14 de diciembre de 2007

Madrugada


Insomnio. Letanía de contar las horas. Somos parecidos a la sombra de un sueño. El pelo, hirsuto, se enreda y explora las vueltas de la almohada. La cara, dormida, se expande reblandecida, tan tranquila, vestida. Abrimos y cerramos los párpados hinchados. Ruido de hierba seca, sábanas. Hace tiempo que están desiertas las calles, reverbera el eco de la respiración.

Sí, todo eso está muy bien, pero cuando uno no puedo dormir no admite razonamiento alguno porque pensar significa no poder dormir y así puede pasar la noche cuando, por curiosidad, miramos el reloj y vemos que ya son las cinco y como respuesta a nuestro lamento un gallo canta en alguna parte.

Por suerte esta insomnio de madrugada hoy sólo existe en esta oscuridad cerrada y nada más, pensando en que hay que dormir cuando valdrá la pena dormir, y soñar ya será el beso sublime.

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