23 de enero de 2014

Pere Rovira

Aprovecho que hoy es el cumpleaños de un compañero de estudios (un compañero de viaje) para traducir un poema del profesor (del maestro) que tuvimos en común. Las clases de Pere Rovira siempre estuvieron marcadas. Pere nos desafiaba a pensar con él o a llevarle la contraria, aunque esto último no sucedía por la actitud sumisa de los alumnos. Y lo primero sucedía de repente por un pasillo o en los aledaños de la universidad, es decir por un falso azar, pues no en vano íbamos por la senda de la poesía. Nuestros gustos se diferenciaron con el tiempo (él es un ave nocturna, yo en cambio madrugo) pero no era un motivo por el que dejaran de interesarme sus reflexiones ni sus poetas ni sus poemas. Algo parecido me ocurrió con Josep Mª Rodríguez. No, esto no es lo que nos interesa, me decía cuando criticaba mis poemas. Al final nos quedaron las deudas del viajero y a mí la deuda del libro que pude publicar y nunca quise. Hoy escribo bajo el terrible calor de Buenos Aires y seguimos leyendo a Pere Rovira. Y a G.A. Bécquer. Y a Jaime Gil de Biedma. E incluso a Paul Celan. Mon semblable, mon frère: Hoy es siempre todavía.


Per al Josep M.



Siempre

Cuando empezó todo, juramos con orgullo
que duraría siempre nuestro amor (y siempre
eran días fugaces y candentes de fiebre).
Después me aposté toda tu juventud

en las mesas nocturnas, y el tiempo de diamantes
se nos carbonizó. Tú salvabas con las brasas
de las horas felices el calor de la casa.
El odio no pudo desatarnos las manos,

y no puede la vejez, porque tú le das miedo
y a mí ya me ha roto, mis males aborrece.
Ahora vuelven los días vivos, que merecen
mis últimas fuerzas y tal vez tu perdón.

Hagamos las paces hoy con la vida final;
que tu siempre nos guarde, no me dejes jamás.






Sempre

Quan tot va començar, juràvem amb orgull
que duraria sempre el nostre amor (i sempre
eren dies fugaços i recremats de febre).
Després em vaig jugar la teva joventut

en els taulers nocturns, i el temps de diamants
se’ns va carbonitzar. Tu salvaves amb brases
de les hores felices l’escalfor de la casa.
L’odi no va poder deslligar-nos les mans,

i no pot la vellesa, perquè tu li fas por
i a mi ja m’ha trencat, els meus mals l’avorreixen.
Ara tornen els dies resplendents, que es mereixen
la meva última força i potser el teu perdó.

Bon amor, fem les paus amb la vida final;

que el teu sempre ens empari, no m’abandonis mai.




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