codificar el mensaje abstracto y valorar si estamos de acuerdo o no, si no es que no nos ha dormido antes.

En cambio, uno no podría dormirse con una obra de teatro se vamos cambiando de parlamento a cada inspiración y expiración. Se recomienda leer teatro a media tarde, como si nos dilatara tanto diálogo y prolongara el día más allá del pensamiento.

El cuento es lo que es y si provoca sueño y aburrimiento será peor que cualquiera de los anteriores géneros. Más insoportable que una mosca cuando te brota el sudor y no tienes fuerzas ni para secarlo ni espantarla. Aquí no puede haber más trampa que la historia mínima, hay que terminar de una vez sí o sí y como te pierdas nunca lograrás encontrarte.

El poema es un insulto dejarlo a medias. Por largo que pudiera ser, quien no lo termine no está leyendo, está mariposeando por el texto. Y eso está muy feo, sobre todo por las pobres mariposas, que ni siquieran tienen el gusto de leer.

Vamos, que la velocidad y el momento de lectura condicionan que un texto pertenezca a un género y a otro. Excepciones y variaciones las habrá sin duda, pero son tan poco pertinentes como escribir un texto sobre géneros literarios en una noche de calor, con la ventana abierta y la música susurrando Can you help me? Pero es lo que tiene llenarse la mesita de noche de libros, que uno se emborracha de sueño y de palabras y tiene la boca seca y no tiene más sed que la de seguir leyendo para preguntarse qué es todo esto de la lectura y los géneros y qué pinto yo aquí si ahora podría dedicarme a otra cosa.

20 de mayo de 2009

Cambio de rumbo

Y ya no sé, otra vez ha sucedido, voló el avión y el día ha amanecido en otro lugar, que era el mismo del antes, del tiempo anterior. Y otra vez vuelta a aterrizar y vuelta a empezar, el aire del pasado antes del pasado donde el día, cuando es pleno, apenas empieza en el otro lugar, y cuando allí es pleno aquí está por acabar. Repeticiones de lo mismo de lo mismo de lo mismo. Más de lo mismo, menos de lo mismo, el cuento de nunca acabar con la palabra acabar o la palabra volver, la re-vuelta cuyo porvenir apenas se atisba y hay que buscar en las palabras de otros lo que falta en las nuestras.

"¿Es apostar al porvenir de una utopía plantear el pensamiento como re-vuelta permanente y como equivalente a la vida del pensamiento? Freud diagnosticó "el porvenir de la ilusión", y la modernidad lo confirma a través de las aspiraciones de seguridad en las creencias y en la embestida técnica hacia el progreso. Estoy convencida, la única opción posible es el porvenir de la re-vuelta."

Julia Kristeva tenía esperanzas. De su intimismo extraía la clave para una generalizada modernidad. Quizás esto pueda revertirse y verse como el personal cambio de rumbo en un futuro que de alguna manera va tejiendo sus encuentros.

3 de mayo de 2009

Por Bridget, porque la queremos tal como es

Por la tele, justo después de comer, dan una vez más El diario de Bridget Jones, una de las películas que más ha denigrado a las mujeres. ¿Hay algo más deprimente que ver a una chica que pretende ser lo que no es y quiere vivir una vida soñada mientras se olvida de sus virtudes? Y siendo un domingo por la tarde, es para quedarse comiendo en el sofá, suspirando por el amor perdido. Es decir, que como buena verborrea de domingo uno piensa esto para que el domingo no sea así, quizás como desahogo o como una queja tan tópica como el propio estereotipo observado. La cuestión es que, para no perderse en estas vueltas sin más, no deja de ser curioso cómo tienen éxito ese tipo de películas o series como Sex and the city, que pasan por lo que piensan las mujeres. Y parece que lo consiguen, porque por algo tienen éxito o será que como no existe otro tipo de películas y de series que se fijen en el pensamiento de las mujeres, éstas deben tomar el único referente del que disponen. Por suerte, una mujer no se pasa el día pensando en el amor perfecto ni en ser sexualmente satisfecha. Es decir, no sólo piensa en eso. Sería simplificar demasiado su pensamiento y algo totalmente injusto con sus posibilidades de abstracción y de concreción, como reducir su objetivo sólo a la procreación.

Fin del discurso. Otro día será otro día será otro día.

30 de abril de 2009

El fin del mundo



No hay duda, hemos llegado al fin del mundo. Todos los síntomas lo evidencian y así lo proclaman los diversos medios informativos, con la necesaria alarma que es necesaria en estos casos:

El Gobierno congela el recibo de la luz a cinco millones de hogares hasta 2012

España aporta ya dos de cada tres parados de la eurozona en un año

Caen vacas de punta

Los casos sospechos de gripe porcina en España superan el centenar

Tenía sexo con una camioneta

Gripe porcina: subieron a nueve los casos bajo sospecha en el país

Pémex reporta pérdidas de 26 mil 997 mdp

Grippe porcine: la France passe au niveu 5 d'alerte

Epidemia de dengue en Argentina


Ante tales muestras de pánico no queda otra que claudicar y admitir que hasta aquí llegamos. ¿Y ahora qué? Pues quién sabe, habrá que esperar sentado qué pasa mañana si hoy es el fin del mundo, a ver cuál es el nuevo mal que viene. ¿Superará el de ayer? Es complicado, cada día es un nuevo reto, pero no hay que perder la esperanza, siempre estamos a tiempo para eso.

