Los habitantes se vuelven reflexivos o melancólicos o tristes. Piensan en el futuro y el monoambiente los encierra.
Por un lado, sueñan con el invierno, el frío incipiente, la neblina de las mañanas fundida en el humo de la ciudad. Se sientan y observan. No saben qué decir y sin embargo no dejan de hablar. Hay una música interrumpida y buscan la nota siguiente.
Por otro lado, sueñan con el verano, el calor insidioso, la pereza de las tardes mezclada con el polvo de la habitación. Se tumban y contemplan. No saben qué hacer y por eso no hacen nada. Hay una música interrumpida y buscan la nota siguiente.
Y en medio, un mar, enorme, como el recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario