2 de mayo de 2008

Fin de libro


Sucede siempre, sin posible excepción, que cuando acabamos de leer una novela (y más si es una novela larga), nos queda una sensación de desamparo. Pensamos con tristeza que no nos va a acompañar más ese mundo íntimo y próximo que compartimos durante tanto tiempo. A fin de evitarlo nos volvemos perezosos, retrasamos el próximo fin y aún así cada vez más se adelgazan las páginas pendientes, hasta que las completamos contradictorios, desilusionados con el mundo exterior, el que no está en el libro. Luego empeoramos, cuando queremos retomar la lectura y advertimos que es imposible paliar esa carencia porque ese mundo está cerrado y sólo es posible abrirlo comenzando de nuevo por la primera página. Pero eso es insoportable. Ya conocemos adónde irá nuestra ingenuidad inicial, estamos más curtidos que los personajes porque adivinamos sus pensamientos y qué sentido tiene que salgan dos veces seguidas por la misma puerta y viajen a donde sea; Madrid, Londres, pongamos por caso. Y peor aún si algún personaje se muere, qué pena revivirlo, tan confiado el pobre. Mejor lo postergamos para otro momento en que no dependamos de la nostalgia, que echemos de menos por igual el principio y el final, que ambos se anulen en nuestro recuerdo y sólo nos quede la impresión de qué bueno es, tengo que volver allí. Pero ya veremos cuándo porque, mientras tanto, hemos seguido leyendo y la siguiente novela ha adelgazado peligrosamente, y pronto tendremos que poner el fatídico punto final a otro mundo.
Es así, sin interrupciones, así es como renacemos en nuestras vidas paralelas, donde el principio y el fin sólo son un elemento más del ciclo.

2 comentarios:

chica hindú dijo...

Es muy buena tu obsevación del desamparo. Sin embargo cuando yo cuando acabo de leer una novela que me subyuga, que me llega al alma, al cuerpo, no puedo empezar otra lectura por varios días, es como si la historia y sus personajes me habitaran durante largo tiempo. Y es difícil llegar al final, hay una mezcla rara entre demorarlo y la ansiedad por llegar a él. Y claro, uno luego se pregunta que hace cuando llega el fin? Yo soy de las subrayan en lápiz las partes, los diálogos que más me gustan y entonces vuelvo a ellos tratanto de revivir la primera impresión, pero ya no es con el mismo sabor, uno se conmueve, sí, pero empieza a ver más la estructura, la poética de ese parráfo marcado.Es diferente.
Ahora, recuerdo un libro con el que tuve estas sensaciones, El evangelio según jesucristo de Saramago.Ah, y con Los Adioses de Onetti, una novela corta, que leí en una noche en el bar La giralda de Buenos Aires.

Óscar Martín Hoy dijo...

En el tiempo que he tardado en contestar al comentario se ha cerrado el siguiente libro (La carretera, de Cormac McCarthy) y otros dos más (el tomo II de las obras completas de Borges y La flor de Californía, de José María Hinojosa) y otros dos están en camino. Demasiado breve. El tiempo, siempre el tiempo.