15 de abril de 2009

Lo propio y lo ajeno

Lo que más me cuesta es lo que menos vale. Si me demoro es señal de que no estoy en esas cosas y menos aún lo estoy si me entretengo con cualquier excusa. Suelo empezar sin plan; el primer trazo acarrea el segundo.

Esto viene a ser una adaptación de las palabras de Montaigne referidas a las cartas. Pero las buenas palabras, las que tienen que decirse, se quedan a vivir con nosotros y nos acompañan cuando las necesitamos, si es que recordamos cómo convocarlas.

La suerte de no saber qué decir es que hay otros que sí lo han sabido y podemos recurrir a ellos cuando el pensamiento se vuelve perezoso. No hay motivo para que se ofendan; al contrario, es un halago que piensen en uno como el apoyo necesario. Por eso, en un momento como éste, es preferible acordarse de quien te hace bien con tanta facilidad:




Entonces deviene un nuevo despertar. La mañana se aclara como si pasaran las nubes, pues la pared de la izquierda tiene otra pared que, como los erizos de Cernuda, sintió frío y quiso compartirlo y que las alegrías y las penas del amor no desaparezcan para ser recuerdo de un olvido. Y como no hay sombra sin la proyección del sol, nuestro bosque de palomas disecadas debe ser mojado por la música de la mañana. En Buenos Aires hay cuatro espejos donde juegan tu boca y los ecos, hay gatos en las camas tibias, hay ratones en el horizonte, hay sombras cruzando los puentes, hay lascivias bajo los puentes, hay desorden de miradas desordenadas y un te quiero susurrado entre dientes.

8 de abril de 2009

La vida mandala (a...)

Ahora resulta que van a publicar las cartas que Julio Cortázar escribió a Carol Dunlop y ambos a su traductora al serbio Silvia Monrós-Stojakovic, y diarios como El País y Público lo celebran como un acontecimiento editorial. Ante esto es para pensar que estará bien visto expoliar a los muertos y más si son de prestigio, pues no podrán replicar ni conmoverse tanto si se les beneficia o se les perjudica. En el caso de Cortázar parece que están de moda ciertas actitudes contrarias frente a su vida y a su obra. A su vida se la ensalza, se le da un valor entrañable y por eso, para que el efecto sea completo, hay que documentar desde su primer hasta su último suspiro, qué calles pisó, dónde se alojó, dónde estudió, dónde dio clases, cómo es él, en qué lugar se enamoró, a qué dedica el tiempo libre. Como un intento (vano, por supuesto) de ponerse en su piel (esa metonimia tan obscena) y sentir lo mismo que sintió él, ya que fue un ser humano excepcional y así deberían serlo todos, al menos en su actitud frente a la vida, frente a la realidad, frente al mundo devorador de su propio ombligo. Así, se han publicado las biografías parciales o totales de Mario Goloboff, Miguel Herráez, Cristina Peri Rossi, Eduardo Montes-Bradley, Jaime Correas.

En cuanto a su obra, no deja de sorprender que pase lo contrario: no son pocos los críticos que lo denigran con un cinismo y una arbitrariedad que asusta, incluso cuando en esa misma crítica poco antes o poco después digan lo contrario y lo alaben hasta el cansancio. Sin entrar en detalles (no vale la pena darle más bolilla), tal es el caso de Claudio Martyniuk, de Estela Cédola y de César Aira. Como si dijéramos: "sí, es bueno, pero no es para tanto". O: "no lo soporto pero me encanta". O vete a saber qué, si es que esto tiene una explicación, si es que hay que explicarlo todo.

Hacemos una pausa para dar de comer a la gata (algo que le importaría más a Cortázar que todo esto) y volvemos.

Listo, ya hemos vuelto. Es lo que tiene la palabra escrita, que trata el tiempo como le da la gana. Sigamos, pues. ¿De qué iba todo esto? Ah, sí, de la publicación de las últimas cartas que escribieron Julio el Lobo y Carol la Osita. ¿Por qué, para qué leerlas? ¿Para saber cómo se sentían en los últimos años de sus vidas? ¿Para descubrir textos inéditos? Hay algo de mórbido en esta operación, algo que se alimenta de la mala curiosidad, no la de la gata, otra curiosidad, la curiosidad viciosa de, pongamos, un periodista que prefiere tomar la foto de un moribundo antes de ayudarlo. Cortázar (o, quien lo prefiera, Julio) publicó lo que tenía que decir y si la recuperación de un texto literario desechado podría aceptarse suponiendo un cambio de opinión del autor (que, por lo que sea, decida por fin publicarlo) en estas cartas no habrá más que dolor. El mismo dolor del Post-scriptum de Los autonautas de la cosmopista, que sí valía la pena ser publicado y leído y llorado.

