1 de junio de 2010

Maria Coma



Pueden ser notas de primavera que no caben en un manoteo, pero la necesidad impone escribir cuando el aire se remueve con tal fuerza que no sabes si está dentro o fuera de ti, cuando una presencia se hace mil ojos y mil orejas, de entre ochenta y seis mil, ochenta y seis mil cuatrocientas oportunidades para que el azar se conjugue y seamos conscientes de esa excepción que mueve la cola y que se iría en silencio de no fijarnos en ella (pero cómo no verte, panza arriba, gatos indefensos, movimiento circular, la mano), si siguiéramos durmiendo hechos un ovillo blanco, y el ovillo azul seguiría de largo, buscando un mejor oído que lo desenrede y lo adopte y lo haga bailar bajo el agua, y también lo haga cielo en lugar de figura de barro, secándose al sol, cansada de todo, como podía haber ocurrido de no habernos parado a jugar con el agua y la tierra junto a aquel oso hormiguero que aspira las lágrimas hasta hacernos reír sin reservas, y que así nos den ganas de perdernos por sendas escondidas, de visitar la cueva del agua, paso a paso, sin prisa alguna, los ojos abiertos, rojo, amarillo, blanco, ecos, dulces postres, líneas verticales, líneas horizontales, palabras, palabras, palabras, y la música de Maria Coma.

5 comentarios:

mare dijo...

¿para que arruinar este mágico momento al terminar de leer este post?

Óscar Martín Hoy dijo...

De las ruinas también surge la construcción.

Maria Coma dijo...

Gràcies!!

Óscar Martín Hoy dijo...

Gràcies a tu, Maria! Et continuaré escoltant.

GERARD dijo...

excelente música, alegría a los oídos.