28 de mayo de 2010

Las afinidades electivas

Alguna vez me he preguntado por qué no tengo buena relación con ciertas personas. No porque me lleve particularmente mal con ellas, sino porque no tenemos conversación o porque se comporta de una manera distinta a la mía con la que no me siento particularmente cómodo. A menudo lo he atribuido a diferencias de carácter y no le he dado más vueltas. No congeniamos, no hay química. Ni mucho menos empatía. Pero hoy, con una compañera de trabajo, lo he visto tan claro que no hay duda de cuál es el motivo.

Con todo lo que he escrito aquí es evidente que me gusta la literatura, la buena literatura, aquélla que desde la primera página te hechiza, te despierta todos los sentidos y de la que no sales indemne de ella porque ha cambiado tu vida para siempre. En cambio, esa compañera ha dejado muy claro lo que opina de la literatura: "yo quiero que un libro me entretenga, no que me haga pensar, que ya suficientes problemas hay en la vida y ya es demasiado complicada". Bueno, que la vida va en serio no se lo discuto a nadie, pero sí que un libro sea un problema. Que lo sea escribir de acuerdo porque requiere mucho esfuerzo. ¿Pero leer? Al contrario. Si lo que hace es aliviar todos los problemas, y hasta puede que nos los haga ver de otra manera. Incluso puede que la vida sea demasiado complicada por no haber leído los libros adecuados. No porque busquemos la salvación en los libros, sino porque éstos nos permiten desarrollar nuestra capacidad de razonar y de advertir que las cosas pueden ser de una manera muy distinta de cómo imaginamos.

Pero esa compañera siguió con su discurso convencida de tener toda la razón: "Yo no leo poesía, ésa no es mi sensibilidad, es la de otra persona y no la puedo compartir. Para mí la poesía siempre está escrita en 3ª persona. Sólo es sensibilidad y no hacen falta tantas páginas para expresar un sentimiento que además no es el mío"; "yo prefiero leer traducciones. A los originales les sobran muchos adjetivos que en la traducción se eliminan de un plumazo"; "yo quiero que me cuenten una historia, no lo que piensan"; "los clásicos son un tostón. Los que me leí cuando estudiaba me los aprendí por obligación, pero no me gustaron nada"; "hay que enseñar lo básico, eso los alumnos se lo tienen que aprender y si les gusta o no da igual"; "me vienen algunos con lo que tendría que haber leído, como si lo supiera todo el mundo, pero yo no tengo por qué leer eso"; "a mí la cultura no me interesa. Para mí leer es un ocio como dar un paseo. Y qué obras más feas tiene el museo de El Prado. A cualquier cosa le llaman arte".

A todo esto apenas he contestado alguna que otra palabra. Tendría una fácil réplica pero sé que a ella no le interesa. Como tampoco le interesará este diario, que tiene muchas de las características que ella condena. Así que contestaré aquí, sabiendo que aquí a alguien podría interesarle, con breves respuestas: para leer poesía se requiere una sensibilidad que no se puede entender más que en la propia poesía; las traducciones a menudo son una mala copia del original, las malas traducciones siempre son un mal resumen del original; "para contar una historia hay que pensar"; es difícil disfrutar un libro leído por obligación. Si no te gusta un libro déjalo: ya volverá a ti cuando lo necesites; yo quiero formar lectores, no alumnos brillantes...y huecos; me gusta recomendar lecturas a quien creo que pueden interesarle por sus gustos, nunca las impongo; a borrico regalado no le mires el hocico.

Qué gusto no sentirse solo en el mundo.

6 comentarios:

NoeliaA dijo...

