25 de febrero de 2010

No preguntes por qué

Cuenta Alberto Manguel en La biblioteca de noche que "en abril de 2003, el ejército angloestadounidense permaneció de brazos cruzados mientras que los Archivos Nacionales, el Museo Arqueológico y la Biblioteca Nacional de Bagdad eran saqueados. En unas cuantas horas, gran parte de los testimonios de la historia más antigua de la humanidad se hundió en el olvido. Las primeras muestras conocidas de escritura, fechadas hace seis mil años, crónicas medievales que habían escapado al pillaje de los secuaces de Sadam Hussein, numerosos volúmenes de la exquisita colección de ejemplares del Corán conservada en el Ministerio de Asuntos Religiosos, todo se perdió, probablemente para siempre". Ante esto, ¿qué puede decirse que no sea obvio? ¿Que hay que seguir luchando contra el olvido? ¿Que la cultura y la sabiduría no deben sucumbir ante el fanatismo y la ignorancia? ¿Que no está de moda pensar y que cuanto más idiota pareces mejor te van las cosas? Yo sólo sé que contigo me siento menos extraño en este mundo.

23 de febrero de 2010

Lo que no escribo

Lo que no escribo es más de lo que escribo. En la paradójica condición de escribir o vivir, con sus variaciones de escribir sobre lo vivido o la incierta de vivir sobre lo escrito, da como síntesis escrivivir, que viene a ser la experiencia de sentir en la escritura un apéndice imposible de hallar en el resto de la vida. Pero lo escrito sale perdiendo. Lo escrito debe luchar contra las interrupciones, contra las postergaciones y contra todos esos hálitos de la realidad que nos piden que les hagamos caso, que qué cosa es juntar palabras, qué pérdida de tiempo es ésa si hay tantas cosas por hacer y tenemos el horario lleno.

El único sentido posible de la escritura es la lectura, que es su respuesta.

Mientras tanto seguirá habiendo retóricas que nos llenen los bolsillos de silencio.

Pero lo que no escribo no es el silencio sino el olvido.

Y, a veces, lo que escribo no es lo que quería escribir y acaba derivando a algo muy distinto de lo original, cuya sutil relación apenas entreveo. Por eso ahora recuerdo las historias que nadie pensaba escribir pero se escribieron, aquellas historias extraordinarias que brillan por un tiempo en las noticias y que luego desaparecen por completo, como si nunca hubiesen existido; pero fueron escritas y volvieron a nacer, bajo otros ropajes, con otra vida, completamente nuevas. Eso mismo han hecho Michael Nyman y David McAlmont, de los que he encontrado este único tema en directo. Por lo demás la realidad se impone. Me voy con la música a otra parte.

20 de febrero de 2010

Sobre principios

En el inicio todo es confuso. Una amalgama de impresiones lucha por imponerse y triunfar sobre el blanco del papel, como el iris deja su impronta sobre el blanco del ojo y le pone su punto final en la retina, el centro, la negra tinta que fijará nuestra atención.

Pero el inicio es una pequeña explosión que salpicará según la intensidad con que caiga, y si falla siempre podremos hacer borrón y cuenta nueva, y empezar una vez más, siempre que tengamos el suficiente aliento de volver a intentarlo y que no nos lo impida el miedo de volver a equivocarnos.

Alguna vez he concebido el mundo como una hoja de papel que se arrugó y se hizo una bola por haber salido mal el esbozo; pero se postergó la nueva hoja y sólo quedó el borrón, con sus garabatos, sus relieves, sus accidentes. Y si George Steiner dijo que "no nos quedan más comienzos" tal vez haya que creerle, tal vez haya que convertir los inicios que tenemos en principios, mejorando lo presente, evitando las demoras. En el fondo todo es más claro.

