11 de febrero de 2010

Cacofonías

Recién vista la película "El erizo", basada en la novela "La elegancia del erizo", retumba valiente, entre tantos parlamentos, la frase que los personajes leen en uno de los libros que consultan tan a menudo como comezón o como coletilla a modo de estribillo. La frase es «Las familias felices son todas iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera» y está extraída de Ana Karenina, Tolstoi. Y a fuerza de repetirse nos sentamos a pensarla para preguntarnos si nuestra familia es feliz (y que sea como las demás) o si es infeliz (y entonces habría que pensar en sus particularidades). En cualquier caso, como quien no quiere la cosa, se nos ve el plumero que no tenemos ni idea de familias porque vemos todas las familias felices y la que no, no nos parece una familia. Al margen de familias, la película-novela es un alegato por la felicidad. Que lo logre es pedirle que se ocupe de lo que es nuestra responsabilidad, pero sin duda nos acompaña, nos entretiene, nos contiene y nos hastatiene de principio a fin, y que el discurso moralizante sea lo que se sobreentiende. Para entonces habremos pasado hora y media de una compañía que sólo será ficticia en su temporalidad, y el punto final vendrá abrupto, casi como puntos suspensivos.

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