Lector, tal vez ya lo sabes: Julio, el Lobo, termina y ordena solo este libro que fue vivido y escrito por la Osita y por él como un pianista toca una sonata, las manos unidas en una sola búsqueda de ritmo y melodía.
Apenas terminada la expedición, volvimos a nuestra vida militante y partimos una vez más a Nicaragua donde había y hay tanto para hacer. Carol reanudó allí su trabajo de fotógrafa mientras yo escribía artículos para mostrar en todos los horizontes posibles la verdad y la grandeza de la lucha de ese pequeño pueblo que infatigablemente continúa su viaje hacia la dignidad y la libertad. También allí encontramos felicidad, ya no solos en los paraderos del París-Marsella sino en el contacto diario con mujeres, hombres y niños que miraban como nosotros hacia delante. Allí la Osita empezó a declinar víctima de un mal que creíamos pasajero porque en ella la voluntad de la vida era más fuerte que todos los pronósticos, y yo compartía su coraje como siempre compartí su luz, su sonrisa, su enamorada vivencia del sol, del mar y de la esperanza en un futuro más hermoso. Volvimos a París llenos de planes: terminar el libro, dar sus derechos de autor al pueblo nicaragüense, vivir, vivir todavía más intensamente. Siguieron dos meses que nuestros amigos llenaron de cariño, dos meses en que rodeamos a la Osita de ternura y en que ella nos dio cada día ese valor que nos iba abandonando. La vi emprender su viaje solitario, donde yo no podía ya acompañarla, y el 2 de noviembre se me fue de entre las manos como un hilito de agua, sin aceptar que los demonios dijeran la última palabra, ella que tanto los había desafiado y combatido en estas páginas.
A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato. Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me hubiera tocado precederte en la partida, y que tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir como acaso hemos llegado a mostrarlo en esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro dragón, sigue para siempre en nuestra autopista.

28 de marzo de 2009

A cuatro manos (2)

Caminó por el bulevar de una ciudad
que parecía extraña, si bien es cierto que la luz
ayudaba a la paciencia cuando sucedía
lo mismo que ayer. Es un decir,
la suerte era más difícil que sacar
poker cuando la partida estaba por comenzar
a ponerse a preguntar por qué.
Entonces decidió que ya era hora de
pensar menos y hacer más como le
decía cualquier cosa, más que nada para
poder pensar todos sus sueños
otra vez como al principio, si es que
es posible dibujarlos y ponerle
color borravino, como los días nublados
de los tonos, los tornasolados, con
brillo entrevisto en la mirada.
Entonces pensó y hasta gritó...
¡Maldita rana!

19 de marzo de 2009

Notas para una novela

Una narración comienza de manera abstracta. Al principio los personajes son borrosos, casi impersonales, incluso para el que los describe es una incógnita cómo se realizarán. Luego, a medida que nos acercamos a ellos, se definen y se muestran tal como son de la misma forma en que conocemos a alguien. Sólo permanecerán si realmente son importantes para nosotros. Puede que también veamos en ellos nuestras imposibilidades, que aparecen donde menos lo parecen: La costumbre y el no cambiar fácilmente una ley aceptada es el título de un ensayo de Montaigne, justamente el de esta mañana. Y en un periódico Gilles Lipovetsky no duda en afirmar que "El colapso hipermoderno no es el vacío absoluto. El universo se ha vuelto más nihilista, pero a la vez se reivindican los derechos del hombre, abunda el voluntariado y la moral no ha muerto. Junto a un hombre cínico surge otro más responsable. Por eso el futuro está abierto. Hay contradicciones, luego queda esperanza".

Habría que escribir una novela con unos personajes que deambularan en sus propias impotencias, incapaces de resolver eso que se llama qué hacer con la vida, confrontados (que no enfrentados) con otros más prácticos, casi felices, aunque ni unos ni otros sean capaces de cambiar la costumbre degenerativa, pero tengan un futuro abierto, sin entrar en elementos autobiográficos, aunque es muy difícil que exista un texto en el que el autor no se esté construyendo a sí mismo. Uno está tentado a empezar a pensarlos, hay tantas posibilidades, tantas actitudes, que no admitirían una clasificación, por utópica que fuera. Quién sabe, las notas son recordatorios, quién sabe qué saldrá en los tiempos futuros, pero sin duda mucho más de lo que aquí se cuenta.

16 de marzo de 2009

Diferencias de lo mismo

La misma ventana, la misma vista, la misma foto repetida una y otra vez hasta el infinito. Por la mañana. A media tarde. Por la noche. El tráfico es un río que se multiplica, decrece y enseguida vuelve a fluir. Lo vemos, desaparece. Un coche, un colectivo, un taxi, una furgoneta anónimos que podríamos ver cada día sin darnos cuenta. La vuelta al día en ochenta mundos.

