13 de julio de 2019

Morir de repente

Esta mañana leo la noticia de la muerte repentina de Stephanie Niznik, cuya biografía es glosada en la mención a las series de televisión en que participó, como Anatomía de Grey y Lost en papeles secundarios. Apenas la reconocí, lo confieso, pero sí me llamó la atención su nombre para buscar más información. Sin embargo más aún me llamó la atención dos detalles: que el fallecimiento se produjo el 23 de junio pero no ha trascendido hasta hoy - tres semanas después - y que se desconozca el motivo.

Más allá - y nunca mejor dicho - de convertir la muerte en un suceso mórbido enseguida me he preguntado: ¿por qué esos detalles tan vagos? ¿por respeto a la familia? ¿por trasuntos legales? ¿por investigaciones de los implicados?

Pero en el fondo no son detalles relevantes para mí.

No seguiré el desarrollo de la noticia y tampoco necesito que se respondan esas preguntas.

En realidad preferiría responderme estas otras:

¿Por qué acordarse en su muerte de quien se alejó de la vida pública hace diez años si eligió esa discreción? (¿pero la eligió?)

¿Cómo se puede morir de repente?

Las respuestas nunca explicarán lo que nos falta.
Toda muerte es la respuesta de una falta.
Nuestro cuerpo se cansa de lo que nos falta y cede al abandono.
Toda muerte debería ser un lamento - o un alivio - pero nunca un olvido, una indiferencia.
Valga este pequeño texto para echar en falta lo que nunca debería faltar.

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