17 de enero de 2009

Qué será

Miró hacia las montañas, allí estaba lloviendo. Trazó un camino con el revés de la mano y el camino iba y venía como un río de doble fluir. La espuma le salpicaba, apenas era un leve rastro transparente entre la piel. Nunca se había fijado en su sonora textura. Las gotas habían saltado muchas veces de la gran multitud y se agarraban convexas, casi redondas, al lugar que las había recibido.




Y a partir de ahí lo que será no lo sabe. En un rincón convergen las gotas como en una playa de porcelana. Si una llega tarde la playa se derrama sobre el mar vacío de la vida.

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