Sin embargo esta vez hay cambios más sensibles. Vino el frío como una premonición de otro frío más seco, otro frío más frío y distante, el frío europeo. Y también como recuerdo de Europa se atrasó una hora el reloj, con la inevitable sensación de estar llegando tarde adonde uno vaya; se adelanta el despertar, se retrasa el dormir y aún resuena el eco de otra música, oscuro preludio de la marcha.

Pero no hay que ponerse lúgubres por estos cambios circunstanciales. A fin de cuentas los cambios pronto dejan de ser novedad y ya pensamos en el próximo cambio, que quizás altere sutilmente la sensación de lo ya venido por sabido y nos transforme partiendo de lo más mínimo. Basta con el propósito de mantener lo que nos gusta y modificar lo que no. Esto es tan fácil de discernir que enseguida juntamos una enumeración de lo que vale la pena. Como tomar un capuchino en Volta, ver una película comiendo sushi, pedir un helado de gustos irreconciliables a Spumone (y que el que lo trae demuestre un perpetuo agradecimiento por cualquier tipo de propina), hojear una torre de libros en el Ateneo tomando un té, recibir en Acuarium el desayuno sin pedirlo (una lágrima y tres medialunas; sonrisas y lágrimas, cuac) de parte de Tito y luego saludar a Omar para que diga "me alegro de verle, señor, cómo anda" y se despida con "que sigan bien"... pero mejor no seguir más por ahí, el recuerdo convoca la melancolía y de ésta a la tristeza hay hasta un lazo familiar. Che, qué porteño se puso esto. Clac, cortar de golpe, vuelta a la realidad, alguien está haciendo obras en el edificio, por qué tanto golpe, por qué.

10 de marzo de 2009

Notas al vuelo

A veces, para desmigajar los convencionalismos y los estereotipos, los habitantes subvierten el orden recto de las cosas y se comportan como debería ser en lugar de como debe ser. Así sucede cuando, en un gesto inesperado, los habitantes hablan a los demás como personas en lugar de como camareros, pasajeros, porteros, kiosqueros, todos los eros de la verdadera esfera cotidiana. Entonces, en la inmediatez de lo inesperado, el interpelado resta inmóvil (que no impasible) ante esa sutil invasión de la intimidad. Hay que hacer eso con mucha delicadeza para no causa situaciones embarazosas o malentendidos. Todo tiene que estar explicado en ese acceso piantado, que hay mucho loco suelto por el mundo, a ver qué quiere éste que me mira y me habla así, qué le pasa, qué se tomó. Todo tiene que ser muy rápido, por tanto, pero no demasiado, justo en su medida en su deliverada improvisación. Pongamos los dos ejemplos más recordados y listo.

Fueron situaciones parecidas. Uno de los habituales encuentros fugaces (uno de los más tentadores) es de los breves parloteos con los camareros. O más bien las camareras, que son más accesibles o más expresivas. La cuestión es que aquella camarera que nos sirvió un helado lo hizo con una permanente sonrisa que no iba dirigida a nadie más salvo a sí misma, y que por ese motivo se expandía por todos los rincones. Los habitantes la miraron cómo venía y devenía entre las mesas con esa sonrisa postal, y entonces surgió el impulso de agradecer ese buen día. Pero con cuidado, no fuera que ella se lo tomara como agua sucia y viera al habitante como a un seductor. Entonces está el recurso del papel, una nota discreta sobre la mesa y ella la leerá cuando retire los platos. ¿Pero y si fuera otro camarero? Había que entregársela en mano, junto con el pago de la cuenta. La nota en sí, algo tonto y fugaz, sin pretensiones, algo así como "esta nota es para que tu sonrisa se prolongue por más tiempo". Ella la tomó junto con los billetes, pero no la advirtió hasta la caja, cuando un compañero se la mostró entre risas. Arrrgh error. Ella no tenía más remedio que volver por el cambio y lo hizo de forma apresurada, con la cabeza baja, dejándolo sobre la mesa.

El otro caso fue también una nueva vergüenza pero del habitante, turbado por el episodio anterior, aunque hubieran pasado años entre varias situaciones. Pero también se trataba de una camarera, también tenía una inequívoca expresión en la cara (no de alegría, de una tristeza infinita) y el impulso enmudeció las dudas y las timideces. A fin de evitar los riesgos, la situación fue como sigue: el habitante le pidió papel y bolígrafo (birome) y al cabo de un rato se los devolvió con una nota del tipo: "Puede parecer desubicado, pero me ha parecido que estabas muy triste y quisiera animarte. Por eso te escribo esto, con esa única intención, no quisiera que me malinterpretaras pensando otra cosa. Un saludo". En esta ocasión ella no tuvo más tiempo que decir "ah, me llevo también papel", "sí, el papel también", se le contestó dando media vuelta y saliendo de la cafetería para no mirar atrás.

