19 de marzo de 2009

Notas para una novela

Una narración comienza de manera abstracta. Al principio los personajes son borrosos, casi impersonales, incluso para el que los describe es una incógnita cómo se realizarán. Luego, a medida que nos acercamos a ellos, se definen y se muestran tal como son de la misma forma en que conocemos a alguien. Sólo permanecerán si realmente son importantes para nosotros. Puede que también veamos en ellos nuestras imposibilidades, que aparecen donde menos lo parecen: La costumbre y el no cambiar fácilmente una ley aceptada es el título de un ensayo de Montaigne, justamente el de esta mañana. Y en un periódico Gilles Lipovetsky no duda en afirmar que "El colapso hipermoderno no es el vacío absoluto. El universo se ha vuelto más nihilista, pero a la vez se reivindican los derechos del hombre, abunda el voluntariado y la moral no ha muerto. Junto a un hombre cínico surge otro más responsable. Por eso el futuro está abierto. Hay contradicciones, luego queda esperanza".

Habría que escribir una novela con unos personajes que deambularan en sus propias impotencias, incapaces de resolver eso que se llama qué hacer con la vida, confrontados (que no enfrentados) con otros más prácticos, casi felices, aunque ni unos ni otros sean capaces de cambiar la costumbre degenerativa, pero tengan un futuro abierto, sin entrar en elementos autobiográficos, aunque es muy difícil que exista un texto en el que el autor no se esté construyendo a sí mismo. Uno está tentado a empezar a pensarlos, hay tantas posibilidades, tantas actitudes, que no admitirían una clasificación, por utópica que fuera. Quién sabe, las notas son recordatorios, quién sabe qué saldrá en los tiempos futuros, pero sin duda mucho más de lo que aquí se cuenta.

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