26 de marzo de 2011

Buenos Aires, año uno

Éste es el día de una década.
Diez años preparando el viaje para vivir en Buenos Aires.
No hay precedente ni recuerdo del ayer que valga.
Es el año uno.

25 de marzo de 2011

No puede terminar la noche así

No sé qué sentido tiene esto. Ni de justicia ni de mala suerte. Por qué de todas las noches justamente la de hoy, por qué tenían que multarme hoy. Dejo la vida que he llevado aquí y mañana me voy a vivir a Buenos Aires. No voy a conducir allí y mi coche lo van a dar de baja. Y por qué así, por qué justo así. Esta noche he vuelto a casa después de la cena de despedida con mis compañeros. He sido profesor hasta hoy. Me he despedido con un discurso, escrito para cada alumno y oral para mis compañeros. Mis compañeros me han dedicado la cena. Mis alumnos me han dedicado aplausos, besos, abrazos. Uno de ellos me había dejado una nota en el parabrisas del coche: "En este mundo en el que se recuerda a los sinvergüenzas son ellos los que mandan, se les teme y admira. Tú me has hecho ver que merece la pena seguir siendo amable; porque siento cuando me dedicas esas cuatro frases, es lo que quiero transmitir. Y esa es la clase de persona que quiero ser. [...] No dejas un recuerdo triste con tu partida, sino una buena referencia a la que poder imitar, un ejemplo de valor y valentía, tener un sueño e ir a por él. Eso es lo que realmente importa, gracias por aliviar mi mente de dudas. Guardo tu discurso como un tesoro al que recurriré en más de un momento".
Y por qué justo hoy, que me despido, que me han regalado este texto, que me tratan con tanto afecto, por qué en la entrada de mi barrio tienen que ponerme una multa porque mi carnet de conducir está caducado, cuando no voy usarlo en Buenos Aires. Por qué tiene que terminar la noche así, después de tantos mensajes de apoyo, después de tantas muestras de afecto, de creer que está bien como soy. Por qué un mero despiste tiene que darme este recuerdo esta noche.

13 de marzo de 2011

Sobre héroes y tumbas

La batalla por la elección de Mario Vargas Llosa como inaugurador de la Feria del Libro de Buenos Aires llega a un nuevo grotesco episodio cuando el protagonista ha saltado a la tribuna para dar su versión de los hechos en un artículo que hoy publica el diario El País. Atrás queda el principal motivo de la historia (la literatura) y en su lugar asistimos a un rifi-rafe de dislates que podría recordar a los discursos de Cicerón sobre la conjuración de Catilina si no fuera porque, hay que insistir, esto no es literatura sino un sucedáneo intelectualoide que recuerda a los cloqueos televisivos de ver quién insulta mejor y cuánto ha subido la audiencia. Para resumir el culebrón: Vargas Llosa fue invitado a la Feria del Libro para decir "hola, qué hacés, cómo andás, tanto tiempo, blabliblu" y eso no gustó nada a algunos de la elite cultural argentina porque MVL se ha venido riendo de ellos y de lo que se hace en su país. Escándalo sufragado por los medios de comunicación. Entonces la elite nac&pop se justificó alegando que lo que le parece mal es que sea el invitado de honor, el que dé las palabras de salida. Nuevas misivas periodísticas a voz de pregonero. Y ahora el acusado-victimario ha dicho la suya, con perlas como: "Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América Latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta" (si a ese momento se refiere a la burbuja de Menem es como elogiar la pasada burbuja española) o: "Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos" (ah, pero yo soy español. Mejor me callo, no sea que conozcan lo que yo pienso y me manden a la loma del orto) o incluso: "¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen?" (aquí es donde un argentino diría que se fue a la mierda y que no entiende nada). Así que como yo no soy peronista ni kirchnerista ni argentino (aunque esto último me gustaría llegar a serlo) hablaré de lo que debería hablar. ¿Lo adivinan?