Y bueno, metidos, ridículos, delicadamente estúpidos, los habitantes de vez en cuando sacan las palabras a la realidad. Y aquellos con los que se crucen puede que las sufran.

7 de marzo de 2009

A cuatro manos...

y a media tarde, sin ornamentos...

Desde la ventana, como todas las
mañanas limpias de cada día, cuando,
sorpresa, no se lo esperaba, decidió
entonces llegaron las bebidas y nos refrescamos
como le había enseñado su padre y su
abuelo, pero no el de las medialunas de Maipú,
sino todo iba a terminar sin tiempo
para escapar de la monotonía cotidiana, y aún
quedaba el recuerdo de toda la historia
perfecta, pues todo día tiene su noche
que se va a escapar por la ventana.

6 de marzo de 2009

Prohibido aburrise

...

...

...

No, basta ya, no podemos aburrirnos, quién se aburre hoy, quién puede aburrirse con la cantidad de cosas que te atacan a cada momento. Es imposible aburrirse como es imposible estar en silencio absoluto, que ya habrá alguien, el vecino, el teléfono, el ventilador o cualquier otro accidente que se encargue de que no estés en la calma absoluta. Hay tantas interferencias que no es fácil discernirlas y los estímulos se sobrestimulan, crecen y sobrecrecen como la imperiosa necesidad de hacer algo, pues quien no lo está haciendo parece condenado a la maldición de aburrirse y eso no puede ser, adelante, adelante, apenas tenemos tiempo de pensar y de asimilar pero no podemos parar, como si de eso dependiera nuestra vida líquida, tenemos la sensación de perdernos algo importante, algo irrepetible en la tele o en la calle o en los diarios o en internet, de algo que con solemnidad se afirma que está pasando y como te lo pierdas vas a querer matarte porque va a ser histórico, así que corre, haz algo más.

Viendo que no se puede perder el tiempo no haremos un largo discurso para no ser aburridos, que nadie nos confunda con moralizadores. Simplemente daremos dos enlaces, por si, después de todo, alguien sufre la tentación de aburrirse con más letra junta de la que aquí encuentra:

http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2007/04/descarga-de-libros-completos.html

http://geniomaligno.com.ar/?page_id=6

5 de marzo de 2009

Más sobre escribir

Hace unos días, un buen amigo, en cuya opinión siempre confío, leyó uno de mis cuentos al poco tiempo de haberle dejado una copia, y nada más verme me dijo sin reservas: "ya lo he leído, está muy bueno". Y a partir de ahí pasamos a comentar los detalles que recordábamos en ese momento. Yo sé qué calidad tiene ese cuento, no voy a fingir falsa modestia y no me parece soberbia aprender a reconocer el valor de lo que uno hace; y sin embargo no deja de entusiasmarme que alguien más (y sobre todo alguien a quien aprecio) pueda conmoverse ante algo que he hecho yo. A fin de cuentas, ¿qué otra cosa mejor puede esperarse de uno mismo? Esto es el arte y se aplica tanto para la literatura, la cocina o para cualquier otro hecho que logre precisamente eso, conmover. Cuando al hacedor, el poeta en su sentido original, se le pregunta qué es poesía no tiene más remedio que contestar, con toda la lógica: ¿y tú me lo preguntas? Poesía eres tú. Lo demás son excusas para esperar que deje de llover o para atreverse a salir a la lluvia.

Bueno, esto no tiene que ver con que aquí o en otro lugar, uno pueda escribir cualquier tontería que se le pase por la cabeza y hacerla pasar por buena, pero no demasiadas, no sea que sucumba a la diosa de los desiertos. Ya se sabe, el día tiene aproximadamente veinticuatro horas y las tonterías abundan por centímetro cuadrado. Sin ir más lejos, lo que tengo más a mano es una nota de Chéjov:

"Un funcionario se decidió a llevar una vida singular. Una chimenea muy alta en su dacha, un pantalón verde, un chaleco azul, un perro teñido, cena a medianoche. Una semana más tarde, volvió a ser el mismo."

1 de marzo de 2009

Morente en Buenos Aires

Recién despierto, aún con los ojos entrecerrados, vienen y rondan las criaturas de la noche. Quiero aire, aún quiero aire, no guarda aire, con las piernas cruzadas, no duerme nadie, por el cielo nadie, por el mundo nadie, ciudad sin sol arrullada por el increíble canto que susurran las esquinas. La cara recién lavada, el agua... ah, pero sí, se trata de Enrique Morente en la Avenida de Mayo como la noche interminable, cuando se escuchó al Morente para poder irse tranquilo con unos cantes más flamencos, parecía un flamenco ortodoxo sin pisar la hierba, con pulso firme, hasta que se rompió el silencio, que no lo sientan, que no lo sientan, tengo un guante de mercurio y otro de seda y otro de seda, se cayeron las estatuas al abrirse la gran puerta. Y la puerta se abrió a golpes de guitarra eléctrica y de los quejidos de la voz. Omega.



