
De nuevo una noticia en el diario me llama la atención: Fernández Mallo reescribe a Borges en una versión de 'El hacedor'. Agustín Fernández Mallo es muy conocido en España desde que publicó su trilogía Nocilla, definida en la propia contraportada de los libros como "el principio de muchas novelas hábilmente ensambladas con material documental y propio en una sólida e inesperada docuficción, que opta por la descripción directa de acontecimientos mínimos y le debe mucho a proyectos vanguardistas como el de París de Walter Benjamin (donde seguramente, ya en los años treinta, se inventa el zapping literario)". Era una idea muy atractiva y tuvo el éxito que mereció: Fernández Mallo colmó portadas y titulares y pasó de una pequeña editorial a Alfaguara. Casi nada, eh. Algunos críticos dijeron que no era para tanto, que la fórmula se repetía y se diluía en los otros dos volúmenes del proyecto y la cosa no daba más de sí. No sé, si es una trilogía cada parte justifica las otras dos, ¿verdad? Pero ahora se atreve con reinventar nada menos que una de las obras de Borges. ¿Es lícito que lo haga? Sin duda, porque la literatura está a nuestro servicio y el peor que podríamos darle es olvidarla. ¿Tiene sentido que lo haga? Lo dudo. Al menos para mí, para el autor está claro que lo tiene.
Versiones y remakes son términos que se usan para referirnos a una obra que se ha creado partiendo de otra. No tienen que ver con la copia o el plagio porque confesamos nuestra deuda y queremos reinterpretar la obra a nuestra manera para que se entienda en otra lengua (una traducción), en otra edad (una adaptación) o en otra época (una modernización). El resultado será una variante de la original con mayor o peor acierto según la pericia del recreador. Pero le faltará algo que sólo tiene la original y que, en su grado extremo, ha llevado a decir que, por ejemplo, el traductor es un traidor (la famosa expresión italiana «traduttore, traditore»).
Lo que ha escrito Agustín Fernández Mallo no corresponde a ninguna de estas categorías. Entonces, ¿por qué escribirlo? ¿hay que recuperar a Borges porque está olvidado? ¿Será más ameno, más claro, más estratosférico? ¿Hay que rendirle un homenaje? ¿Hay que ¿superarlo?? No, sigo sin encontrarle el sentido. Antes prefiero lo que hizo Juan Bonilla: uno de sus cuentos trata de una supuesta confesión de Borges en la que éste reconocería que es un ladrón de literatura por apropiarse de frases ajenas, y va desgranando todas sus fuentes. Eso sí lo disfruté. En cambio, para reescribir una obra ya tengo mi propia experiencia de lector. Y no sólo de un libro sino de todos los que leo. De modo que será otra lectura, otra relectura, mía, suya, nuestra, vuestra, y la literatura no se acaba.
Corolario. Hay que releer a Borges otra vez.