Porque la presencia de Vargas Llosa en la Feria del Libro es poco atractiva para asistir a ella, sea quien la inaugura o quien la cierra. Hace décadas que su literatura decae sin remedio, digamos desde Lituma en los Andes, del mismo modo en que podríamos decir que la decadencia de Gabriel García Márquez comienza a partir de Noticias de un secuestro. Eso no significa que sus obras sean malas ni que estén mal escritas (al contrario: puede que su estilo sea impecable) sino que no aportan nada nuevo ni a su propia trayectoria ni a la literatura actual. Se ha vuelto previsible (que es la peor manera que podemos entender la vejez) y ya ni sorprende ni deslumbra. Por eso cuando alguien cita alguna de sus obras se referirá a La ciudad y los perros o La casa verde o La tía Julia y el escribidor, y no a El sueño del celta. Un escritor no debe vivir de su nombre sino de sus palabras, aunque no suela ser así. Y bueno, lo demás... lo demás es tan arbitrario como pensar en este tema y titularlo "Sobre héroes y tumbas". ¿Hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia, Catilina?

4 de marzo de 2011

El valor de un pero

Lo confieso: estoy enganchado a esa palabra. No por el gusto a las estructuras bimembres ni por la tendencia de buscarle una objeción a cualquier idea sino como el remate final, la coletilla que se añade como matización o aclaración de lo que voy diciendo. No importa el tema ni mi seguridad al tratarlo: tarde o temprano aparecerá esa palabreja que hoy se conoce como conector discursivo y que transformará todo el texto, por muchas otras palabras que lo acompañen. La tiranía del 'pero' se impone y su rotundidad sólo admitirá la réplica de un nuevo 'pero' que influirá en el anterior hasta la llegada de un nuevo 'pero', y así hasta el infinito.

Llevo un tiempo (meses, ¿años?) fijándome en el uso que le doy a esta palabra, con visos de convertirse en algo obsesivo. Como sabe cualquier hablante de español, 'pero' es una de las palabras más usadas en cualquier registro de la lengua. Y de su uso podemos deducir, por ejemplo, que suspende una de las premisas anteriores del discurso, de tal manera que descubrimos lo que parecíamos decir, mostramos nuestras verdaderas intenciones. Todo lo dicho antes de que surgiera ese 'pero' sólo era una preparación para cuando irrumpiera esa palabra fatal que esclaviza a todas las demás, y si no salgo a tiempo de su yugo me empobrece y me lleva a repetirlo una y otra vez. En cuanto me relajo ya vuelve a estar ahí, impertinente. Ni siquiera me salvan sus primos 'aunque' o 'sin embargo' porque no siempre los admite el contexto, y aún así parecen ridículos, como si me afanara en buscar un sinónimo, infeliz. Sólo puedo intentar que la separación entre uno y otro 'pero' sea la suficiente como para que no los repela su campo magnético.

Ni siquiera mis lecturas eluden el rastreo:

Muchos de estos raros ejemplos superan la fuerza de mi acción; pero algunos superan incluso la fuerza de mi juicio. (Montaigne, Ensayos, p. 1451)

Pocos son los bancos del Museo de los Expresionistas que se utilizan para contemplar más pausada y detenidamente los cuadros que hay frente a ellos. Pero tampoco se utiliza casi ninguno para descansar realmente. (Pablo D'Ors, El estupor y la maravilla, p. 210)

Yo di en pensar que tal vez ése era el reino de los cielos, del que había oído tantas ponderaciones, pero mi guía me dijo: No estás aún en el cielo. (Borges, Obras completas, III, p. 262)

Vio, muy cerca de su cara, los ojos de Mila, sus rizos morenos que ya no cubría el pañuelo y, en lo alto de la frente, una larga herida sangrante. Volski dijo algo pero no se oyó. (Andreï Makine, Vida de un desconocido, p. 147)

Estoy dispuesto a aceptar la doctrina de que la cultura y el arte son un mal, de que es la paz y no los sonetos lo que más le importa a la humanidad. Pero, ¿cuáles son las circunstancias que producen la paz, y cuáles las que no la producen? (Fernando Pessoa, Diarios, p. 133)


Sólo puedo aliarme con el pero, mirarlo de frente, ubicarlo en el mejor lugar y darle todos los privilegios que no me pide porque ya los tiene, con todo su valor, que es mucho, que puede serlo todo. A fin de cuentas, mientras haya un pero habrá una continuación. Algo habrá que aún no hemos dicho. Pienso pero existo. Escribo pero corrijo.