El que fue con el corazón roto se encontró con los dedos de la aurora, yo me sentaré sobre su mano, cuando el redoble de la luz venga por los ecos arrancados a las piedras. La fatiga blanca y con plumas se me recuesta en la mirada, pero laten los tambores. Y ayer, y ayer también y a hierba de nuevo en las veredas bajaban las palmas. Por la mañana, recién afeitado y duchado, las piernas parecen salir a las calles tiernas y eternas bajo la luz de un nuevo día.

16 de febrero de 2009

Sin palabras (de más)

"Mi voz, hablada o escrita, ya no se escuchará más", anuncia António Lobo Antunes en las declaraciones que leo en este artículo. El motivo parece ser "que escribir es muy difícil y cada vez le resulta "más complicado" hacerlo." Pero ¿puede un escritor dejar de escribir? Porque en realidad estas palabras podrían entenderse como que Lobo Antunes no va a publicar más, que es algo muy distinto, o hay que tomarlas tal cual las ha dicho.

No sé qué intenciones tendrá Lobo Antunes con esta negación. No es el primero. Hay tantos antecedentes (Juan Rulfo, Arthur Rimbaud, Juan Carlos Onetti...) que hasta Enrique Vila-Matas publicó la novela Bartleby y compañía sobre los escritores que decidieron no escribir más.

Yo no podría.

Renunciar a la escritura es renunciar a la vida, es como si decidiera no respirar más. Cuando escribo no lo hago sólo para mí sino sobre todo para quien quiera leerme o escucharme. De una manera egoísta quiero dar placer con mis palabras, necesito que gusten, que alguien se asombre y se conmueva ante ellas y me pida más. Es una manera extraña de entender el egoísmo desear hacerle bien a los demás (más bien se entiende por egoísmo no pensar en los demás), pero no deja de ser cierto que cuando uno escribe lo hace solo y en ese momento no existe nada más que la voluntad de transformar en palabras visibles los vagos pensamientos; y si uno logra aproximarse lo suficiente a ese deseo como para transmitirlo a alguien más entonces se sentirá comprendido, se sentirá acompañado, se habrá liberado de la torpeza de ser uno mismo y no otra persona. Dicho de otra manera: a quién le importaría que ahora esté lloviendo, que el tráfico ilumine levemente las calles, que los amores pasen o se queden si no lograra entender qué es llover, qué es la luz del tráfico en la calle, qué es amar.

Entonces escribo para ser alguien, para ser yo mismo, para ser el otro. Me gustaría ser la música que escucho y la literatura que leo, que sientan otros (aunque sean pocos) lo que otros me han hecho sentir. Si en algún momento no lo hago, si no puedo hacerlo más, para qué vivir, para qué existir. Por eso no podría renunciar a la escritura, por eso puedo soportar el sentido y el sinsentido de las cosas. Y aunque no haya que decir nada más siempre haya algo más que decir.

15 de febrero de 2009

Los días en rojo

En la tarde de ayer, un tipo llevaba un ramo de rosas por la calle. Uno podría creer que se trataba del novio que iba al encuentro de su pareja, hasta que se acercó a dos chicas y les ofreció las rosas. No se trataba de un galán, sólo estaba vendiendo las rosas. El motivo era que, según dicen las noticias, ayer era el día de los enamorados y así nos lo recordaron durante horas; y la noche seguía siendo el día de los enamorados. Bueno, pues ya que hay que hablar de ese día hagámoslo. Ya está hecho.

Hoy, que parece ser otro día, nos duchamos para alejarnos del calor de ayer y desayunamos café con medialunas mientras leemos el diario en la cama, esa ociosa y despreocupada comodidad de un domingo por la mañana. Uno de los habitantes preguntó qué es el amor, pero no obtuvo respuesta porque lo hizo en sueños. Estuvo bien así, no hay que buscar respuesta a los sueños, sólo realizarlos.

El aire de la mañana se mueve por las aspas del ventilador, efecto irreal de la realidad, animación teatral del mundo. Pero el corazón tiene sus propios latidos.

12 de febrero de 2009

Para leer a Julio, enormísimo cronopio

Yo no sé, estoy haciendo equilibrios en una silla tambaleante y el 12 de febrero me cae encima. Dicen que hoy se cumplen 25 años de la muerte de Julio Cortázar cuando sabemos que fue el 14, pues hablar y pensar sobre Julio es hacerlo desde el amor, de ese amor infinito que es el agradecimiento sin reservas ante la naturalidad de sentir las palabras del otro como propias, y quién sabe si alguna vez dejó de ser así, si no había más que reconocerse en las palabras escritas y acicalarse ante el espejo, las perras palabras de cada día. De algo tendrán que servirnos los ojos, aunque sólo sea para hacer una pausa visual y esperar algo mejor en el siguiente párrafo.