16 de febrero de 2010

De lo espiritual en el arte

Asta su abuelo,
de Los caprichos. Francisco de Goya y Lucientes





Me levanto del sofá después de haber visto Perdidos (o Lost) en la tele y quiero salvar el día tomándome un té. Sería exagerado afirmar que con sólo escribirlo ya lo habré logrado, pero algo de cierto hay en esto, algo que se me escapa porque no guardo el pensamiento en mi interior ni el texto en una carpeta; y entonces texto y pensamiento adquieren el significado de un presente continuo o más bien de un pasado continuo. Aquí todo ya pasó, todo ya se hizo. La próxima vez que entre será un salto al vacío y tendré que volver a tejerme la red donde podré aterrizar. Me costará reconocerme, seré otro, de una estupidez aterradora o de una inteligencia inverosímil, pero ya no seré yo porque en ese momento seré incapaz de reproducir las mismas palabras. Y si encajan en su lugar no será por mi pericia o mi torpeza, sino por ese azar que es aplicar lo aprendido. Cada día debo reconocerme en lo trivial y en lo extraño. Entonces me demoro en el detalle, pienso en las vaguedades, las ausencias, las palabras compartidas. Y así me siento más yo siendo otro, me acuerdo de los amigos a los que no veo desde hace tiempo y me imagino acompañándolos por los cafés del mundo, con la esperanza de que el sueño venza la sinrazón.

11 de febrero de 2010

Cacofonías

Recién vista la película "El erizo", basada en la novela "La elegancia del erizo", retumba valiente, entre tantos parlamentos, la frase que los personajes leen en uno de los libros que consultan tan a menudo como comezón o como coletilla a modo de estribillo. La frase es «Las familias felices son todas iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera» y está extraída de Ana Karenina, Tolstoi. Y a fuerza de repetirse nos sentamos a pensarla para preguntarnos si nuestra familia es feliz (y que sea como las demás) o si es infeliz (y entonces habría que pensar en sus particularidades). En cualquier caso, como quien no quiere la cosa, se nos ve el plumero que no tenemos ni idea de familias porque vemos todas las familias felices y la que no, no nos parece una familia. Al margen de familias, la película-novela es un alegato por la felicidad. Que lo logre es pedirle que se ocupe de lo que es nuestra responsabilidad, pero sin duda nos acompaña, nos entretiene, nos contiene y nos hastatiene de principio a fin, y que el discurso moralizante sea lo que se sobreentiende. Para entonces habremos pasado hora y media de una compañía que sólo será ficticia en su temporalidad, y el punto final vendrá abrupto, casi como puntos suspensivos.

7 de febrero de 2010

Campo abierto


(Closer)



Tiempo atrás, el mundo parecía mejor, todo estaba por estrenar y lo nuevo tenía un sabor delicioso. Lo que ellos decían a menudo correspondía con una cadencia propia. El ritmo se encontraba con la realidad y aunque a algunos no les gustaban los futuros (les sonaba a vieja retórica) los futuros seguían insistiendo con sus llamadas al timbre hasta ser atendidos. Hoy esto puede sonar a discurso vago, vano, hueco. No sabemos quiénes son ellos ni qué hicieron. Nos parecen tan desconocidos que los llamamos ellos cuando somos nosotros mismos.

Un regalo. Una mujer cargaba con su hija de un año mientras hablaba con una amiga. A su lado, otra hija, de unos tres años. La menor miraba a su hermana por encima del hombro de la madre. No necesitaban hablar, la conversación de su madre les traía sin cuidado. Tenían un asunto más importante del que ocuparse. La hermana mayor se acercó a la menor y ésta se agachó hasta la altura de sus labios. Y se besaron. Los labios y la lengua en armonía. Sin reserva ni medida. Un brillo mojado y fugaz. Al separarse la hermana menor rió de placer y la mayor obedeció el gesto de la madre, que se acomodó mejor.

Aun con retraso, hay que recoger en un diario el haz de luces y de sombras que nos rodean. Así, puede que entre sus oscuros fragmentos volteemos la horizontal rigidez de tumbarnos en la línea y despertar del olvido.

Las palabras siguen crujiendo como secas, son como una indigestión que no acaba. Aún somos la madre que habla hasta el cansancio. Y su conversación, surgida de un encuentro casual, será tan profunda como las veces que haya que repetirla, que quién sabe qué se dijo, qué se dejó de decir, que nos vemos, que hasta otra, que cuanto tiempo, cómo estás, qué es de tu vida, has sabido lo de, yo bien, todo bien, tienes prisa, y cómo llevas lo de, tenía que contarte algo, no sé qué pasaba, este dolor me está matando, y digo, qué bueno, ya está, en fin.