La política de mercado, fomentada por los
poderes políticos en detrimento de ellos mismos merma el poder del
Estado-nación reduciendo sus gobernantes a simples títeres y la democracia a
una pantomima. Panto-mimos: el que lo
imita todo, el actor de la gran representación, la mimesis universal. El político, lo quiera o no, es ahora un actor
al servicio de las grandes empresas. Y lo que representa es lo que el pueblo,
cada pueblo quiere ver representado: su propia historia, sus propios mitos
seculares. El gobernante conoce las historias y encarna a sus héroes
legendarios. Un pueblo necesita historia. Necesita ser contado. En ello se
asienta su identidad. Al oírse contar las mismas historias una y otra vez, se
reconoce. Por ello, quien gobierna se adueña de los mitos y los cuenta. A su
manera. A la manera que más le conviene o que más conviene a quienes le apoyan.
(Chantal Maillard, Contra el arte y otras imposturas)
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