27 de noviembre de 2008

Nana

Calor. Desde hace unos días ésa es la palabra recurrente. Vino lo que suele llamarse una ola de calor y ella está arrasando la ciudad a sus treinta y pico grados que entorpecen los sentidos y nos postran en la suprema apatía de los personajes de García Márquez, ésa de los que esperan en vano la salvación mientras se les pasa la vida por detrás.

Así que ese adormecimiento vamos a sustituirlo por la sensación más agradable de las nanas, que es la voluntad de dormirse bajo las palabras de una voz querida, confiable y siempre próxima. Ante la nana bajamos la guardia porque no hay nada que temer, nada nos hará daño. Es la intención de olvidarse de todo para que sólo exista ese deseo: duerme, duerme, yo estoy aquí. Cuando la nana viene todo está bien, la nana da una extraña calma de conocerlo todo. Su presencia explica el mundo, es decir, el mundo soñado de, pongamos, cuatro minutos y medio.

Que es el tiempo por el que transcurre la "Nana de lluvia", ya que hablábamos de Carlos Núñez el otro día.

Es una canción boba y más en la voz de Anabela. El aire kitsch no se lo quita nadie: por lo visto, el director del vídeo tuvo un día de iluminados encantos al que, justamente, le faltó una nana. Y sin embargo, siendo boba no deja de tener una verdad, quién sabe, la letra, la música, algo extraño, algo conocido, algo que nos conmueve y nos invita a soñar y a ser bobos, pues no está mal serlo de vez en cuando, y así nos creemos la letra y hasta la música (el vídeo no, ya es creer demasiado).

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