16 de marzo de 2009

Diferencias de lo mismo

La misma ventana, la misma vista, la misma foto repetida una y otra vez hasta el infinito. Por la mañana. A media tarde. Por la noche. El tráfico es un río que se multiplica, decrece y enseguida vuelve a fluir. Lo vemos, desaparece. Un coche, un colectivo, un taxi, una furgoneta anónimos que podríamos ver cada día sin darnos cuenta. La vuelta al día en ochenta mundos.

Sin embargo esta vez hay cambios más sensibles. Vino el frío como una premonición de otro frío más seco, otro frío más frío y distante, el frío europeo. Y también como recuerdo de Europa se atrasó una hora el reloj, con la inevitable sensación de estar llegando tarde adonde uno vaya; se adelanta el despertar, se retrasa el dormir y aún resuena el eco de otra música, oscuro preludio de la marcha.

Pero no hay que ponerse lúgubres por estos cambios circunstanciales. A fin de cuentas los cambios pronto dejan de ser novedad y ya pensamos en el próximo cambio, que quizás altere sutilmente la sensación de lo ya venido por sabido y nos transforme partiendo de lo más mínimo. Basta con el propósito de mantener lo que nos gusta y modificar lo que no. Esto es tan fácil de discernir que enseguida juntamos una enumeración de lo que vale la pena. Como tomar un capuchino en Volta, ver una película comiendo sushi, pedir un helado de gustos irreconciliables a Spumone (y que el que lo trae demuestre un perpetuo agradecimiento por cualquier tipo de propina), hojear una torre de libros en el Ateneo tomando un té, recibir en Acuarium el desayuno sin pedirlo (una lágrima y tres medialunas; sonrisas y lágrimas, cuac) de parte de Tito y luego saludar a Omar para que diga "me alegro de verle, señor, cómo anda" y se despida con "que sigan bien"... pero mejor no seguir más por ahí, el recuerdo convoca la melancolía y de ésta a la tristeza hay hasta un lazo familiar. Che, qué porteño se puso esto. Clac, cortar de golpe, vuelta a la realidad, alguien está haciendo obras en el edificio, por qué tanto golpe, por qué.

2 comentarios:

Noelia A dijo...

Ja ja, sí, los cambios son inevitables, pero sistemáticos, si no viniese el frío, como siempre vino, indicaría un caos climático.
Y bueno, respecto de la vista a la avenida, los sonidos molestos y demás... siempre hay cosas peores.
Saludos

Óscar Martín Hoy dijo...

Yo no me quejo, encantado de tenerlos ahí, a la vuelta de la esquina, a través de la ventana. Que sigan, que cambien.