Bessie Smith canta Empty bed blues mientras me hamaco hacia los lados. Yo no la conocí hasta que Julio me la recomendó. Che – me dijo – oigamos a Bessie Smith, Ronald de mi alma, la paloma en la jaula de bronce. Yo no la conocía y aquella vez me puso Baby doll y me dijo que algo empezó a moverse en lo hondo como capas y capas de algodones entre la voz y los oídos, Bessie cantando con la cara vendada, metida en un canasto de ropa sucia, y la voz salía cada vez más ahogada, pegándose a los trapos salía y clamaba sin cólera ni limosna, I wanna be somebody´s baby doll , se replegaba a la espera, una voz de esquina y de casa atestada de abuelas, to be somebody´s baby doll, más caliente y anhelante, jadeando ya I wanna be somebody´s baby doll.

Sí, esa instantánea muerte bella, recordé, mientras Julio seguía preguntándose ¿Por qué allí, por qué el Club, esas ceremonias estúpidas, por qué era así ese blues cuando lo cantaba Bessie? ¿Por qué entonces yo debería recordar su muerte ahora, por qué ponerle una fecha a la muerte, si la muerte es una palabra mojada en el olvido, si el amor agarra a la muerte con sus manos y sus brazos y la estrecha contra su pecho, y la verdad sobresale, se hincha y clama en el amor infinito de lo que no puede morir.

Yo no soy de los que recuerdan fechas, esas vaguedades a las que con mayor vaguedad se les llama efemérides. Este día es una costumbre, como los sentimientos que persisten en el silencio. Esto es la simple manifestación de lo evidente. Cuando un cronopio conoce a otro cronopio es imposible hablar de olvido o de recuerdo, la presencia no admite explicaciones; y si en estos días los actos de homenaje llenarán las calles y los periódicos sólo será porque los famas sienten la obligación de hacer algo filantrópico desde su tribuna social para declarar solemnes que ellos pensaron en, que se acordaron de, que está justificado mantenerles el crédito hasta el próximo acto. A todo esto los cronopios aprovechan estos días para mirar por la ventana y disfrutar releyendo los mensajes ocultos que dejaron sus iguales entre líneas, reinterpretándolos, reinventándolos, y que sólo podrán reconocer ellos como algo más que casualidades o coincidencias, mientras otros se devanen en adivinar qué misterio habrá de reivindicar un día cuando no es ni celebración ni memoria.

9 de febrero de 2009

Nada nuevo bajo el sol

Qué cosas hay que leer a estas Horas. Que nadie se deprima, el día aún está por comenzar:

"Nosotros observamos a nuestro alrededor... los efectos de confusión y de disipación que nos inflige el movimiento desordenado del mundo moderno. Las artes no se acomodan a la prisa. ¡Nuestros ideales duran diez años! La absurda superstición de lo nuevo - que ha reemplazado fastidiosamente a la antigua y excelente creencia del juicio de la posteridad - asigna a los esfuerzos el objetivo más ilusorio y los orienta a crear lo más perecedero que hay, lo perecedero por esencia: la sensación de lo nuevo... Ahora bien, todo lo que aquí se ve ha sido degustado, ha seducido, ha arrebatado, durante siglos y esta gloria nos dice con serenidad: NO SOY NADA NUEVO. El Tiempo bien puede estropear la materia que he utilizado; pero si él no me ha destruido en absoluto, no puedo tampoco serlo por la indiferencia o el desdén de ningún hombre digno de tal nombre." (Paul Valéry: "Preámbulo" a la Exposición del arte italiano. De Cimabue a Tiépolo, Petit Palais, 1935, pp. IV, VII; citado por Walter Benjamin en su Libro de los Pasajes, p. 101 y no martilleamos con más referencias bibliográficas).

31 de enero de 2009

La bondad y la belleza

Día fresco, por no decir frío. Estornudamos y volvemos a estornudar por el efecto del primer estornudo. La mente se airea, se renueva. Qué hacer. Pues hablar de algo que también puede parecer tan efímero como un estornudo.

Partamos también de un recuerdo. De éste por ejemplo. Hace unos días los habitantes se cruzaron en el colectivo con un tipo que canta y toca la guitarra para ganarse unas monedas. Era la segunda vez que lo veían y por eso no les sorprendió que el concierto sólo constara de dos canciones de aire radiofónico que bien hubieran podido haber sonado en el propio colectivo de haber dispuesto éste de unos altavoces para propalar la música de la emisora favorita del conductor. El cantante en cuestión tenía la cara picada de una erupción agresiva de granos al modo de la viruela. Por eso podría considerarse no muy agraciado; pero su voz era clara, limpia y más entusiasmada que la de muchos que se escuchan por la televisión, e incluso más persistente y sacrificada, ante los vanos intentos de los demás pasajeros para no oírla y no molestarse.

Acabada su función, con buena retórica el tipo dijo "voy a tomarme el atrevimiento de pasar la gorra" y lo hizo de una manera tan discreta que sólo recibió algo de quienes realmente desearon dárselo. Luego se puso a hablar con el conductor, saludó a otro conductor de un colectivo con el que nos cruzamos, insistió en cederle el asiento a una señora. En fin, que al final nosotros también le dimos una moneda de 50 centavos, recibida con un "¡hey!" alegre y sorprendido.

