12 de febrero de 2009

Para leer a Julio, enormísimo cronopio

Yo no sé, estoy haciendo equilibrios en una silla tambaleante y el 12 de febrero me cae encima. Dicen que hoy se cumplen 25 años de la muerte de Julio Cortázar cuando sabemos que fue el 14, pues hablar y pensar sobre Julio es hacerlo desde el amor, de ese amor infinito que es el agradecimiento sin reservas ante la naturalidad de sentir las palabras del otro como propias, y quién sabe si alguna vez dejó de ser así, si no había más que reconocerse en las palabras escritas y acicalarse ante el espejo, las perras palabras de cada día. De algo tendrán que servirnos los ojos, aunque sólo sea para hacer una pausa visual y esperar algo mejor en el siguiente párrafo.

Bessie Smith canta Empty bed blues mientras me hamaco hacia los lados. Yo no la conocí hasta que Julio me la recomendó. Che – me dijo – oigamos a Bessie Smith, Ronald de mi alma, la paloma en la jaula de bronce. Yo no la conocía y aquella vez me puso Baby doll y me dijo que algo empezó a moverse en lo hondo como capas y capas de algodones entre la voz y los oídos, Bessie cantando con la cara vendada, metida en un canasto de ropa sucia, y la voz salía cada vez más ahogada, pegándose a los trapos salía y clamaba sin cólera ni limosna, I wanna be somebody´s baby doll , se replegaba a la espera, una voz de esquina y de casa atestada de abuelas, to be somebody´s baby doll, más caliente y anhelante, jadeando ya I wanna be somebody´s baby doll.

Sí, esa instantánea muerte bella, recordé, mientras Julio seguía preguntándose ¿Por qué allí, por qué el Club, esas ceremonias estúpidas, por qué era así ese blues cuando lo cantaba Bessie? ¿Por qué entonces yo debería recordar su muerte ahora, por qué ponerle una fecha a la muerte, si la muerte es una palabra mojada en el olvido, si el amor agarra a la muerte con sus manos y sus brazos y la estrecha contra su pecho, y la verdad sobresale, se hincha y clama en el amor infinito de lo que no puede morir.

Yo no soy de los que recuerdan fechas, esas vaguedades a las que con mayor vaguedad se les llama efemérides. Este día es una costumbre, como los sentimientos que persisten en el silencio. Esto es la simple manifestación de lo evidente. Cuando un cronopio conoce a otro cronopio es imposible hablar de olvido o de recuerdo, la presencia no admite explicaciones; y si en estos días los actos de homenaje llenarán las calles y los periódicos sólo será porque los famas sienten la obligación de hacer algo filantrópico desde su tribuna social para declarar solemnes que ellos pensaron en, que se acordaron de, que está justificado mantenerles el crédito hasta el próximo acto. A todo esto los cronopios aprovechan estos días para mirar por la ventana y disfrutar releyendo los mensajes ocultos que dejaron sus iguales entre líneas, reinterpretándolos, reinventándolos, y que sólo podrán reconocer ellos como algo más que casualidades o coincidencias, mientras otros se devanen en adivinar qué misterio habrá de reivindicar un día cuando no es ni celebración ni memoria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cada lectura es celebración y memoria, más que cualquier monumento. más que todas las fechas. sin protocolo ni placa.
una roda cronopia de risa

Óscar Martín Hoy dijo...

Ésa es la clave, que leer sea celebrar y recordar, que las palabras no se adormezcan hasta desaparecer una vez leídas. No somos tan mediocres como para no dejar huellas.