Qué buen post, siempre los buenos post me recuerdan libros. Por ejemplo, "Como una novela" de Mario Pennac, en este se enumeran los derechos del lector, entre los que se encuentran, dejar un libro a medio leer, leer pedazos, leer más de uno a la vez, saltear clásicos, leer de todo, etc. Leer obligadamente es, sin duda, un acto poco recomendable, ya uno se dispone a leer sin pasión y con la idea de imposición. Como decía Cortázar en Rayuela: para la Maga leer un libro no es leer un libro más, sino un libro menos...
Pero que la literatura entretenga, a mi juicio, no está mal, lo que sería cuestionable es la idea de leer sólo para entreternese, perderse libros de carácter filosófico, por ejemplo, por andar buscando sólo el entretenemiento o, incluso, rescatar de las obras su sentido literal únicamente, sin profundizar en una lectura más interpretativa y crítica. Sabemos que hay muchas maneras de leer, que hay "niveles" de lectura y que, una misma obra, en este sentido, sometida a diferentes decodificaciones, puede dar un producto diferente, un libro diferente. Algunas libros, de gran valor literario y filosófico, son relegados al olvido, al menos por la masa, por exigir la reflexión como via de lectura. Si bien prosperan en el limitado mercado algunas obras cuya basamento es el cuestionamiento de la vida y la forma adecuada de vivirla, por ejemplo, siento que precisamente se mantienen en ese ranking de "más vendidos" porque su lenguaje no supone dificultad al lector popular, o al menos, es mínima. Muchos libros de estos son de autoayuda, y no tengo nada en contra con este tipo de libros pero me da la sensación de que están dirigidos a un lector modelo medio, vale decir, a un lector que no lee mucho y que compra el libro con un fin determinado, pues entonces, este tipo de obras simplifican el vocabulario a fin de que sea accesible a múltiples usuarios, caen en comparaciones bastante trilladas a menudo... y mejor no sigo pues. Porque, en definitiva, cada cual lee lo que su preferencia le demanda, y siempre es preferible que la gente lea, cualquier cosa, siempre la lectura es mejor que la no-lectura.
Saludos

Vicente García dijo...

Cierto, pero una buena traducción literaria también es posible. Sobre todo, es útil si no conoces la lengua original...

Óscar Martín Hoy dijo...

Qué bueno que te haya gustado tanto, Noelia. Y qué larga entrada me has dejado, qué completa. Cómo me gusta leerla. No podía más que estar de acuerdo con lo que dices. Una lectura por obligación es raro que pueda ser disfrutada ni tampoco una lectura para pasar el rato, leyendo como bostezando o silbando. Para mí leer es como respirar, nunca puede ser un pasatiempo; no leo porque me aburra sino para divertirme, para excitarme mentalmente. Eso puede que me distancie del lector medio, devorador de los más vendidos, confundiendo su gusto con el mercado (aunque para llegar a un libro antes debe ser distribuido, obvio), pero creo que así disfruto más la lectura, y más cuando es lectura compartida, cuando mis gustos se enriquecen con los de los otros y es un libro menos. Por suerte la resta nunca termina.

Y, por supuesto, Vicente, una traducción literaria puede estar a la altura de la original, aunque dudo que sea una buena traducción la que simplifique el texto. Será incluso un nuevo texto y una nueva lectura que disfrutar.

Raymunde dijo...

Una de mis hermanas mayores me dijo una vez que a ella solamente le gustaban las novelas rosa (para las cuales mis 15 años pedantes tenían un soberano desprecio) porque la ayudaban a huir de su mundo, de su triste día a día.

Óscar Martín Hoy dijo...

Raymunde, está bien que tus 15 años pedantes se rebelen a la opinión de tu hermana. Es así cómo lograrás huir de la tristeza del día a día y no del mundo. Lástima que tu hermana no te hará caso.

Raymunde dijo...

En los años que han seguido a aquella breve conversación he aprendido que hay cosas que no podemos cambiar. Como los demás, por ejemplo. Lo más a lo que se puede aspirar es a cambiar a uno mismo e intentar aceptar a los semejantes, con sus muchos defectos y alguna cualidad.