Éste sólo es un ejemplo de lo que ni siquiera es el verdadero tema. Tan sólo es para preguntarnos qué es eso de la bondad y de la belleza, cuando se piensa desde Platón y Aristóteles. Claro, si se sigue pensando en esto es porque el problema aún no está resuelto y la solución no está presente. Como no vamos a dar una clase de estética sólo recordaremos que Aristóteles dice que basamos la belleza según la dimensión y la proporción, y que para Platón la belleza del alma debe tenerse en más alta estima que la belleza del cuerpo. Y de paso nos ahorramos todas las disquisiciones posteriores en relación a este asunto. Con la idea de Platón tenemos más que suficiente porque es tan verdadera que la adoptamos como nuestra. Salvo por una matización: no es que nos quedemos con el tópico de que lo que importa es el interior de las personas porque el exterior importa y vaya si importa, que nadie es de piedra. Pero no deja de ser cierto que el físico es sólo la mínima expresión del psíquico, del carácter de cada uno.

Nos delatan nuestra ropa, nuestro peinado y nuestros gestos, entre los que se cuentan la sonrisa y la mirada. De ahí que ante un cuerpo entendido canónicamente como modélico (por ejemplo el de Paris Hilton) podamos reaccionar, más que con indiferencia, con rechazo. El alma (platónica) puede hacer bello el cuerpo, pero nunca al revés. Y el alma tiene sus maneras de manifestarse, unas maneras sutiles que sólo podrán apreciar el que tenga buena percepción, en lugar de buena observación. Y ahí entramos en la virtud, que es como nos referimos, quizás sin saberlo, a la verdadera belleza, a la que importa.

Y bueno, la manera más fácil de percibir a un virtuoso es en las artes, en que alguien sea un buen artista en cualquiera de sus posibilidades. Pero ojo, También Es Sentir Su Arte, es el que tenga la capacidad de emocionarse, el que no se rinde ante la torpe hojarascas de la realidad y busca más. Aquél que hace como Ramón Trecet en Diálogos 3, su recientemente extinto programa de radio y se despide diciendo:

Buscad la belleza. Es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo.

21 de enero de 2009

La costumbre de ser espejo

Una vez más, las palabras de alguien que no somos nosotros nos remiten a nosotros mismos. Ésa es la función de la literatura en su sentido más torpe: el de buscar la vía en palabras ajenas cuando tropezamos con las nuestras.


En una esquina de la ciudad había un local de objetos de arte. Y entre la calle y el frente del local una estatua de cerámica de la deidad budista Kannon , con la altura de una niña de doce años. Cuando el tren pasaba, el gélido cutis de Kannon se estremecía, al igual que el vidrio de la puerta del negocio. Cada vez que yo pasaba por allí, temía que la estatua se cayera. Éste es el sueño que tuve:
El cuerpo de Kannon caía directamente sobre mí.
De pronto Kannon estiraba sus largos y blancos brazos, que hasta entonces pendían a lo largo de su cuerpo, y me envolvía el cuello con ellos. Yo saltaba hacia atrás con desagrado por lo sobrenatural de sus brazos inanimados cobrando vida y por el frío toque de su piel de cerámica.
Sin un ruido, Kannon se rompía en miles de fragmentos al costado de la calle.
Una muchacha recogía algunos de los pedazos. Se detenía un instante, pero rápidamente volvía a juntar los pedazos diseminados, los fragmentos de cerámica reluciente. Su irrupción me tomaba por sorpresa. Y cuando estaba por abrir la boca para ofrecer alguna disculpa, me desperté.
Parecía que todo hubiera sucedido en el preciso instante posterior a la caída de Kannon.
Intenté una interpretación del sueño.
"Honra a la mujer tanto como a la más frágil vasija." Desde entonces recuerdo este versículo de la Biblia con frecuencia. Siempre establecí una asociación entre una "frágil vasija" y una vasija de porcelana. Y más tarde, entre ambas y la muchacha del sueño.
Nada tan frágil como una joven. En cierto sentido, el hecho de amar representa la caída de una muchacha. Es lo que yo pienso.
Y así, en mi sueño, ¿no estaría la joven recogiendo apresuradamente los fragmentos de su propia caída?


(Yasunari Kawabata: "La frágil vasija")

17 de enero de 2009

Qué será

Miró hacia las montañas, allí estaba lloviendo. Trazó un camino con el revés de la mano y el camino iba y venía como un río de doble fluir. La espuma le salpicaba, apenas era un leve rastro transparente entre la piel. Nunca se había fijado en su sonora textura. Las gotas habían saltado muchas veces de la gran multitud y se agarraban convexas, casi redondas, al lugar que las había recibido.




Y a partir de ahí lo que será no lo sabe. En un rincón convergen las gotas como en una playa de porcelana. Si una llega tarde la playa se derrama sobre el mar vacío de la vida.