21 de agosto de 2008

Comipereztario




La comida imperfecta, el mantel que sobresale por los costados, el aire improvisado de la imperfección que sobresale por los costados de un pollo con una salsa de verduras y cebolla y el zapallo, que en España sería una calabaza pequeña verde si existiese, todo listo de cualquier manera porque no hay testigos salvo uno mismo, sobre el mantel una bandeja de madera y el plato cuadrado, blanco sobre el mantel rojo que sobresale por los costados imperfectos, salidos de la cocina aún humeante del pollo con una salsa de verduras y cebolla y el zapallo y el ajo, finamente troceado, imperfecto y casi crudo pero comestible, no está quemado y el aire sigue frío, salvo por la comida imperfecta elaborada con pereza pero con pausas, midiendo los ingredientes para que uno no llegue a destiempo, mejor tarde que temprano porque ya estaba cocido el pollo y la salsa de verduras y cebolla y el zapallo y el ajo y en el centro dos porciones recubiertas de jamón y queso, un intento imperfecto de dar un aire distinto a la presencia del plato sobre la mesa, cuyo mantel sobresale por los costados del plato blanco y cuadrado que encaja perfectamente en las manos, listo para comer, aunque sea una ración para una persona, comensal solitario de media tarde, aunque no siempre sea así, por fortuna el plato se rellena con otros ingredientes además del pollo con una salsa de verduras y cebolla y el zapallo y el ajo y las dos porciones del centro con jamón y queso y las hojas de espinaca, casi como adorno, pues apenas le da un gusto propio a esta comida imperfecta por ser la comida de uno solo y dejarse dominar por la pereza, placer solitario, comipereztario.

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