2 de marzo de 2008

Los encuentros



"Imaginemos a un novelista de nuestro tiempo que destacara con sentido paródico las estaciones de aprovisionamiento de nafta." El deseo - apenas formulado - que Jorge Luis Borges escribió en Otras inquisiciones fue cumplido más de treinta años después por Julio Cortázar en el maravilloso viaje de amor Los autonautas de la cosmopista. Unos pensarán (con razón) que Cortázar admiraba la obra de Borges y que la conocía a la perfección; otros, quizás los mismos, pensarán (con idéntica razón) que la frase de Borges es un ejemplo para hablar de las magias del Quijote, que es de lo que trata el texto y que la coincidencia con Cortázar es una mera anécdota en medio de las mareantes citas que se enumeran en el texto. Seguramente los que así piensen tendrán razón. Déjenme entonces la irracionalidad de creer.

Algunas lecturas le asaltan a uno en el momento adecuado. Puede ser cosa del estado de ánimo, de las necesidades físicas, morales, filosóficas, cognoscitivas, quién sabe si esto es no saber. Y así como las lecturas, las personas, que de repente lo invaden a uno con una vida renovada y si antes uno se sentía como un barco abandonado ya no necesitará las lágrimas para navegar, y hasta se permitirá ser cursi o grasa y reconocer en público que también llora. Puede que entonces el lector que es leído del que habla Borges refiriéndose al Quijote, a las Mil y una noches, a Carlyle, comprenda sus mitos y se vuelva clásico, pues pertenece al siempre.

Las casualidades sólo existen si se perciben, si se entienden, si se reconocen. El deseo es la más poderosa de las casualidades, uno tiene que olvidar las falacias de los determinismos, el objetivo es el deseo y no hay otra realidad, por mucho que categóricamente nos volvamos crípticos, pensemos en el tiempo, en el espacio. Uno es uno, uno es único, hasta el anónimo es nombrado y, si se le presta un poco de atención, será reconocido.

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