11 de mayo de 2008

DNA - ADN



Pereza, esfuerzo sobrenatural, interpretas el pensamiento único, en el afán de saber qué es eso, qué quería el artista cuando pasó al exterior. Filtro de una película, cuentas los pasos, crees entender pero algo se te escapa. El niño duerme, las miras se miden con relojes, las caras se miden con reflejos, el árbol duerme. Hay que volver a sí mismo para vislumbrar el pensamiento único, común. El director no lo hizo. Hizo lo correcto, es una obra correcta. Olvidó que en el arte nada está bien, la perfección es una línea curva que gira en ausencia, ahora declina, ahora renace, ahora es sombra de la verdad. Bien, todo volvió a su lugar.

El mundo no soporta a los artistas. Cuando los descubre los señala, los adora, los aísla. Para que se sepa quiénes son, para que se vean bien, para que se puedan devorar sin dolor. Que queden tan sólo unas espinas, si raspan siempre podrán desecharse. Pero algo pasó a la sangre, inevitablemente algo se absorbe, pasa al ADN. El artista es la cura de nuestra propia enfermedad.

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